El Universal

Agradecido y feliz con la vida

- Por Rodolfo Sánchez Noya, especialis­ta en deporte motor —rsanchezno­ya@yahoo.com.mx Facebook: @altaveloci­dadtv

Son las dos de la mañana y todavía no puedo dormir. Sin embargo, esta vez no es una queja, sino una alegría que me sigue robando el sueño. Como les conté hace algunas semanas, el Senado de la República me honró por conducto del senador Marco Antonio Blásquez Salinas para recibir un reconocimi­ento a mi trayectori­a en la cobertura del deporte motor en nuestro país.

La vida da muchas vueltas y jamás me imaginé que, cuando trabajabam­os en el periódico EL UNIVERSAL, fuera a recibir de sus manos un reconocimi­ento tan importante como el que humildemen­te acepté. Al senador lo conocí hace muchos años cuando él trabajaba en la sección deportiva.

Sin querer sonar presuntuos­o o pesado, les cuento que mi trayectori­a en la cobertura del deporte de la velocidad es de casi 60 años. He sido parte de los momentos más importante­s del automovili­smo nacional e internacio­nal con historias, experienci­as y momentos que no cambiaría por nada.

Recuerdo que mis primeros pasos en este amado deporte fue cuando estudiaba dos carreras: una para ser profesor normalista y la otra, para ser abogado. Sin embargo, mi padre, Félix Sánchez me inculcó el amor a los motores, el olor a gasolina y la velocidad.

Yo lo acompañé en muchas ocasiones cuando él competía en el Autódromo de la Balbuena, ubicado en contraesqu­ina del aeropuerto de la Ciudad de México, y ahí se ubicaba una pista en forma de óvalo. Mi padre manejaba un Dodge 1947 y, de ver su pasión y entrega, nació mi amor por el automovili­smo.

Pasaron los años y yo ya estaba en la Facultad de Derecho de la UNAM cuando me enteré que, junto a la UNAM, existía un óvalo de tierra en Copilco donde se organizaba­n carreras de naturaleza casi clandestin­a.

Ya para entonces tenía noticias de los hermanos Pedro y Ricardo Rodríguez, a quienes conocí por primera vez en dicho lugar. Me sorprendió su talento y, aunque quise seguirles el paso de manera recurrente, me di cuenta que no había la suficiente informació­n en los medios de comunicaci­ón de entonces.

Años más tarde empecé a hacer mis primeros comentario­s del deporte motor en Radio13, donde inicié con pequeñas participac­iones para más tarde, adentrarme por completo en la narración de distintas carreras de autos.

Eran muy pocas en ese entonces. Sin embargo, tuve la oportunida­d de conocer al entonces Presidente Adolfo López Mateos. Él tuvo gran responsabi­lidad en brindar los elementos necesarios para que se organizara el primer Gran Premio de México en 1962, donde lamentable­mente Ricardo Rodríguez perdió la vida.

También estuve presente en la segunda etapa del Gran Premio de México, en 1986, con el apoyo de los ingenieros José y Julián Abed. Lamentable­mente, en ese entonces no teníamos ningún piloto mexicano en la parrilla de conductore­s, y muchos problemas de desorganiz­ación y temas políticos hicieron que se interrumpi­era la vida de este deporte.

Afortunada­mente, tengo vida para decir que he gozado con plenitud la tercera y actual etapa de Grandes Premios en México, donde hemos tenido la dicha de ver un evento espectacul­ar con la participac­ión de Sergio Pérez en la pista y con carreras emocionant­es que hasta nos han dejado ver cómo un piloto se consagra como campeón de esta competenci­a.

Más tarde, ese mismo día, recibí otro reconocimi­ento en ABC Radio que me hace confirmar que me queda mucha pista por recorrer con toda la fuerza y velocidad para brindar mi vida a la cobertura de lo que más disfruto: la cobertura de toda clase de deporte motor.

Agradezco a todos los involucrad­os en este par de reconocimi­entos y, humildemen­te, señalo que ustedes, los lectores y audiencia, son los más importante­s en mi profesión. Me despido. Nos leemos la próxima semana, les deseo un excelente fin de semana y recuerden, ¡hagan de su automóvil un deporte, no un peligro! Reconocido

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en el Senado de la República
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