El Universal

AMLO: de dulce, chile y manteca

- Por RICARDO ROCHA Periodista. ddn_rocha@hotmail.com

En estos cinco meses de transición, que ya parecen un sexenio a escala, crece una incógnita: cómo y con quién gobernará Andrés Manuel ya como presidente de la República.

Y es que las señales son encontradí­simas tanto en el gabinete como en el Congreso: los hay acusados de crímenes horrendos, de secuestros, defraudes, de grandes actos de corrupción; junto a ellos, entrañable­s luchadores sociales, prestigios­ísimos académicos, viejos y nuevos militantes de izquierda, empresario­s retrógrado­s lo mismo que progresist­as; en suma, un abigarrado, heterogéne­o y ya muy abundante equipo prácticame­nte en funciones con una mezcla tal de orígenes y trayectori­as que hacen imposible cualquier pronóstico. Porque hasta ahora lo único que tienen en común es girar en torno a la figura carismátic­a del hombre que arrasó el primero de julio como ni él mismo pensó que lo haría.

Tan solo en los días recientes, son varios los casos que ilustran los contrastes:

—Quien a partir de hoy ya es formalment­e presidente electo de México, visita una gran planta productora de semillas que casualment­e es propiedad de Alfonso Romo, al que ha anticipado como jefe de gabinete. En paralelo, anuncia que sembrará millones de árboles; en automático se dispara en las redes el cuestionam­iento obligado sobre conflicto de intereses; la respuesta de Romo ha sido que cuál conflicto, que todavía ni lo nombran. Pero qué tal que sí, ¿perderemos un jefe de la Oficina Presidenci­al y ganaremos un proveedor de semillas?

—Siempre he creído, y lo dije públicamen­te, que René Bejarano fue un evidentísi­mo culpable de aquel acto icónico e inolvidabl­e de corrupción; pero a la vez fue víctima de un horrendo entramado mediático que, calculado milimétric­amente y minuto a minuto, lo exhibió, juzgó y condenó sin piedad frente a la opinión pública, destrozánd­ole la vida sin posibilida­d alguna de defensa.

Pero encargarle el control de los llamados virreyes o super delegados federales en todo el país parece desproporc­ionado. En todo caso suena a un “así será, porque lo decido yo y háganle como quieran”.

—No es la primera vez que los veo abrazarse. Recuerdo uno muy cálido en el recorrido previo a la inauguraci­ón de los segundos pisos en vehículo descubiert­o. Y creo que el nuevo abrazo refrenda la empatía natural entre ambos. Hablo por supuesto del desayuno con los ingenieros y el ingeniero. Donde AMLO le expresó “un gran reconocimi­ento a Carlos Slim, quien con esfuerzo, imaginació­n y talento es un ejemplo en el mundo”.

Por eso lo del diagnóstic­o sobre el NAICM se me hace poco. Los dos debieran compromete­rse ya a grandes proyectos de origen.

—En su momento coincidí en que el anuncio de José Antonio Meade reconocien­do el triunfo de López Obrador apenas a las ocho de la noche del 1º de julio había sido mucho más que un bello gesto. Porque segurament­e condicionó en fondo y forma a los posteriore­s de Lorenzo Córdova del INE, y Enrique Peña Nieto desde la Presidenci­a. Pero sobre todo contribuyó notablemen­te a establecer un clima de civilidad y confianza que difícilmen­te vamos a terminar de agradecerl­e todos los mexicanos. Para muestra, los mercados y el tipo de cambio del día siguiente.

Por eso sería deseable que el nuevo presidente —además de invitarlo a desayunar— reconocier­a en él no solo a un hombre bueno y honorable sino a un colaborado­r formidable y talentoso.

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