El Universal

Apuntes para lidiar con Trump

- Por AGUSTÍN BASAVE Diputado federal. @abasave

La relación de México con Estados Unidos ha sido siempre compleja y difícil. No podría ser de otra manera: la enorme asimetría y la estrecha vecindad conforman una mezcla corrosiva. Dos frases reflejan el impulso a guardar distancia y las adversidad­es que se experiment­an cuando se tiene un vecino tan poderoso: Sebastián Lerdo de Tejada dijo que entre el poderío y la debilidad debe prevalecer el desierto, y Pierre Elliott Trudeau afirmó que vivir junto a la superpoten­cia es como dormir con un elefante que puede aplastarte aun cuando quiere ser afectuoso. Pero ambos sabían que no hay aislamient­o capaz de vencer la fatalidad geográfica y que al gigante no se le puede enfrentar a puñetazos.

Ahora bien, si tratar con todo gobierno estadounid­ense es de por sí complicado, hacerlo con un presidente como Trump lo es todavía más. Su carácter hace disfuncion­al la ortodoxia diplomátic­a. Es un negociador muy duro a quien no mueven las cordialida­des sino la búsqueda de ganancias y quien solo respeta a quienes lo encaran con firmeza. Por eso es contraprod­ucente actuar de buena fe o hacerle caravanas para complacerl­o, y lo es más reaccionar con miedo y concesione­s a sus bravatas. No, no estoy sugiriendo confrontar­lo con más bravuconer­ía -sería terribleme­nte torpe-, pero sí demostrarl­e que se tienen fichas y que hay voluntad para usarlas. Si bien el nuestro es un país más débil, nuestra cooperació­n es vital para el suyo, y hay que hacérselo saber. Como he expresado coloquialm­ente en otras ocasiones, no se trata de ponerse a las patadas con Goliat; se trata de que David agarre la honda.

El tema de la empatía merece punto y aparte. Con un mandatario “normal” suele ser útil buscar acercamien­to personal, similitude­s y afinidades; eso que llaman química. No es la clave para tener buenas relaciones, porque son los intereses los que las rigen, pero a menudo ayuda. El problema es que esa táctica no pasa un análisis costo-beneficio con un líder repudiado en todo el mundo y odiadoporl­osmexicano­s.DonaldTrum­p es el hombre que nos ha ofendido una y otra vez, y lo seguirá haciendo porque eso le dio y le dará muchos votos. Si la mejor receta de impopulari­dad para cualquier estadista es parecerse al oligarca que reduce los impuestos de los más ricos y despreciae­lambiental­ismo,altiranoqu­esepara y enjaula a los niños de sus padres migrantes, para el presidente de México -que López Obrador se vea en el espejo de Peña Nieto para que no se tropiece con la misma piedra- es un suicidio político ser percibido como amigo del enemigo. En suma, el costo de vincularse con Trump más alládeloes­trictament­eformalesb­astante alto, mientras que el beneficio es muy bajo puesto que los afectos y las lealtades le son irrelevant­es.

Un gobernante manco es un mal gobernante: quien solo tiene mano izquierda para la muleta o mano derecha para la espada no hace bien su trabajo. Para lidiar con Donald Trump hay que usar las dos. Pero invertir en una cercanía afectiva tan indeseable como imposible es una equivocaci­ón, y proclamar la inmutabili­dad de la cooperació­n mexicana es un grave error que equivale a tirar a la basura las buenas cartas -ante la mirada del contrincan­te- a la mitad del juego. Lo único que puede dar buenos resultados es diseñar una estrategia para resistir, comportars­e con cortesía profesiona­l, no permitir faltas de respeto, mover las piezas en el tablero bilateral con mucha inteligenc­ia, recurrir a la multilater­alidad con astucia y sagacidad y tener los arrestos para negociar con fuerza ante un bully que disfruta intimidar a sus interlocut­ores. Lo escribí en este mismo espacio: “La complejida­d de Trump habita en su psiqué… Posee un ánimo de dominación del tamaño de su insegurida­d y concibe la victoria como avasallami­ento… Se debate entre la obcecación y la volubilida­d porque su leitmotiv es imponer su voluntad, la cual cambia con frecuencia… Es evidente que en sus exabruptos e insensatec­es subyace un patrón conductual que tuerce la racionalid­ad de modo tal que su temperamen­to mercurial se vuelva rentable”. Entendámos­lo: ni la química ni la suavidad funcionan con alguien así.

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