El Universal

El dilema del dinero público a partidos

- Por BENITO NACIF Consejero Electoral del INE

Afinales del mes de agosto, el INE aprobará el acuerdo por el que se determina el monto del financiami­ento público ordinario de los partidos políticos para el 2019, el dinero del erario público que reciben anualmente con independen­cia de que se celebren elecciones federales. La cantidad se calcula multiplica­ndo el número de ciudadanos inscritos en el padrón electoral por el 65% del valor de la Unidad de Medida y Actualizac­ión (UMA), la medida de indexación que sustituyó al salario mínimo. Una estimación preliminar arroja un cifra que asciende a 4,728 millones de pesos.

Como de costumbre, la determinac­ión del INE generará una debate en la opinión pública sobre el presupuest­o destinado a los partidos políticos y la necesidad de reducirlo. Durante la actual legislatur­a del Congreso de la Unión, se han presentado diversas inciativas de reforma constituci­onal con este propósito. Entre ellas destaca la que busca llevar a la Constituci­ón federal la llamada ley Kumamoto, aprobada en el estado de Jalisco el año pasado.

La medida impulsada por el diputado local independie­nte Pedro Kumamoto consiste en una reducción sustancial del financiami­ento público local a partidos políticos, basada en una serie de ajustes a la fórmula para calcularlo. Días atrás, un grupo de diputados de Morena se sumó a la discusión con una propuesta para bajar a la mitad la bolsa del financiami­ento público federal.

Todo parece indicar que el financiami­ento público a los partidos políticos es excesivo. Debe buscarse una forma razonable de reducirlo. Pero un simple recorte como una medida aislada puede resultar contraprod­ucente. La democracia mexicana necesita un sistema de partidos fuerte, sano y competitiv­o. La forma en que financian sus actividade­s resulta clave para conseguirl­o.

El actual sistema de financiami­ento de partidos y campañas electorale­s descansa esencialme­nte en el dinero de los impuestos. Las aportacion­es de sus afiliados y de la ciudadanía en general representa­n una parte minúscula de sus ingresos. Los partidos recaudan poco porque tienen un flujo constante de recursos presupuest­ales garantizad­o y porque la ley impone topes severos al financiami­ento privado.

La dependenci­a del financiami­ento público fue un objetivo deliberado del actual sistema desde su creación en 1996. Sus fundadores asumieron que las aportacion­es privadas eran potencialm­ente corruptora­s y que el suficiente financiami­ento público serviría como un blindaje contra la corrupción electoral. Evitaría el típico quid pro quo político –la donación de dinero a las campañas a cambio de contratos, permisos, licencias, etc., tras el triunfo electoral–, y preservarí­an la credibilid­ad del sistema democrátic­o.

Después de más de 20 años, los resultados de nuestro sistema de financimie­nto de partidos y campañas son decepciona­ntes. La percepción ciudadana de los partidos y las elecciones ha sufrido un enorme deterioro. Atender las causas de este malestar implica ir más allá de una simple reducción al financiami­ento público.

Empieza por reconocer que un presupuest­o grande para los partidos no ha impedido el quid pro quo político, y que para atacar el problema de la corrupción electoral se necesita una legislació­n y una policía investigad­ora especializ­ada. Por otro lado, para disminuir la dependenci­a del financiami­ento público debe haber mayor apertura a las aportacion­es de la militancia y la ciudadanía en general, de manera transparen­te y regulada.

Finalmente, ninguna reforma llegaríamu­ylejossino­setomanlas­medidas para que el dinero llegue realmente a las campañas electorale­s, en lugar de quedarse en las burocracia­s partidista­s bajo el control de sus dirigencia­s. La experienci­a reciente con las candidatur­as independie­ntes muestra que los candidatos de los partidos pueden encargarse directamen­te de las finanzas de sus campañas y rendir cuentas.

Atender el malestar contra partidos implica ir más allá de reducir el financiami­ento público

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