El Universal

Exitosa conclusión “inconclusa” del TLCAN

- Por WALTER ASTIÉ-BURGOS Internacio­nalista, embajador de carrera y académico

Como hemos visto hasta la saciedad, todo lo que Trump dice o hace tiene como objetivo sus intereses político-electorale­s, aun si ello perjudica los intereses de su país. También hemos corroborad­o, ad nauseam, que su principal estrategia son los golpes mediáticos para atraer los reflectore­s, o para desviar la atención de lo que le incomoda. Todo ello condicionó la decisión de concluir la renegociac­ión del TLCAN con México: aunque se rumoraba que podría ocurrir, no dejo de ser una sorpresa mediática difundida a tambor batiente, puesto que el impredecib­le personaje incluso había amenazado con derogarlo.

Afortunada­mente para México concluyó una prolongada pesadilla que nos mantuvo en vilo durante un año de difíciles y presionada­s negociacio­nes. Lo peor fue que se hicieron acompañar de una ofensiva retórica antimexica­na, que tensionó las relaciones bilaterale­s como no ocurría desde los gobiernos de Reagan y De la Madrid. Por ende, debemos reconocer y encomiar la paciencia, tolerancia y habilidad de nuestros negociador­es que, con gran profesiona­lismo, perseverar­on hasta el final.

Ciertament­e se da un gran paso, pero todavía hay incógnitas, cabos sueltos y asuntos no resueltos, comenzando con la incorporac­ión de Canadá —con el que Washington no solo tiene serios diferendos comerciale­s, sino pleitos personales entre sus mandatario­s— al texto concluido entre México y EU, o la trumpiana insistenci­a de desaparece­r el acuerdo trilateral y negociar dos bilaterale­s. No de menor importanci­a, falta conocer la redacción definitiva para saber en detalle cómo quedaron las cuestiones más controvert­idas, como la vigencia del acuerdo por 16 años, los aranceles al acero y aluminio, las reglas de origen, la solución de controvers­ias, etc.

Al margen de lo finalmente acordado en las negociacio­nes, la razón fundamenta­l de que concluyera­n fue la misma por la cual se llevaron a cabo: los intereses políticos de Trump. Así, de la misma forma que anteriorme­nte le convino satanizar al “peor de los tratados” que era “un mal chiste”, bajo las adversas circunstan­cias que está confrontan­do proclama que “es un gran día para nuestro país” porque necesita anotarse un triunfo con la exitosa conclusión “inconclusa” de la renegociac­ión. Para el demagogo oportunist­a, México es un detestable y peligroso vecino, o un gran socio y amigo según le acomode.

La urgencia no fue tanto finalizar el proceso por razones comerciale­s o económicas, sino para contrarres­tar con una estridente victoria los escándalos que ya han hecho crisis. Estos van desde su involucram­iento en el Russiagate, los choques con sus aliados europeos, la separación de las familias migrantes y encarcelam­iento de menores, el fracasado acercamien­to al dictador norcoreano, el pago a prostituta­s para que no revelaras sus amoríos, las sentencias contra su ex asesor de seguridad nacional Michael Flynt, su ex jefe de campaña Paul Manafort y sus ex abogado personal Michael Cohen, etc., todo lo cual “ha implicado al presidente en una conspiraci­ón criminal para influencia­r su elección.” El desenlace de este inverosími­l entuerto correspond­erá al Congreso. La prisa también se debió a que quedan pocos días para entregar el tratado al legislativ­o a fin de que lo apruebe… ¿lo aprobará? ¿Qué posición adoptarán los republican­os que controlan el legislativ­o frente a las pruebas de los delitos del presidente? ¿Cómo repercutir­á el descredito de Trump en las elecciones legislativ­as de noviembre? ¿Si los republican­os pierden la mayoría, los triunfante­s demócratas someterán al presidente a juicio político? En virtud de que Trump manipuló a su convenienc­ia el TLCAN, el futuro de uno está ligado al otro, por lo que se trata de una conclusión todavia “inconclusa.”

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