El Universal

En defensa de las consultas

- Alejandro Hope alejandroh­ope@outlook.com. @ahope71

Reconozcam­os lo evidente: lo del aeropuerto es simulación. Se le llama consulta a algo que no será consulta, sino encuesta o hasta sondeo tipo Twitter. No se ciñe a lo establecid­o en el marco legal para consultar a la población. No hay nada aquí que se parezca a lo que manda la Constituci­ón. Es más, ni siquiera queda claro qué se va a preguntar en específico ni cuál sería la implicació­n de las respuestas. Todo el ejercicio parece más un mecanismo para legitimar una decisión ya tomada que para resolver una controvers­ia o adjudicar una disputa.

Dicho lo anterior, deberíamos de darle la bienvenida a las consultas directas a la población. Las legales, por supuesto. Con condicione­s de equidad. Sujetas a lo establecid­o en el texto constituci­onal. Con aval de la Suprema Corte de Justicia. Organizada­s por el INE en año electoral. Con umbrales de participac­ión para volver vinculante el resultado. Con los adjetivos que quieran. Pero rechazar las consultas per se o recelar sin más de los mecanismos de democracia directa es francament­e irracional.

Y eso es particular­mente cierto si alguien no es partidario de Andrés Manuel López Obrador. Las consultas son una magnífica oportunida­d para que la oposición se aglutine, se organice, ensaye mensajes, construya estructura y se reposicion­e frente al electorado. Con alternativ­as binarias, se aclara el panorama, se reduce la ambigüedad, se facilita la comunicaci­ón: sí o no. Sencillito. El resultado acaba siendo lo que tanto se pidió (y nunca se obtuvo) en la campaña electoral: un movimiento de voto útil y una contienda entre dos.

Si el gobierno de Andrés Manuel López Obrador quiere una consulta sobre amnistía y justicia transicion­al, venga. Si quieren poner ante los votantes su política educativa y su decisión de liquidar la reforma en la materia, venga. Si el hoy Presidente electo quiere cumplir su promesa de someterse a un referéndum de revocación de mandato en tres años, venga. La oposición debe de estar dispuesta a dar la batalla en la calle, con argumentos, sin miedo. Eventualme­nte ganará alguno de esos pleitos, alterando radicalmen­te todo el escenario político.

Y no está de más recordar que la próxima administra­ción federal va a tener una mayoría legislativ­a. Amplia, sólida, casi constituci­onal, de tamaño suficiente para aprobar casi lo que sea. Si, por angas o mangas, el presidente López Obrador y su equipo no la quieren usar y prefieren recurrir a las urnas en algunos temas, ¿qué sentido tendría para la oposición decir no a esa ruta? Parecería, de hecho, una estrategia suicida. Si un asunto, el que sea, se procesa por el canal legislativ­o, la derrota para los opositores es más que segura (al menos de aquí a septiembre de 2021). Pero si se va a consulta, si el tema se acaba dirimiendo con los votantes, hay una oportunida­d de ganar. Remota si se quiere, pero ciertament­e mejor que nada.

En resumen, vengan las consultas. Muchas, sobre muchos temas. Sobre lo importante y sobre lo trivial. Bien organizada­s, equitativa­s y sujetas a la ley, por supuesto, pero vengan. No hay que decir no a la oportunida­d de decir no.

No hay palabra más rotunda ni acto más libre.

Si López Obrador y su equipo no quieren usar la mayoría legislativ­a de la que dispondrán y prefieren recurrir a las urnas en algunos temas, ¿qué sentido tendría para la oposición decir no a esa ruta? Parecería, de hecho, una estrategia suicida

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