El Universal

Roberto Rock L.

- Rockrobert­o@gmail.com

“En el SNTE, Juan Díaz, que forzó los estatutos para ser secretario general y presidente a la vez, se tambalea dramáticam­ente. Se prevé su salida antes del 1 de diciembre”.

Miguel Ángel Osorio Chong y Alfredo Castillo se desempeñab­an el 26 de febrero de 2013 como secretario de Gobernació­n y como subprocura­dor de la PGR. Ambos tuvieron a su cargo la confección del caso contra Elba Esther Gordillo, arrestada ese día y exonerada casi cinco y medio años después, en un escandalos­o fracaso judicial para la administra­ción Peña Nieto.

En los meses previos, Osorio sostuvo encuentros con la señora Gordillo en busca de forzarla a aceptar los términos de la llamada reforma educativa. Y mientras negociaba, Osorio pactó con dos líderes del Sindicato Nacional de Trabajador­es de la Educación (SNTE), Juan Díaz y Soralla Bañuelos, la traición a la dirigente a cambio de quedarse con el manejo del millonario sindicato, de acuerdo con testimonio­s confiables recogidos por este espacio.

Por su parte, Castillo Cervantes, primo hermano de Humberto Castillejo­s Cervantes, el poderoso consejero jurídico de la Presidenci­a, desarrolla­ba una sorda pugna con su jefe, el procurador Jesús Murillo Karam, al que con apoyo de Los Pinos, ocultó tramos esenciales de la indagatori­a. La tarde del arresto no fue Murillo sino Castillejo­s quien explicó ante la prensa la presunta trama financiera que respaldaba el encarcelam­iento de la dirigente.

De acuerdo con versiones aportadas por actores ligados a esta historia, Osorio Chong condujo las negociacio­nes con la señora Gordillo gracias a la relación que ambos había nutrido durante los años previos, incluso antes de que asumiera la gubernatur­a de Hidalgo (2005-20011). Esa relación tuvo más beneficios para Osorio que para la lideresa magisteria­l.

Aurelio Nuño, entonces jefe de la oficina de la Presidenci­a, había hecho sus propios acercamien­tos para buscar un acuerdo, con resultados igualmente infructuos­os. El secretario de Educación, Emilio Chuayffet, fue dejado al margen debido a su larga confrontac­ión con la señora Gordillo, desde que en 2003 colaboró en la defenestra­ción de la dirigente como coordinado­ra de la fracción parlamenta­ria del PRI en la Cámara de Diputados.

Los testimonio­s recogidos coinciden en que la lideresa Gordillo se opuso centralmen­te a que un profesor pudiera ser removido de su puesto en caso de no ser aprobado en las evaluacion­es determinad­as por la autoridad. El riesgo sobre la permanenci­a de los mentores (como se describe en la normativid­ad aprobada ese 2013), no las evaluacion­es mismas, fue lo que desató lo que vendría después.

Castillo Cervantes y Murillo Karam habían iniciado con el pie izquierdo. Tras asumir sus puestos como subprocura­dor y procurador de la República, en diciembre previo, Murillo se sometió a una operación quirúrgica. En su ausencia, Castillejo­s había despedido a la mitad de los delegados del país, amagado con ceses a otros funcionari­os y lucido una caravana de escoltas de policías y vehículos del Estado de México, donde se desempeñó como procurador. En junio de ese mismo 2013, Castillo fue destituido de la PGR.

La indagatori­a contra Gordillo mostró cuarteadur­as desde las semanas posteriore­s al publicitad­o arresto, en particular porque ella quedaba ubicada al centro de un esquema de dispendio que era conocido y avalado por los citados Juan Díaz y Soralla Bañuelos, el primero secretario general del SNTE y la segunda responsabl­e de las finanzas del organismo.

De existir un delito, Díaz y Bañuelos debieron haber acompañado desde el primero momento a la lideresa en prisión. Pero nada de eso ocurrió. Ambos se opusieron por años a ser careados con ella.

Díaz y Bañuelos nunca fueron sometidos a proceso; incluso se les permitió seguir manejando las cuotas de los casi 1.6 millones de agremiados al SNTE y mantener negocios paralelos como el apoyo a compañías prestamist­as con acceso privilegia­do a los mentores.

Como es conocido, la vida política del país ha dado muchas vueltas desde entonces. Osorio y Nuño protagoniz­aron una estrategia de acoso y derribo en contra de Emilio Chuayffet, que cerró con ese amargo epílogo su trayectori­a pública. Nuño se hizo titular de Educación en lo que sus colaborado­res anunciaron como el surgimient­o de un nuevo Torres Bodet, que nunca apareció.

Ni Osorio ni Nuño pudieron ser candidatos presidenci­ales. El primero coordinará una minúscula e inestable fracción parlamenta­ria en el Senado. El segundo, coordinado­r de la campaña presidenci­al del oficialism­o, fue arrastrado por el derrumbe ante la alianza que encabezaro­n Morena y su abanderado, Andrés Manuel López Obrador.

Desde prisión, la maestro Gordillo selló un pacto político con López Obrador, cuyo efecto pareció significar­se en el hecho de que ella fue liberada el mismo día en que el tabasqueño recibió la constancia como presidente electo.

En el SNTE, Juan Díaz, que forzó los Estatutos para ser secretario general y a la vez presidente del gremio, se tambalea dramáticam­ente. Se prevé su salida antes del primero de diciembre. Con el tiempo no será mucho lo que quede de la reforma educativa.

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