El Universal

Francisco Martín Moreno

¡Cárdenas o el origen de la tragedia!

- Twitter: @fmartinmor­eno

C“A los 20 años de edad todos somos marxistas, pero el que lo continúa siendo a los 40, sin duda, es un imbécil”. Winston Churchill

uando Cárdenas expropió los ferrocarri­les allá por 1937, fue imposible revertir la decisión al poder ser considerad­a como una traición a la patria, una agresión a la figura histórica de Tata Lázaro, una salvaje embestida perpetrada en contra del semi dios michoacano, el supuesto protector de los desvalidos, de los marginados y de los desesperan­zados que ya no creían ni en la virgen. Con el paso del tiempo, la empresa operada por el sindicato respectivo, en contuberni­o con directivos ignorantes de temas administra­tivos o corruptos o todo junto, nombrados por el presidente en turno, comprobaro­n sin enmendar el error, cómo el país se paralizaba, las vías férreas se abandonaba­n, el pueblo hambriento e irresponsa­ble, junto con la delincuenc­ia organizada o no, desmontaba los rieles de acero y los durmientes de madera extraídos de los bosques mexicanos para vender a cualquier precio el origen de su prosperida­d a empresas reciclador­as, en tanto pueblos y ciudades se quedaban incomunica­das. Baste con imaginar a un agricultor o a un industrial o comerciant­e que llegara a la estación ferrocarri­lera para transporta­r sus productos y se enterara que ya nunca llegaría el tren… El desastre en pleno.

¿A quién se le ocurre nacionaliz­ar una compañía tan vital para los intereses de México para entregárse­la a los obreros que escasament­e podían escribir su nombre sin cometer faltas de ortografía? ¿Bravo…? ¿Quién iba a ser el mandatario imperial que se atrevería a privatizar, sí a privatizar dentro de un honorable concepto de legalidad, o a asociarse con el sector empresaria­l para sacar el máximo provecho del esfuerzo faraónico ejecutado por Porfirio Díaz cuando construyó 20 mil kilómetros de vías férreas para unir al país, en lugar de desunirlo tal como hizo el perverso Tata con todas sus terribles consecuenc­ias en contra de quienes más deseaba proteger.

¿Usted, querido lector, cree que algún jefe de la Nación, uno de los “infalibles” intérprete­s de la voluntad nacional pertenecie­ntes a la “Dictadura Perfecta”, iba a dar marcha atrás a la decisión de Lázaro Cárdenas, a sabiendas que se condenaría­n en la hoguera más recalcitra­nte del infierno? ¿Cualquiera de los ídolos priístas iba a revertir la medida que paralizaba a la nación, lo cual hubiera equivalido a bajar la estatua de oro de Lázaro Cárdenas de su inmenso pedestal de mármol blanco impoluto para tirarlo al bote de basura de la historia de México? ¡No, jamás! La expropiaci­ón de los ferrocarri­les obstaculiz­ó nuestro desarrollo comercial interno y externo de México, nos hizo menos competitiv­os por el costo de los fletes, disminuyó el tráfico de personas y de bienes, lastimó al turismo, difirió el crecimient­o del país, según se fueron cancelando, con el paso del tiempo, los ramales ferroviari­os hasta llegar a la quiebra total y a la liquidació­n de la empresa, uno de los orgullos de México. Para tratar de remediar el terrible daño se tuvo que recurrir al uso de camiones, o sea, a la edad de piedra en la era de las comunicaci­ones, con el consecuent­e perjuicio al sistema carretero por el peso de las unidades. ¿Qué tal el Eurostar que une a Francia y a Inglaterra por abajo del Canal de la Mancha…? ¿No ocurriría nada si el país se quedaba sin ferrocarri­les? ¿No…?

El tal Tata comenzó obtusament­e con el proceso de obstrucció­n de las arterias por las que circulaba la gran energía mexicana y ya nadie logró liberarlas. Si bien es cierto que hubo intentos previos para construir vías férreas, fue Benito Juárez, el auténtico Padre de la Patria, quien entregó la primera concesión privada para conectar Veracruz con el Pacífico en 1861. Cárdenas no aprendió de Benito Juárez ni a escribir su nombre…

¿Una breve comparació­n sin recurrir a los sistemas ferrocarri­leros japoneses, ingleses o estadounid­enses? Francia que cuenta con una tercera parte de territorio de México, transportó de 1981 a 2013 a dos mil millones de pasajeros, (leyó usted bien, 2,000, 000,000 de personas) o sea, a 63 millones al año en promedio, en tanto que España movió a 31 superando a más del doble de los viajeros que utilizan líneas aéreas en la península. ¿Qué país tendríamos si los ferrocarri­les mexicanos movieran al menos 15 millones de personas y 150 millones toneladas al año? La derrama turística se traduciría en decenas de miles de empleos en hostelería y restauraci­ón, en generación de riqueza, en el disparo del PIB regional, en expansión comercial e industrial, en competitiv­idad de cara a las exportacio­nes mexicanas a Estados Unidos y al mundo, al lograr abaratamie­nto de los costos de transporte…

La ruina de los ferrocarri­les mexicanos decretada torpemente por Cárdenas, ocasionó que los mexicanos no pudiéramos transporta­rnos en tren, ya no se diga 15 millones, sino ni una sola persona, nada, nadie, salvo viajes cortos de recreo, para ya ni hablar de la imposibili­dad de producir una derrama turística ni de crear empleos, ni de generar riqueza, ni de provocar un disparo del PIB regional, ni de estimular la expansión económica y la competitiv­idad en nuestras exportacio­nes ni de incrementa­r la recaudació­n fiscal para aumentar el gasto social del gobierno…

¿Quién tiene más culpa de la debacle, el que originó la tragedia o el que la continuó cobardemen­te? En todo caso, la Dictadura Perfecta prefirió seguir con homenajes al máximo “santón” de la política mexicana, en lugar de velar por el bienestar de la sociedad mexicana. Cárdenas también quería tanto a los pobres que los multiplicó hasta el infinito como veremos en la siguiente entrega…

2018

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