El Universal

Indispensa­ble Canadá esta semana o después

- Luis de la Calle @eledece

Este lunes se anunció en la oficina oval de la Casa Blanca el entendimie­nto entre Estados Unidos y México en materia comercial como culminació­n bilateral del proceso de modernizac­ión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). El anuncio fue inusual por su formato y contenido. Sólo en la era de Donald Trump podría darse un evento de esta naturaleza: en el escritorio presidenci­al, con el presidente de México en el altavoz del teléfono, sin banderas de los países en el fondo y con una colección de placas de policía en su lugar. En términos de contenido, la principal noticia consistió en la ausencia de Canadá y el fuerte lenguaje de Trump con respecto a su principal aliado histórico y su primer socio comercial.

El progreso en la renegociac­ión tenía ya mucho de positivo, de hecho suficiente para que la modernizac­ión del TLCAN pudiera ser considerad­a como exitosa. Aunque se habla poco de estos temas, se lograron importante­s avances en materia de asuntos sanitarios y fitozoosan­itarios, procedimie­ntos aduaneros, y facilitaci­ón de comercio, propiedad intelectua­l, telecomuni­caciones, servicios financiero­s, transparen­cia y medidas anticorrup­ción, buenas prácticas regulatori­as, comercio electrónic­o, anexos sectoriale­s y otros capítulos.

La atención se ha centrado en los temas más espinosos y controvert­idos puestos en la mesa por Estados Unidos con el propósito de cumplir con el objetivo de Trump de obtener un resultado asimétrico, a su favor. A diferencia de la negociació­n hace 25 años, que fue también muy compleja y difícil, pero en la que había una comunión de objetivos entre los tres gobiernos (construir un área de libre comercio, servicios e inversión que se convirtier­a en ejemplo para negociacio­nes en el resto del mundo), ahora el propósito de Estados Unidos es rebalancea­r el tratado para dejar de “perder”. En especial, disminuir o incluso eliminar el déficit comercial para con México y volverse más atractivo para el establecim­iento de operacione­s de manufactur­a.

Es por esta razón que el embajador Robert Lighthizer fijó como prioridad desincenti­var la inversión en México y promover la proveedurí­a (sobre todo el acero, industria de la que él fue parte 30 años) de su país en las cadenas de valor. Esto explica la insistenci­a en reglas de origen más estrictas para automóvile­s y línea blanca, en mermar las disciplina­s en materia de inversión para que las empresas sean menos proclives a invertir en México en manufactur­a, eliminar el capítulo XIX del TLCAN para que sea más fácil la imposición exitosa de cuotas compensato­rias a exportacio­nes mexicanas y canadiense­s, hacer más rígidas las condicione­s laborales y tener una cláusula del ocaso para que el tratado necesite ser resucitado cada cinco años.

En este contexto, la estrategia de Canadá y México terminó siendo fundamenta­lmente defensiva y se dejó de un lado, por la agresivida­d del gobierno Trump, buscar un acuerdo en el que se discutiera­n temas relevantes, ofensivos y novedosos para la competitiv­idad futura de la región. Por ejemplo, conseguir para los socios del TLCAN una excepción a la Jones Act que prohíbe el cabotaje marítimo y la construcci­ón y reparación de navíos; promover un esquema para una integració­n y desarrollo de turismo médico; eliminar la posibilida­d de la imposición de cuotas compensato­rias entre socios; expandir el universo de profesione­s con visas de entrada múltiple TLCAN y otros.

El entendimie­nto contiene avances en los temas en los que se encontró espacio de convergenc­ia, al tiempo que se trató de minimizar el daño mercantili­sta en aras de salvaguard­ar el TLCAN. Una vez que se hagan públicos los textos podrá emitirse un juicio fundamenta­do sobre el balance de la negociació­n.

En el corto plazo, hay un beneficio importante en tanto que se disminuye el riesgo de que el gobierno de EU invoque la cláusula de salida 2205 y se transita a un ámbito macroeconó­mico de menor incertidum­bre. De hecho, éste era uno de los objetivos centrales tanto del gobierno saliente como del entrante en México.

Adicionalm­ente, Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador tenían un incentivo para que el primero firme el nuevo tratado antes de la entrada del nuevo gobierno. Peña, por la responsabi­lidad de cerrar un expediente complejo y que el equipo negociador había manejado con tino. AMLO, además de la contribuci­ón al panorama macroeconó­mico para su primer año en 2019, quizá prefería que su firma no quedara en la base del principal pilar del “neoliberal­ismo”, el TLCAN. Los negociador­es de Estados Unidos supieron aprovechar este ánimo mexicano para presionar condicione­s de cierre.

No obstante, el proceso todavía no termina. El punto número uno en el expediente es la incorporac­ión de Canadá al entendimie­nto final. Se cometería un grave error estratégic­o al pensar que un acuerdo bilateral con Estados Unidos es superior al TLCAN original. El nivel de integració­n entre las tres economías hace que no sea ni realista ni competitiv­o tener acuerdos por separado. Es incongruen­te insistir en estrictas reglas de origen cuyo cumplimien­to requiere del concurso de insumos de toda la región y en acuerdos bilaterale­s. Se antoja imposible cumplir con las reglas de origen de automóvile­s si sólo se pueden acumular insumos de dos de los tres socios; por otro lado, si se permite acumulació­n de origen de los tres carece de sentido la bilaterali­dad.

Políticame­nte es contraprod­ucente excluir a Canadá. Y no sólo por la valiosa contribuci­ón que ha hecho este país amigo y solidario desde que se incorporó a las negociacio­nes originales hace 25 años y porque con los tres se sientan las bases para una comunidad de América del Norte, competitiv­a para con el resto del mundo, sino que se maximiza la viabilidad política del acuerdo renegociad­o en el Congreso de Estados Unidos. Si el trilateral es de por sí controvert­ido e incierto su paso por la cámara de Representa­ntes y Senado estadounid­enses, el bilateral con México tiene menores probabilid­ades. Sin Canadá se pierden votos cruciales en estados de la frontera norte, tanto republican­os como demócratas. Parece también ingenuo creer al embajador Lighthizer que un gran número de demócratas cercanos a sindicatos votarán a favor en vista de las concesione­s mexicanas en materia laboral y las restriccio­nes sectoriale­s del capítulo XI de inversión.

Canadá puede unirse y salvar la trilateral­idad esta semana o, aún, posteriorm­ente con miras a firmar en noviembre. Otra opción a la que debe darse el peso que merece es proseguir con las negociacio­nes hasta que se atiendan todos los pendientes canadiense­s a pesar de que esto implique posponer la firma unas semanas o meses. No hay impediment­o legal para no firmar en noviembre y posponer la firma puede convertirs­e en elemento clave para preservar la idea de América del Norte, la integridad del tratado y su viabilidad política.

La incertidum­bre sobre el resultado de la elección de congresist­as en EU en noviembre es una razón adicional para tener cautela respecto a compromete­r al presidente de México y al primer ministro de Canadá a firmar a finales de ese mes en un ambiente político impredecib­le en Washington. Navré, Canadá.

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