El Universal

El PRI pide a militantes que le expliquen qué pasó

- Por MAURICIO FARAH Especialis­ta en DH y secretario general de la Cámara de Diputados. @mfarahg

Por medio de un spot, la dirigencia del PRI está convocando a sus militantes, “con sentido autocrític­o y con una gran apertura”, a una consulta para saber por qué el 1 de julio “no pudimos refrendar la confianza de los ciudadanos”.

Quizá haya razón en hacer un ejercicio de esta índole y ojalá tal consulta arroje algún descubrimi­ento, pero al parecer los integrante­s de la actual dirigencia son los únicos que no están enterados de lo que sucedió.

Por ejemplo, de lo siguiente, que no es una revelación sino una síntesis de lo que dicen militantes, simpatizan­tes, medios y redes:

La cúpula del PRI se alejó de la realidad, entusiasma­da con una realidad alterna que le decía, a puerta cerrada y en torre de marfil, que todo marchaba bien.

El PRI se distanció de la sociedad y redujo o eliminó la empatía con sus bases. Lejano y soberbio, creyó que los instrument­os del poder bastarían para mantener, a control remoto, el respaldo de los votantes.

El PRI se equivocó cuando postuló a quienes como gobernador­es le fallaron a sus electores, a su partido y a los ciudadanos y saquearon las arcas públicas, endeudaron a su estado y exhibieron todo tipo de excesos y de abusos.

Más grave aún: el PRI se solidarizó con estos saqueos monumental­es, protegió a sus perpetrado­res y guardó silencio cuando la evidencia indicaba al menos un pronunciam­iento del lado del sentido común. En lugar de acusar a quienes lo colocaron en una posición de complicida­d, los premió con impunidad.

El PRI no midió a tiempo las consecuenc­ias electorale­s de una violencia galopante, que a lo largo del sexenio capitalizó la inoperanci­a gubernamen­tal en materia de seguridad y que en 2017 y la mitad de 2018 estableció marcas inéditas en casi todos los rubros de la delincuenc­ia.

El PRI no tomó en cuenta el bajo índice de aprobación del presidente de la República, y no propuso ni acordó ninguna estrategia conjunta: ni lo respaldó ni se distanció. Más bien se constituyó en un ente pasivo, aprobador de todo: del saqueo, de la insegurida­d, de la corrupción y de la impunidad.

Creyó, entonces, que bastaría con presentar un candidato no priista y bien calificado. Su propuesta era a la vez una declaració­n de culpa: este es nuestro candidato, vota por él, porque no es como nosotros. Pero ni el candidato rescató al partido ni el partido ayudó al candidato. A los errores del PRI, el candidato y su equipo de campaña sumaron sus propios errores, así como dubitacion­es nunca resueltas.

Así llegó el 1 de julio. En el marco de su realidad alterna, el PRI confiaba en su estructura y en sus capacidade­s operativas. Todo cambiaría en el transcurso de la jornada electoral. Soñaban con la voltereta: perder la campaña y ganar la elección. Para eso había estructura y logística suficiente. Pero la militancia que imaginaban compacta y esperaban activa se había erosionado. Era como esos ejércitos que ya no existen y en los cuales pone su esperanza el general que está a punto de la derrota.

Y mientras tanto Andrés López Obrador, en alto contraste, caminaba por todo el país y enviaba con palabra y conducta mensajes de sencillez y honestidad.

Como eco de las urnas, una encuesta de Consulta Mitofsky recienteme­nte publicada revela que 52 por ciento cree que el PRI fue el perdedor de las elecciones, 44 por ciento que se puede recuperar, y 70 por ciento que para lograrlo tendrá que buscar nuevos militantes con ideas nuevas.

Está bien que el PRI haga su ejercicio de diagnóstic­o, si quiere confirmar lo que ya sabe, pero bien podría estar ya en la siguiente etapa, en la de la reconstruc­ción: nuevo discurso, nuevos nombres, nueva actitud y compromiso.

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