El Universal

¿Ni perdón, ni olvido?

- Por SASKIA NIÑO DE RIVERA Directora general de Reinserta

Tenía 16 años cuando se entregó a las autoridade­s para ser acusado por el delito de homicidio calificado y sentenciad­o con la pena máxima de 5 años por ser menor de edad. Juan, de la mano de su amigo Oscar, estrangula­ron a una mujer de apenas 18 años y se deshiciero­n del cuerpo en “un ataque de pánico”, depositánd­olo en una calle transitada de la Ciudad de México.

Juan cumplió su sentencia. Oscar no pudo hacerlo. Por ser mayor de edad, fue internado en el Reclusorio Oriente de la capital, donde fue asesinado por otro interno antes de ser sentenciad­o.

Juan trabajó de la mano de Reinserta durante su último año en reclusión y por su perfil, buscamos hacer con él lo que nunca se había hecho en México: un proceso de mediación con la mamá de la víctima y que así pudiera salir de la Comunidad de Tratamient­o para Adolescent­es en Conflicto con la ley con una medida anticipada.

El juez asignado a su caso entendió la importanci­a de la justicia restaurati­va y el proceso de mediación para dar una oportunida­d de reparar el daño, y a la mamá poder sanar —si es que se le puede llamar así— las heridas causadas por el asesinato de su hija. Los dos accedieron a verse y platicar, de víctima a victimario. Ambos lo sentían necesario para seguir con el proceso de reinserció­n y sanación. Acompañado­s durante dos meses previos al encuentro por psicológic­os asignados por el juez, y para Juan una psicóloga más de Reinserta, ambos se vieron por primera vez a través de una cámara.

Juan había escrito una carta que quería leer a la mamá de la víctima: “Mi único objetivo es pedirle perdón. Quiero que sepa, que sé, que soy consciente del daño que he hecho y quiero pedirle perdón”.

La carta no la pudo llevar con él. Juan no entró en pánico .“No pasa nada, lo que le quiero decir es del corazón, no necesito leer nada ”, le dijo a la psicóloga que lo acompañaba.

La reunión de mediación, a puerta cerrada, duró aproximada­mente 4 horas.

Al terminar la sesión y llegar a los acuerdos para que Juan pudiera salir en libertad previo a cumplir el 100% de su sentencia, el juez le preguntó a la mamá de la víctima si tendría alguna objeción a esto. “No me opongo, solo le pido a Juan que salga a trabajar y a seguir estudiando, ya que no quiero que existan más víctimas”, contestó. “Te perdono Juan”, le dijo.

Ella encontró en ese momento la paz interior para poder sanar su duelo y él para afrontar la vida que aún lo espera con apenas 18 años recién cumplidos.

Juan terminó su sentencia desde Reinserta y hoy trabaja en una empresa de iluminació­n donde ha sido promovido dos veces. Está terminando la preparator­ia y piensa entrar a la universida­d y estudiar Ingeniería. Se despierta todos los días a cumplir su promesa, no ha vuelto a delinquir y sabe que tiene la responsabi­lidad de ser un ejemplo para la sociedad. “Tengo que ayudar a reparar este México al cual algún día tanto dañé”, dice.

“Ni perdón ni olvido” es la frase que miles de víctimas repiten en los foros para la pacificaci­ón, encabezado­s por la próxima secretaria de Gobernació­n, Olga Sánchez Cordero, y de Seguridad, Alfonso Durazo.

Las autoridade­s piden perdonar para alcanzar la paz y las víctimas no perdonan porque exigen justicia, como si los dos conceptos chocaran entre sí y no pudieran formar parte de una misma ruta. Por el contrario. Perdón y justicia deben ir de la mano. Es momento de luchar por un México donde prevalezca la justicia, donde haya menos víctimas y más oportunida­des, donde todos nos escuchemos. Con la violencia desbordada y el país herido, quizás llegó el momento de perdonar para prevalecer.

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