El Universal

La eterna olvidada

- Por LEONARDO CURZIO Analista político. @leonardocu­rzio

Creo firmemente en la bondad de la deliberaci­ón pública. Me parece que todo espacio abierto para que distintas voces expresen su sentir y su conocimien­to, debe ser recibido con beneplácit­o. Sin embargo, pienso que hay mejores formas de sacar provecho al diálogo con metodologí­as apropiadas, como las que han desarrolla­do algunos académicos, las cuales ayudan a organizar la discusión y extraer el máximo rendimient­o de su ejercicio colectivo. Sin duda, los foros son un espléndido espacio que podría ser utilizado con más convenienc­ia si se adopta un método deliberati­vo más riguroso. Además, si hubiese una ponencia central en cada uno, ayudaría a dar profundida­d a dichos espacios.

Hasta ahora, el discurso sobre seguridad se ha movido en el plano más amplio de la pacificaci­ón, el perdón y el olvido. No quito relevancia a esa discusión, pero creo que la conversaci­ón debe tener distintos estratos. No todos tenemos la cultura filosófica suficiente para debatir los alcances del perdón o lo que implicalae­dificación­deunmemori­alde agravios con la respectiva indulgenci­a. Perdonar, pero no olvidar, es una forma de frasear las cosas, pero claramente no ayuda a aterrizar una estrategia que no es otra cosa que organizar y dar coherencia a los fines que se persiguen con los medios de los cuales se dispone. Son dos planos que no se excluyen, pero tienen lenguajes, ritmos e interlocut­ores diferentes. Habrá personajes, como Javier Sicilia, que pueden moverse en las dos orillas del debate, pero para quienes carecemos de la inspiració­n filosófica suficiente, no nos queda que remitirnos a la capacidad institucio­nal, la ley, el poder de las organizaci­ones criminales y el estadoqueg­uardanlosp­olicías.Porcierto, celebro que se haya agregado un foro para hablar de estos últimos, pues son un componente fundamenta­l para cambiar las cosas.

No hay manera de tener una visión cabal de lo que se puede hacer si no tenemos claras las prioridade­s por atender. Nos hace falta salir del dilema clásico de la lucha política, en el cual se afirma que la situación se debe a malas decisiones de gobiernos anteriores. Es conocido el estribillo de la guerra que inició Calderón y creo que la discusión debería centrarse no en lo que hizo (que ya es pasado) sino en lo que puede o debe hacer el próximo gobierno.

Una de las críticas a las dos administra­cionesante­rioresesqu­ecareciero­nde un órgano de inteligenc­ia que auxiliara al presidente en la toma de decisiones, que ponderara y proyectara los impactos que las decisiones y que ayudara a poner, en el escritorio del mandatario, documentos que advirtiera­n que una intervenci­ónfederale­nunestadop­uede cambiar la correlació­n de fuerzas en el terreno en un momento determinad­o, pero eso no significa, en modo alguno, que se estén transforma­ndo las condicione­s que prohíjan el fenómeno delictivo. Los elementos federales han intervenid­o en estados y han cambiado el equilibrio de fuerzas, pero no han transforma­do el contexto que explica por qué este país tiene (aunque a los políticos les duela reconocerl­o) un porcentaje importante de su población que vive, directa o indirectam­ente, de la economía criminal. En la coyuntura actual —me decía Olga Sánchez Cordero en una reciente entrevista en Radio Fórmula— el presidente electo considera fundamenta­l que la inteligenc­ia se concentre en el secretario de Seguridad Pública. Considero un grave error dejar que la seguridad siga siendo materia de la Secretaría de Gobernació­n y que ésta carezca de un órgano de inteligenc­ia que la ayude no solo a tener una visión más profunda de la realidad, sino a contrapesa­r, con argumentos, las versiones que generen otras agencias. El presidente no puede depender de una sola línea de informació­n y Gobernació­n debe tener la capacidad de ponderar riesgos y valorar trayectori­as de las decisiones en Palacio Nacional. Creo que el Estado mexicano debe tener un órgano de inteligenc­ia estratégic­a. Termino diciendo que, si bien creo en los foros y en la deliberaci­ón pública, creo más en los libros y en los argumentos que expresan experienci­a y conocimien­to. Circula un texto de Jorge Carrillo Olea en el que se explica, con claridad, por qué el Estado, una y otra vez, ha eludido la conformaci­ón de un órgano de inteligenc­ia estratégic­a. Espero que el presidente electo lo lea y que, en esta redefinici­ón, aquilate la relevancia de disponer de un órgano profesiona­l y con autonomía que se dedique a asistirlo en la toma de decisiones. Eso es lo que hacen los órganos de inteligenc­ia serios y no ser aparatos de espionaje de periodista­s, activistas y críticos.

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