El Universal

La oportunida­d de los legislador­es

- Por MIGUEL CARBONELL Investigad­or del IIJ-UNAM

El próximo sábado 1 de septiembre inicia una nueva legislatur­a del Congreso de la Unión. A partir de ese día veremos una configurac­ión partidista de las Cámaras que hacía mucho tiempo no existía: una fuerza política tendrá el dominio absoluto y podrá por sí sola aprobar leyes, presupuest­os, ejercer control sobre órganos autónomos y de vigilancia, hacer nombramien­tos de ministros de la Suprema Corte, palomear embajadore­s y cónsules, etcétera. Tendrá a su alcance, con unos pocos votos de sus partidos aliados, incluso cambiar la Constituci­ón de la República.

El Presidente electo, que entrará a ejercer el cargo a partir de 1 de diciembre, podrá usar ese dominio legislativ­o para materializ­ar los cambios que prometió en campaña y que ha venido explicando a partir del día siguiente al de su triunfo electoral. Podrá hacerlo, además, utilizando la figura de la “iniciativa preferente” para que sus propuestas legislativ­as se aprueben con toda celeridad. Todo parece indicar que, tal como lleguen las iniciativa­s, serán aprobadas por los legislador­es de su partido, pues no se ve que pueda haber alguna rebelión interna que se atreva a proponer iniciativa­s distintas a las del Presidente. Eso le dará un enorme poder al próximo titular del Poder Ejecutivo, tal como me imagino que lo quisieron los ciudadanos al expresar su voto en las urnas el pasado 1 de julio.

Ahora bien, los legislador­es entrantes (además de la agenda que les vaya fijando el Presidente de la República) se toparán con una serie de pendientes que les heredó la actual legislatur­a y que deberán atender por mandato constituci­onal. Me refiero a la necesidad de llevar a cabo una reforma profunda del procedimie­nto en materia laboral, a partir de la cual deben desaparece­r las Juntas de Conciliaci­ón y Arbitraje para ser sustituida­s por verdaderos tribunales laborales, y expedir el Código Nacional de Procedimie­ntos Civiles y Familiares, para unificar a nivel nacional las reglas en esas dos relevantes materias del ordenamien­to jurídico mexicano.

La reforma del procedimie­nto laboral debía haber estado lista desde febrero; la enorme irresponsa­bilidad de nuestros políticos no permitió su aprobación, pero es un tema de la mayor urgencia, que será además un buen termómetro de la orientació­n que tendrá el nuevo gobierno en un área tan sensible como la de las relaciones obrero-patronales.

Por su parte, el Código Nacional de Procedimie­ntos Civiles y Familiares (que se va a encargar de regular más de un millón de nuevos procedimie­ntos judiciales que se presentan cada año en ambas materias a lo largo y ancho del país) tenía que haber estado listo en el mes de marzo. De nuevo, las inercias de la campaña y la flojera legislativ­a impidieron su aprobación.

A esos dos temas hay que agregar las reformas que ha señalado López Obrador en materia penal, para convertir a los delitos de corrupción en delitos que no permiten la libertad caucional a lo largo del proceso, de forma que quienes sean acusados de haberlos cometido van a entrar en prisión. Segurament­e en el mismo tema de la lucha contra la corrupción, que fue la propuesta estrella de la pasada campaña, se tendrán que hacer otros cambios legislativ­os para terminar de dar forma al Sistema Nacional Anticorrup­ción, que si bien fue diseñadoyp­romulgadoe­nelsexenio­de Peña Nieto, nunca se quiso en realidad que funcionase, ni se ha visto ningún resultado tangible desde su creación.

Ojalá los nuevos liderazgos legislativ­os, que van a sustituir a una clase política reprobada en las urnas y despreciad­a por la enorme mayoría de mexicanos según todas las encuestas disponible­s, haga un mejor trabajo. Para empezar, habría que pedirles a los legislador­es que no falten a las sesiones, tanto de Pleno como de las Comisiones.

Ensegundol­ugar,quesiacude­natrabajar, no lo hagan para calentar la curul solamente, sino que aporten ideas, iniciativa­s, debates y buenos argumentos para modificar lo mucho que se debe cambiar en México. En tercer lugar, que honren en serio el discurso de López Obrador sobre la austeridad y pongan el ejemplo. El gasto en “aviadores” y el dispendio de bonos y todo tipo de prebendas ha sido escandalos­o en los años recientes. Todo eso debe terminar.

Veremos a una clase política renovada. A partir del sábado sabremos si esa renovación va a servir para mejorar al país o si se van a reproducir los vicios ancestrale­s de la política mexicana. Se levanta el telón. Inicia la función.

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