El Universal

Con la conscienci­a limpia

- Por AGUSTÍN BASAVE Diputado federal. @abasave

Esta semana concluye la LXIII Legislatur­a. Guardo de ella solo un timbre de orgullo: la exitosa lucha política que dimos desde la oposición para impedir que se impusiera al llamado #FiscalCarn­al. Y es que en el ámbito estrictame­nte legislativ­o hay, a juicio mío, pocas cosas memorables. La Cámara de Diputados estuvo controlada por el PRI, con el apoyo de sus aliados, y la Junta de Coordinaci­ón Política restringió el papel de las Comisiones y prácticame­nte anuló el debate en el pleno. Varios proyectos valiosos se quedaron en la congelador­a. Quizá lo único que de este trienio se podría presumir son las leyes en materia de tortura, de desaparici­ón forzada y de víctimas.

El problema fue la decisión del presidente Peña de bajar la cortina reformista de su partido tras del Pacto por México, no la ausencia de iniciativa­s importante­s. Las hubo, de todas las bancadas. Pongo como ejemplo algunas de las que yo presenté y que fueron frenadas en alguna etapa del proceso: 1) Leyes de Ordenamien­to Constituci­onal: un estrato normativo entre la Constituci­ón y las leyes secundaria­s para la descarga del fardo reglamenta­rio de nuestra prolija y disfuncion­al Carta Magna, pensadas como primer paso hacia una nueva constituci­onalidad (no fue dictaminad­a); 2) Voto Blanco: un instrument­o para darle valor a la protesta manifestad­a en la anulación del sufragio —a más votos blancos menos dinero público a los partidos— y con ello empoderar a los ciudadanos frente a la partidocra­cia (no se votó el dictamen); 3) Cambio del método de elección de consejeros del INE para evitar cuotas partidaria­s (sin dictaminac­ión); 4) Ampliación de periodos de sesiones del Congreso e introducci­ón de incentivos para la participac­ión de los legislador­es (sin dictaminac­ión); 5) Eliminació­n de la asignación discrecion­al de presupuest­o por parte de los diputados (sin dictaminac­ión); 6) Obligatori­edad del voto para encarecer y hacer inviable su compra (sin turno); 7) Doble nacionalid­ad a mexicanos por naturaliza­ción (aprobada en la Cámara, detenida en el Senado).

Por lo demás, hice cuanto estuvo de mi parte en aras de la austeridad y la honestidad en el Poder Legislativ­o. 1) Decliné recibir el seguro médico privado; 2) propuse que se eliminaran dos compensaci­ones para reducir el ingreso mensual de los diputados y, desechada mi propuesta, pedí que se me cancelaran a mí (para efectos prácticos, voluntaria y unilateral­mente me bajé el sueldo en una cuarta parte); 3) pese a ser secretario de la Comisión de Relaciones Exteriores y a haber recibido invitacion­es para viajar a Europa y Asia, no las acepté por considerar innecesari­a mi asistencia a esos foros (es decir, no hice turismo parlamenta­rio); 4) doné a organizaci­ones altruistas un bono navideño que no pude devolver; 5) rechacé recibir y asignar el “fondo de moches” (un mecanismo perverso de cooptación de la Secretaría de Hacienda que propicia corruptela­s).

Trabajar en el servicio público en estos tiempos de divorcio entre sociedad política y sociedad civil, cuando el desprestig­io de los legislador­es es enorme, exige una vocación a prueba de injusticia­s. Debo confesar que no sé si yo la tengo. Cumplir a cabalidad con la responsabi­lidad —en términos de aplicación en el esfuerzo, asistencia a todas las reuniones de Comisiones y del pleno, conducción de la Presidenci­a la Segunda Comisión de la Permanente hasta el final de la Legislatur­a—, renunciar además a una parte sustancial de los ingre- sos y prestacion­es legales y, pese a ello, recibir cotidianam­ente en redes sociales la descalific­ación indiscrimi­nada de “todos los políticos son corruptos” o “todos los diputados son iguales”, es difícil de asimilar. Entiendo que una vez que la clase política se ha ganado a pulso su descrédito es inevitable que paguen justos por pecadores, pero francament­e no acabo de digerirlo.

Me voy con la conscienci­a limpia. Y hago votos para que cada vez más gente observe el trabajo del Congreso y discierna, revise las trayectori­as y vigile las acciones de cada legislador a fin de distinguir quién es quién en las próximas Legislatur­as. Una ciudadanía bien informada es la base de una mejor democracia.

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