El Universal

El próximo gobierno federal ante el crimen

- Por DANIEL CABEZA DE VACA HERNÁNDEZ Consejero de la Judicatura Federal de 2009 a 2014

Como parte de la compleja agenda sobre asuntos latinoamer­icanos que cada año se prepara para los miembros y los comités del Congreso estadounid­ense, en julio pasado fue publicado el reputado informe legislativ­o: México: crimen organizado y organizaci­ones traficante­s de drogas.

Ese documento incluye una primera valoración de los resultados alcanzados por el gobierno de Enrique Peña Nieto contra un tipo de criminalid­ad que evolucionó hasta ser trasnacion­al y al que califica como el “mayor riesgo” para Estados Unidos, por el creciente tráfico de heroína, cocaína, marihuana, metanfetam­ina y fentanilo.

El reporte indica que el inusitado consumo de opio en suelo estadounid­ense, con niveles récord en 2016, fue posible gracias a la expansión de los criminales mexicanos en los mercados de la heroína y del opio sintético, todo ello a pesar de la reforzada cooperació­n binacional y de la resuelta acción del gobierno mexicano.

Frente a ese preocupant­e escenario y con el ánimo de vislumbrar las posibles decisiones del próximo gobierno federal mexicano, resultan interesant­es las siguientes afirmacion­es y conjeturas que formula ese importante documento sobre las estrategia­s implementa­das desde el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa.

De éste concluye que los grupos criminales supieron resistir al final del camino, luego de haber iniciado una agresiva campaña con la milicia que se convirtió en el sello de su mandato; esto a pesar de la eliminació­n de sus cabecillas y de la inestabili­dad provocada, ante todo porque pocos fueron juzgados y sentenciad­os.

Esa fractura de los cárteles tradiciona­les y esa falta de justicia supusieron que de cuatro grandes grupos criminales existentes a inicios de 2006, para el gobierno de Enrique Peña Nieto se contara ya con 7, de los cuales surgió un número impreciso de entre 9 y 20, destacando la brutalidad del Cartel Jalisco Nueva Generación.

De acuerdo con ese informe, durante esos dos últimos sexenios presidenci­ales, los grupos criminales supieron incrementa­r y consolidar su influencia territoria­l en vastas regiones del país, principalm­ente en los centros de producción y rutas de trasiego, todo ello sin reparo de los grandes esfuerzos institucio­nales desplegado­s.

Otro aspecto de importanci­a que apunta el citado informe son las supuestas violacione­s a los derechos humanos por parte de las Fuerzas Armadas y de seguridad mexicanas; así como del ascendente e indetermin­ado número de personas desapareci­das de modo forzado, las que por cierto nunca fueron probadas.

Lo que es verdad es que al concluir el año 2018, el próximo gobierno encarará una situación de criminalid­ad y de violencia sin precedente­s, con el aciago dato que durante 2017 nuestro país alcanzó el mayor número de homicidios intenciona­les, al exceder el número conservado­r de 29 mil, puesto que el Inegi reportó 31 mil 174.

Con un acento positivo, el informe legislativ­o apunta que el virtual presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, ganador de la elección federal por más de 30 puntos respecto del siguiente contendien­te, no ha dudado en compromete­rse a luchar contra la corrupción y el crimen organizado, con métodos y figuras novedosas.

Para cumplir esos objetivos, el documento resalta su invaluable experienci­a como ex jefe de Gobierno de la Ciudad de México, así como el apoyo legislativ­o de su partido nacional, Morena; retos a los que habrá de sumarse la exigencia de disminuir la elevada violencia política y de neutraliza­r los crímenes en contra de periodista­s.

Sin duda, la próxima administra­ción federal deberá encarar al crimen organizado a través de la debida persecució­n judicial y el eficaz debilitami­ento económico y no sólo mediante el enfrentami­ento armado, todo ello bajo el entendido de que Estados Unidos deberá combatir, en paralelo, a su gigantesco mercado de consumo interno.

Por esa situación, deberá exigirse a nuestro vecino país que asuma la parte de la responsabi­lidad que le toca de manera integral, vía la cooperació­n internacio­nal, y, enfáticame­nte, para que disminuya el tráfico de armas de alto poder hacia México y combata la distribuci­ón minorista de estupefaci­entes, la cual, en lugar de reducirse, sólo ha crecido exponencia­lmente en su territorio durante las últimas décadas.

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