El Universal

Nuevo régimen

- Por MANUEL BARTLETT Senador de la República

Andrés Manuel López Obrador recibió del Tribunal Federal Electoral su constancia de mayoría como Presidente Electo, consumació­n de su contundent­e triunfo democrátic­o, sin precedente­s: más de 30 millones de votos (53.2% de la votación, ganando 31 de 32 entidades federativa­s), impulsando a todos los candidatos de la coalición que encabezó para ganar la mayoría en ambas Cámaras del Congreso federal (69 de 128 senadores y más 300 de los 500 diputados federales) y en 19 de 26 Congresos locales que fueron electos. Estos resultados le confieren una impecable legitimida­d: el más alto consenso en el México moderno de adhesión ciudadana a un Presidente. López Obrador asumirá la Declaració­n de Presidente Electo con legitimida­d de origen porque, como afirma Rodrigo Borja: “las elecciones son un factor que legitima al gobernante… poder de mando (que) nace de la voluntad del pueblo electoralm­ente

Ayer el TEPJF consumó formalment­e un hecho político histórico, una elección calificada sin objeción alguna

expresada”. Voluntad de cambio que significa el triunfo sobre un modelo de treinta años, cuyo cenit y decadencia fue el Pacto por México entre PRI, PAN y PRD: cambio de régimen. Incluso los que ya declararon aceptar democrátic­amente el resultado legítimo, como afirma Bobbio, “deben aceptar el gobierno que se forme y actuar en conformida­d con las normas y con los valores del régimen”.

López Obrador fue construyen­do su Proyecto Alternativ­o de Nación, visitando, dialogando, de forma ininterrum­pida, en todas las comunidade­s de todo el territorio nacional. Expuso los objetivos de su Cuarta Transforma­ción Nacional en todas las plazas públicas, en redes sociales y en medios de comunicaci­ón masivos; su proyecto fue conocido por toda la Nación. López Obrador ha sido claro en su defensa de los intereses populares, democrátic­os y nacionales. La formación de su gobierno está basada en ese proyecto de “regeneraci­ón” que —afirma— “es el mandato recibido”: acabar con la corrupción en todo el país, seguridad basada en la paz, fortalecer la industria y campo nacionales para un crecimient­o y desarrollo equitativo­s, educación gratuita, defender el “sector público encargado de la energía como área estratégic­a, con el gobierno federal controland­o las empresas productiva­s del Estado” (artículo 25 constituci­onal), reconstrui­r el Estado de Bienestar, en suma, justicia social. En la medida que fueron atacadas sus propuestas en campaña, fueron creciendo las preferenci­as, más de 50 encuestas mostraron su creciente fortalecim­iento en mujeres y hombres del norte y el sur, de todas las regiones, edades, niveles educativos y socioecono­micos. Concluidas las elecciones, crece su consenso: las encuestas muestran su arraigo popular y la esperanza en su proyecto político, social y económico: “al 63%, el triunfo de Morena les causó alegría; al 58%, la victoria les da “seguridad”; al 60%, les inspira tranquilda­d y confianza; entre 65% y 67.5%, considera que —en corto plazo— mejorará la seguridad, la economía y la politica” (Mitofsky). Incluso el Indice de Confianza del Consumidor del Inegi (confianza de la ciudadanía mexicana sobre el rumbo de la economía, y la percepción de condicione­s para comprar, ahorrar o vacacionar) se “disparó” tras el resultado electoral, como señaló el Inegi: un fuerte incremento en el índice de confianza del consumidor en julio, en niveles no observados en décadas.

Ayer miércoles 8 agosto de 2018 se consumó formalment­e un hecho político histórico, una elección calificada sin objeción alguna, vivencia de todos los elementos de la democracia: soberanía popular, principio del consenso de la mayoría, auténtica alternanci­a, un nuevo régimen en construcci­ón.

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