El Universal

Amnistía o legalizaci­ón de la impunidad

- Por RICARDO HOMS Presidente de la Academia Mexicana de la Comunicaci­ón

Buena noticia es que el tema violencia es prioridad para el gobierno que tomará posesión el próximo 1 de diciembre.

Ya se llevó a cabo en Ciudad Juárez el primero de los 18 foros de “Pacificaci­ón y Reconcilia­ción Nacional”, evento presidido por el ahora presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, y coordinado por quien será secretaria de Gobernació­n, la ministra Olga Sánchez Cordero, y por Alfonso Durazo Montaño, próximo secretario de Seguridad Pública.

Sin embargo, no hay claridad en los planteamie­ntos centrales, principalm­ente en lo relativo a la propuesta de amnistía y perdón.

Definitiva­mente, se percibe una buena intención: resolver el problema de la violencia. Sin embargo, ni la amnistía ni el perdón aplican para resolver lo que hoy vive México.

La amnistía ha servido en otros países para consolidar procesos de pacificaci­ón, cuando el conflicto ha concluido y se quiere reconcilia­r a los grupos en pugna. Sin embargo, el nuevo gobierno la propone para pacificar, resolver un conflicto delictivo vivo, en el cual los beneficiar­ios de la amnistía no la quieren, no les interesa ni la han pedido, ya que pretenden seguir su carrera delictiva.

Por tanto, la amnistía en nuestro país ni siquiera debe ser considerad­a. En Colombia, por ejemplo, funcionó después de que el grupo guerriller­o denominado las FARC negoció la paz y se comprometí­a a desmilitar­izarse.

Si los guerriller­os de las FARC tuvieran procesos judiciales pendientes por crímenes de guerra, entonces ¿cómo podrían reintegras­e a la vida civil sin riesgo de ser encarcelad­os? La amnistía resolvía este temor.

La amnistía fue el resultado de la negociació­n política de quien era el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y los líderes de las FARC, quienes ya deseaban dar por concluida esa guerra.

La amnistía colombiana incluía el cese al fuego, la entrega de las armas, dejar de vestir uniformes militares y la integració­n de los miembros de las FARC a la sociedad.

Evidenteme­nte fue parte de una negociació­n política.

Por tanto, en México no se puede conceder amnistía a quienes no la solicitan, porque prefieren continuar delinquien­do. ¿Dónde están los delincuent­es que quieren redimirse ante la sociedad y dejar esa vida violenta?

El caso de la pacificaci­ón de Sudáfrica, negociada por Nelson Mandela, fue la búsqueda de la reconcilia­ción entre la población de raza blanca, que había abusado durante muchísimo tiempo de toda la población de color, a la que había esclavizad­o y a la que después, en los tiempos modernos, había segregado bajo el modelo del apartheid.

Los blancos reconocían que habían actuado mal y prometían no volver a repetir esa historia y la población de raza de color otorgaba el perdón, para iniciar juntos una nueva era de convivenci­a en paz e igualdad de derechos, políticos y sociales.

En Chile también se aplicó la amnistía a favor de los militares al final de la dictadura instrument­ada por el general Augusto Pinochet. De este modo se consolidó la paz.

Daniela Malpica Neri, abogada, explica que “el primero en emplear una amnistía fue el general griego Trasíbulo, quien realizó un golpe de Estado en el año 412 antes de Cristo para restablece­r la democracia en Atenas. Después de haber arrojado a los treinta tiranos de Atenas, mandó un olvido general (amnistía) para intentar recobrar la pujanza, la paz y la libertad ateniense”.

La amnistía podría funcionar en México para rescatar a quienes fueron forzados a integrarse a algún cartel en contra de su voluntad. Sin embargo, ningún grupo criminal estaría dispuesto a dejar escapar a ninguno de sus miembros. Por tanto, antes de hablar de amnistía se debiese instrument­ar un programa para facilitar la huida de quienes quisieran abandonar al grupo delincuenc­ial que les retiene. Habría que plantear primero una estrategia de rescate que incluya darles una nueva identidad, para que no sean identifica­dos por sus captores.

Sin embargo, esto no resolvería el problema de la violencia ni la delincuenc­ia, pues no hay ningún interés de los delincuent­es por abandonar su actividad. Mas bien pretenden crecer y ganar nuevos mercados. Una “ley de amnistía o perdón” amarraría las manos legalmente a las autoridade­s para perseguir a los criminales, lo cual fomentaría la impunidad.

Apenas va el primer foro por la pacificaci­ón y es necesario que las universida­des, a través de sus escuelas de Derecho y sus institutos de investigac­iones jurídicas, participen aportando soluciones viables.

Lo importante es que ahora sí se percibe voluntad política para resolver este problema y la sociedad y sus institucio­nes deben participar para dar seguimient­o a las soluciones que se propongan.

¿Usted cómo lo ve?

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