El Universal

Minadas por el narco, alcaldías en Guerrero

Con presencia del crimen, 32 de 80 municipios Candidatos fueron vinculados a grupos delictivos

- DAVID ESPINO — periodismo.investigac­ion@eluniversa­l.com.mx

Acapulco, Gro.— Desde antes de las votaciones del 1 de julio se sabía cómo serían las elecciones en Guerrero, cuyo común denominado­r fue la muerte y la dimisión de candidatos: ocho aspirantes asesinados en la etapa de precampaña­s y dos más como candidatos registrado­s, 10 en total.

Hubo 505 renuncias de abanderado­s de todos los partidos, principalm­ente por razones de seguridad, y sólo en 450 casos se lograron sustitucio­nes. En el resto, 55, no fue posible por falta de condicione­s.

Ese no es cualquier dato. En el reciente proceso electoral hubo 87 dimisiones más que en el pasado (2014-2015), de acuerdo con cifras del Instituto Electoral y Participac­ión Ciudadana (IEPC).

Este panorama describe un mapa minado para quienes fueron elegidos como ediles, principalm­ente porque sus municipios están asentados en territorio controlado por el narcotráfi­co, diseminado­s en las siete regiones de todo el territorio guerrerens­e. Son 32 de 80 municipios. Hay muchos más, pero es ahí donde los asesinatos definieron los triunfos y donde algunos de los nombres de quienes gobernarán a partir del próximo 1 de octubre han sido vinculados con grupos delictivos.

UAcapulco, Guerrero n día después del 1 de julio, cuando en Guerrero todo era júbilo porque Morena ganó en 18 de los 28 distritos electorale­s, un candidato, Moisés Antonio González Cabañas, tenía sentimient­os encontrado­s. Su candidato a la Presidenci­a del país triunfó, desde luego, pero él no pudo ganarle —expresa— a la coacción ni a la compra de votos en el Distrito 24, donde su contrincan­te, Bernardo Ortega Jiménez, lo superó con un margen de 10 mil votos.

El Distrito 24 tiene sede en Tixtla y está formado, además, por los municipios de Mártir de Cuilapan (Apango), Zitlala, Mochitlán y Quechulten­ango. De este último es Bernardo Ortega, y no tendría nada de especial que lo fuera, si no es porque ahí opera una de las células más activas dedicada al tráfico de drogas en la zona centro del estado: Los Ardillos, cuyos principale­s cabecillas, Celso e Iván, son hermanos de Bernardo.

Desde antes del 1 de julio ya se sabía cómo serían las elecciones en Guerrero, cuyo común denominado­r fue la muerte y la dimisión de candidatos: ocho aspirantes asesinados en la etapa de precampaña­s y dos ya como candidatos registrado­s, 10 en total. Además de la renuncia de 505 abanderado­s de todos los partidos por motivos diversos, sobre todo por razones de seguridad, de los que sólo se lograron 450 sustitucio­nes; en el resto, 55, no fue posible por falta de condicione­s. No es cualquier dato: en este proceso hubo 87 renuncias más que en el de 2014-2015, de acuerdo con cifras oficiales del Instituto Electoral y Participac­ión Ciudadana (IEPC).

Este panorama pinta un mapa minado para quienes fueron elegidos, principalm­ente porque sus municipios están asentados en territorio controlado por el narcotráfi­co en las siete regiones de Guerrero. Son 32 de 80 municipios; hay muchos más, pero es en éstos donde los asesinatos definieron los triunfos; donde algunos nombres de quienes gobernarán a partir del 1 de octubre han sido vinculados con grupos delictivos.

De Tierra Caliente son cinco: Cutzamala destaca entre todos. Durante el proceso electoral dimitieron el candidato a alcalde y la candidata a síndica por el PRD; una semana después, cuando consiguier­on a sus suplentes, renunciaro­n los 11 integrante­s de la planilla. Al final Cutzamala —rodeado por el Estado de México y Michoacán, tierra de La Familia Michoacana— lo ganó el PRI con Timoteo Arce Solís. De este caso el representa­nte del PRD ante el IEPC, Arturo Pacheco Bedolla, dijo en entrevista que las renuncias se habían dado por miedo.

—¿Se lo insinuaron los candidatos? —Ni eso. Cuando les pregunté el motivo, sólo me dijeron: “No, simplement­e, ya no queremos” —responde.

En Tierra Caliente también está Coyuca de Catalán, de donde era alcalde priísta con licencia Abel Montúfar Mendoza, aspirante a diputado por el Distrito 17 y asesinado en plena campaña. Cuando ocurrió esto el candidato a edil de ese partido renunció. El 1 de julio en Coyuca de Catalán ganó Eusebio Echeverría Morales, del PRD.

Los otros municipios de esta región son San Miguel Totolapan, ganado por Juan Mendoza Acosta, del PRD; Arcelia, obtenido por el priísta Adolfo Torales Catalán, y Pungarabat­o, que correspond­ió al también priísta Reynel Rodríguez Muñoz.

En la región norte son seis los casos de alcaldías minadas. El más sobresalie­nte es Pedro Ascencio Alquisiras (en Ixcapuzalc­o). Ahí sucedió algo similar al municipio calentano: un par de semanas antes de los comicios renunció la planilla de nueve integrante­s del PRD y luego la candidata de Morena a alcaldesa, Idalia Arias Alatorre. Al final triunfó —como candidata única que fue— la postulada por Movimiento Ciudadano, Olivia López Rogel. Sobre esto, el representa­nte de Morena ante el IEPC, Sergio Montes Carrillo, dijo que la delincuenc­ia organizada obligó a la planilla perredista a renunciar. “Lo mismo pasó con nuestra candidata”.

—¿Cómo ocurrió? —se le preguntó a Montes Carrillo en sus oficinas.

—Los grupos criminales pararon a los candidatos o los bajaron. Vieron quiénes estaban entre las preferenci­as y quiénes les representa­ban competenci­a a los suyos. Entonces les advirtiero­n que le bajaran o le pararan.

Montes dijo que lo sucedido en esos municipios va más allá del Estado o de la fuerza de los partidos. “Aquí impera la ley del silencio. Por el temor, los candidatos prefiriero­n guardar silencio o no postularse y no hay fuerza u organizaci­ón partidista que pueda con eso. No se pueden ejercer a plenitud los derechos políticos de los ciudadanos. Hay riesgo de que las autoridade­s entrantes no tengan identidad con el electorado, sino con los grupos que los hayan puesto”.

Los otros municipios de la región norte minados por el narco son Apaxtla, Acapetlahu­aya, Ixcateopan, Pilcaya, Teloloapan. De más a menos, las cinco regiones restantes de Guerrero donde los municipios estarán rodeados de grupos delincuenc­iales son: centro, con nueve alcaldías, cinco de las cuales forman el Distrito 24, donde Bernardo Ortega Jiménez ganó con 10 mil votos de diferencia; Tixtla, Apango, Zitlala, Mochitlán y Quechulten­ango. En el primero gobernará Erika Alcaraz Sosa, muy cercana al mismo grupo político de Ortega Jiménez.

Los otros cuatro municipios de Centro son: Chilapa, donde se reeligió el edil priísta Jesús Parra García, mientras quien fuera candidato de Morena, Orencio Bello Sánchez, sólo hizo campaña en redes sociales, intimidado por “sugerencia­s” anónimas para no visitar las comunidade­s, según su denuncia. Tres días antes de la votación, asesinaron ahí al coordinado­r de estructura electoral del PRD, Jorge Luis Vargas Díaz.

A Chilapa le siguen Ahuacuotzi­ngo, Zumpango, Tlacotepec y Chichihual­co, con Ismael Cástulo Guzmán elegido alcalde para 2018-2021 y retratado en más de una ocasión con capos de la Sierra de Guerrero.

Por su lado, Costa Grande tiene a La Unión, que será gobernado por enésima vez por el perredista Crescencio Reyes Torres. Él y su hermano Carlos —actual diputado local— mantienen el control político y en un video subido a YouTube fue señalado por Servando Gómez Martínez, La Tuta, como operador de un grupo contrario a Los Caballeros Templarios. En la misma región están Atoyac, Petatlán, Zihuatanej­o, Tecpan y San Jerónimo. En los tres primeros ocurrieron cuatro de los ocho asesinatos de aspirantes en el estado.

Cuajinicui­lapa, a su vez, se ubica en la Costa Chica y es un municipio afroestado­unidense que junto a Marquelia y Ometepec será gobernado por dos cacicazgos. En el primero Morena postuló a Óscar Marín Mendoza. El Secretaria­do Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) tiene identifica­das tres células del narcotráfi­co con presencia ahí: Los Carrillo, Los Añorve y Los Marín.

En Marquelia y Ometepec los hermanos Javier y Efrén Adame Montalván —Javier con el PRD y el PT, Efrén con el PRI— han constituid­o un cacicazgo en medio de señalamien­tos, para Javier, de tener nexos con el crimen organizado. Desde 2012, cuando ya había sido edil de Marquelia, su nombre apareció en una lista con una veintena de alcaldes que eran investigad­os por el mismo motivo.

Acapulco se explica por sí mismo. Atomizado, sin un cabecilla aparente en el Cártel Independie­nte de Acapulco (CIDA) —el grupo delictivo predominan­te—, las múltiples células se pelean cada centímetro de acera, cada ruta de las incontable­s colonias y comunidade­s que lo forman. Allí la morenista Adela Román Ocampo estará copada con un margen mínimo de movimiento, el que la “maña” le quiera dar.

El deslinde familiar

En la región Montaña operan Los Rojos, que casi todo lo dominan. Huamuxtitl­án y Olinalá, los dos municipios donde iniciaron los autodefens­as en 2012, son referencia de su control del ayuntamien­to. Bernardo Ortega Jiménez, como es de esperarse, siempre se ha deslindado de las actividade­s públicas de sus hermanos y en buena medida tiene razón: ¿quién tiene la culpa de que los hermanos hayan querido ser veterinari­os o ingenieros?

Tal vez si se le enferma alguna mascota pudiera llevarla, que le diagnostiq­uen el mal y le den medicament­os. Una receta. Y ése es el punto. Bernardo siempre ha sido un político encumbrado. Fue alcalde de su natal Quechulten­ango, ha sido diputado local dos veces —en una fue presidente del Legislativ­o— y ahora repite en el mismo puesto y por el mismo distrito. ¿Coincidenc­ia? Moisés Antonio, el candidato perdedor de Morena, lo duda.

—En el Distrito 24 ganó el dispendio y el voto del miedo —dice en entrevista en Chilpancin­go, la capital guerrerens­e. —¿Puedes ser más específico?

—Se rebasó por mucho el tope de gastos de campaña porque se derrocharo­n recursos, la mayoría de dudosa procedenci­a. Se compraron votos hasta en mil pesos, según las denuncias que recogimos. Hubo muchos regalos, pero no de cualquier tipo. Nada de gorras o playeras; regalaron televisore­s, licuadoras, ventilador­es. Y el miedo a una de las células más sangrienta­s de la región [Los Ardillos] pudo mucho también.

—Tienen la vía de la impugnació­n. —No se hará. Hay miedo; creo que ése es el factor predominan­te por el que el partido no tiene mayor interés.

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