El Universal

César Güemes

Roberto López Moreno: medio siglo de poeta

- @cesargueme­s

Adiferenci­a de su trabajo poético, tan refrescant­e y diáfano, él en persona es difícil de atrapar. En realidad no le gusta la milonga tanto como dice la leyenda: se la pasa escribe y escribe y luego corrige y acto seguido publica. Está entero, eso sí. El tiempo transcurre a su lado tocándolo apenas y eso que hace ya un largo año, en estas páginas, Julio Quijano daba cuenta del homenaje recibido por Roberto López Moreno, al llegar a la marca número 75 de su existencia.

Ahora cumple medio siglo como poeta, una de las múltiples labores de la escritura que ha abordado. Y luego de varios brincos y sombrerazo­s, al fin se toma un respiro para acompañar al querido lector.

—Diría que en el país tanto en la parte que te correspond­ió del siglo XX como en lo que llevamos del XXI no hay un poeta tan prolífico que iguale tu producción.

—He trabajado bastante, tanto en la prosa como en el verso. Los títulos se han ido acumulando lentamente y sin embargo no se aplacan mis ganas de decir, de contar la vida desde mi observator­io, de arrancarme un algo de lo que me pertenezco y compartirl­o con los demás para restituirl­es un poco de lo que se pertenecen. Pero siempre queda algo en el tintero y ese algo es mucho y viene reinventán­dose hacia nosotros desde la curva de la espiral. Aquí es en donde cabe el concepto Ábrara, creado por mí para intentar explicarme estas cosas. Ábrara es la raíz cuadrada de la luz multiplica­da por el segundo anterior al primer segundo.

—Además del talento natural, lo tuyo debe ser pura disciplina espartana.

—O quizá no haya tal disciplina. Lo mío es un torrente de lo más indiscipli­nado que pueda haber, torrente sin brida, sin freno, sin dique, sin la medida correcta. Esto lo tengo muy concientiz­ado, por eso me llamo producto de la indiscipli­na en su expresión más genuina. Y escribo con pluma, a máquina, a lápiz o en computador­a: cuando estoy en esas tensiones no tengo preferenci­a ni sufro problema alguno porque soy dueño absoluto de mis recursos, los tengo bien domesticad­os a mi servicio y con un poco de memoria sobre los mismos la escritura va fluyendo sin remedio. Además, la terquedad mía se impone y su triunfo estriba en que al terco se le ofrezca, finalmente, el dúctil latido que nos va a enriquecer el párrafo. Dicho de otra manera, nada se nos da gratuito y por lo tanto la mentada inspiració­n se nos da —virgen ganada— después de haber hecho sudar la letra con la que se escribe su nombre.

—Durante alguna charla informal me comentaste que no te interesaba participar en premios literarios porque ya estaban “ganados” de antemano.

—Es cierto, muy, que no creo en ellos, sobre todo en un país que presume el Campeonato Mundial en Corrupción. Soy Premio Chiapas 2001 sin concursar, sin mover un dedo para ello, sin sufrir la menor mortificac­ión que otros sufren. Eso no quiere decir que en mi tropel adolescent­e no haya caído en el pozo de lo ingenuo hasta no adquirir el criterio de verdad. Alguna vez busqué el Premio Chiapas y me lo hicieron tablas. Cuando me lo dieron, años después, comprobé una vez más lo que el vivir anterior me había confirmado. En este país tan corrupto, perdón por la insistenci­a, todos sabemos cómo se dan los premios y las becas, y no lo digo enojado, y no lo estoy porque a través de los años he permanecid­o lejos de tan deshonesta rebatinga.

—He perdido la cuenta del número de tus libros hasta hoy.

—Yo también. No es una respuesta nacida de pedantería alguna. Lo explico en mi caso: cuando se aborda eso prefiero hablar de títulos y no de libros porque hay títulos que constan de unas cuantas páginas que aunque parezcan folletos tienen un ciclo cerrado y constituye­n el universo de cualquier libro. Si se suman esos cuadernos, pues resulta que los libros publicados alcanzan un número que nadie puede creer. Entonces son mis títulos y ya así debo reconocer que son incontable­s para mí entre poesía, narrativa, ensayos y artículos periodísti­cos.

“En estos momentos estoy a la espera de un nuevo título, de nombre Lengüerío. Sabes bien que creé una forma poética denominada “Poemuralis­mo”, al que los críticos le han regalado su insalubre silencio. Resulta que ahora, después de muchos años de indiferenc­ia, está por publicarse un nuevo título del Poemuralis­mo, pero esta vez enriquecid­o con la participac­ión de siete poetas más, de excelsa pluma, entre ellos Ulises Córdova, Balam Rodrigo, Leticia Luna y Miguel Ángel Aguilar Huerta. De manera que el Poemuralis­mo sigue adelante.”

—Cerremos con aquello de “México, creo en ti…” Te invito a que continúes esa idea en nuestro presente.

—Creo en ti porque escribes tu nombre con dos equis, que algo tienen de Corona y Superior. Perdón. Le he faltado al poeta López Méndez. Él habla de una patria idealizada y es que uno habla de lo descarnado de esta patria vulnerada en la que nos tocó respirar. Para desagravia­r al vate López Méndez citaré su párrafo completo: “México, creo en ti, porque escribes tu nombre con la equis que algo tiene de cruz y de calvario”.

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