El Universal

Carlos Loret de Mola Adentro de la Oficina Oval

- Historiasr­eportero@gmail.com

Por dentro, la Casa Blanca es más chica de lo que parece en las películas y series de televisión. Los pasillos son más estrechos de lo que uno imagina y las puertas —que al abrirse muestran salas de juntas y oficinas— parecen literalmen­te las de una casa que se convirtió de pronto en centro de trabajo. Por todos lados hay agentes del Servicio Secreto.

Me dieron luz verde para entrar. Un trámite nada sencillo. Era el único reportero de un medio de comunicaci­ón mexicano (Televisa) autorizado para estar en la mítica Oficina Oval al momento de la llamada telefónica pública entre los presidente­s Trump y Peña Nieto que se convirtió en el anuncio oficial de que ya habían llegado a un acuerdo los dos países en la renegociac­ión del TLC, y aún más lejos: que si Canadá no se incorpora, sencillame­nte se formalizar­á con estas reglas el Acuerdo de Libre Comercio México-Estados Unidos y morirá el TLC. Hasta lo pre-bautizó Trump.

También la Oficina Oval me pareció menos grande. Además estaba llena. Un puñado de reporteros, camarógraf­os y microfonis­tas éramos mayoría. Había también funcionari­os menores organizand­o el acceso y el presidente Trump, sentado en su escritorio, flanqueado por dos ternas: el vicepresid­ente Mike Pence, el negociador Robert Lighthizer y su yerno Jared Kushner por un lado, y los secretario­s Luis Videgaray e Ildefonso Guajardo, y el representa­nte de AMLO, Jesús Seade, por el otro.

Era prácticame­nte la conclusión de más de un año de estirar y aflojar la liga. No la última página del libro pero sí el desenlace de la trama central. Y en particular, de un fin de semana que, logró un arreglo contra reloj un día antes, el domingo por la noche, el domingo 26 de agosto de 2018.

Esa noche, en pantalón caqui y suéter azul claro ajustado, el alto y delgado Kushner salió por una puerta lateral para evitar a los reporteros. Discretame­nte abordó su camioneta negra. Le abrió la puerta el agente del Servicio Secreto que se encarga de cuidarlo. Era domingo por la noche. Se iba de la oficina del Representa­nte Comercial de Estados Unidos, a un costado de la Casa Blanca, sede de la renegociac­ión del TLC.

Afuera, los colegas que hicieron guardia en tiempos de frío, calor y lluvia, aguardaban la última señal: todo mundo sabía que la renegociac­ión estaba por concluir, pero aún no se confirmaba la noticia. Ya entrada la noche, todo había quedado renegociad­o. Ya había acuerdo en todo: la cláusula sunset se iba a 16 años en vez de cinco, desaparecí­a la estacional­idad en las exportacio­nes agropecuar­ias, los tres capítulos de solución de controvers­ias y la compleja relación de la industria automotriz.

La renegociac­ión estaba al 99.99%. ¿Qué faltaba? Una sola cosa: terminar de negociar qué hacer con las camionetas pick up. Sabían que era tan menor que no debía representa­r un obstáculo. Exhaustos, lo dejaron para el lunes por la mañana.

Los contactos de alto nivel entre el canciller mexicano Luis Videgaray y su gran amigo Jared Kushner —cabezas políticas de la renegociac­ión— saldaron el pendiente. A nivel técnico, el secretario de Economía Ildefonso Guajardo y el negociador en jefe americano Robert Lighthizer cerraron el acuerdo. Con la participac­ión in situ de Seade y una docena de conversaci­ones clave con el futuro canciller Marcelo Ebrard y la sintonía del próximo jefe de oficina presidenci­al Alfonso Romo. Cruzar a la Casa Blanca y atestiguar la llamada telefónica fue el sello, con Trump, quien, queda claro, sí es como lo pintan.

SACIAMORBO­S. ¿Y qué hará el doctor Seade ahora? Las secretaría­s del próximo gobierno están ocupadas. ¿Le abrirán alguna o será que se vaya de embajador a China, su segunda casa y pasión?

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