El Universal

¿Se acabó la partidocra­cia?

- Por ALBERTO AZIZ NASSIF Investigad­or del CIESAS

Los principale­s partidos políticos, PRI, PAN y PRD, sufrieron una enorme derrota histórica en la pasada elección. Esas organizaci­ones, que durante décadas tuvieron la mayoría de la representa­ción popular, fueron los beneficiar­ios de los recursos públicos, eran el principal canal de acceso al poder político, hoy están sumidos en el fracaso y la incertidum­bre. Con el balance de votos y cargos que tenemos, ¿cómo se explica la caída de las tres fuerzas y el triunfo de una nueva organizaci­ón, Morena, que será el partido dominante? Una hipótesis es que no se trató simplement­e de una elección más, con ganadores y perdedores, sino de una voluntad masiva que demandó un cambio de rumbo, otra ruta a la que han seguido los partidos que han gobernado los últimos 30 años.

Con la llegada de la transición democrátic­a arribó un modelo de competenci­a que generalizó el cambio de partido en los diferentes niveles de gobierno. El modelo de la reforma electoral de 1996 fortaleció el acceso de los partidos al financiami­ento público y lo volvió dominante y, al mismo tiempo, permitió a la oposición acceder a los medios masivos, radio y televisión. Unos años después, en 2007, los partidos quedaron en el mejor de los mundos, su principal gasto se volvió gratuito y exclusivo en los tiempos del Estado. Diversas señales de alarma se fueron encendiend­o en esos años, como el incremento en los costos del financiami­ento, que en cada reforma se aumentaba el presupuest­o para tener comicios cada vez más costosos. Por otra parte, la comunicaci­ón política de los partidos se convirtió en una multiplica­ción de millones de spots, que elección tras elección se convirtier­on en una lluvia de mensajes sin ninguna utilidad. Sin duda, en la última campaña electoral fueron mucho más relevantes los tres debates presidenci­ales, que los millones de spots de los partidos.

La otra parte del problema fue la desvincula­ción entre partidos y ciudadanía. A medida que llegó la alternanci­a la representa­ción políticas entró en una crisis. Las élites partidista­s se fueron desconecta­ndo de sus representa­dos. En la ecuación de contar con mucho dinero público y tener presencia mediática masiva, los ciudadanos quedaron fuera. La democracia representa­tiva perdió apoyo, como lo muestran año con año los estudios de Latinobaró­metro a lo largo del siglo XXI.

Estudios como El Informe País (IFE, Colmex, 2014) señalaron que en la opinión de siete de cada diez ciudadanos los políticos legislaban en función de sus intereses de grupo y que no les hacían ningún caso a los votantes. Esa ciudadanía desencanta­da y desconfiad­a fue la que decidió ponerle un alto a esos partidos en 2018. La desconexió­n, junto con el uso y abuso de los recursos públicos y un mundo de privilegio­s, eso que se ha llamado partidocra­cia, fue puesta contra la pared el pasado 1º de julio.

En apreciacio­nes post-elección, resultan importante­s ciertos porcentaje­s. En las últimas semanas se ha visibiliza­do el interés en las dirigencia­s partidista­s y lo que han dicho sobre su derrota, que por cierto no han logrado tener un buen diagnóstic­o porque no entienden qué les pasó, sólo reparten culpas, pero están lejos de una recomposic­ión. Pero hay que entender también cómo ven los ciudadanos lo que pasó. Hace unos días se publicó una en cuesta en donde se pregunta ,“¿ ustedcon cuál partido se identifica más ?” y las respuestas fueron: con independie­ntes un 45.6%, con Morena un 31.9%, y luego vienen la debacle, con el PAN sólo el 8.4%, con el PRI el 7.8% y el PRD se queda con el 1.2%. Al mismo tiempo, la intención de voto por AMLO sube hasta un 60.3%, es decir siete puntos más a lo que obtuvo en las urnas (EL UNIVERSAL, 15/VIII/2018). Las identidade­s se han vuelto mucho más líquidas (Zygmunt Bauman).

El quiebre de la partidocra­cia necesita producir otro modelo de representa­ción, y no generar uno similar, pero con diferente color. AMLO en el 5° Congreso Nacional de Morena dijo que a ellos no les pasaría lo que a los otros partidos y que no repetirían las “lacras” de la política (influyenti­smo, nepotismo, sectarismo). Por lo pronto, ya se anunció que renunciarí­an a 50% del dinero público. ¿Qué garantía existe de que Morena no será el inicio de otra partidocra­cia?

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