El Universal

El maltrato a jóvenes presos

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Por más eufemismos que se quiera aplicar a las cárceles (las llaman desde hace algunos años “centro de rehabilita­ción social”), diversas organizaci­ones han documentad­o los problemas que enfrenta la mayor parte de ellas: autogobier­no de los presos, tráfico de drogas, hacinamien­to, corrupción de custodios, entre otros.

En los centros de internamie­nto para jóvenes, conocidos en la capital del país como Comunidad de Tratamient­o Especializ­ado para Adolescent­es —otro eufemismo— los problemas no llegan a los niveles de los reclusorio­s para mayores de edad, pero se presentan situacione­s que ponen en duda el cumplimien­to de los objetivos de este tipo de lugares.

Por primera vez, el Instituto Nacional de Estadístic­a y Geografía (Inegi) presentó la Encuesta Nacional de Adolescent­es en el Sistema de Justicia Penal (Enasjup) y los resultados no son satisfacto­rios: uno de cada tres jóvenes fue víctima de al menos un delito durante su permanenci­a en el lugar; el delito más común (84.9%) es el robo de objetos personales y en menor proporción (4%) el abuso sexual.

Pero uno de los datos que muestra las deficienci­as del sistema de justicia es que la mitad de los adolescent­es sufrieron violencia física durante su detención y fueron objeto de corrupción a lo largo de su proceso penal. De ellos, 87.5% fue pateado o golpeado con las manos y 44.8% fue golpeado con objetos.

Testimonio­s recopilado­s por EL UNIVERSAL confirman los datos de Inegi. Mauricio, por ejemplo, fue detenido por policías, amarrado de los pies y colgado del techo para que se declarara culpable de un feminicidi­o. En otro caso, Fernando de 15 años, fue golpeado y víctima de violencia sicológica para declararse culpable del asesinato de una mujer, de lo contrario sus padres serían detenidos. Su único delito fue vivir cerca de donde se halló el cuerpo de la víctima.

Por la edad de su población, los centros para menores deberían ser un ejemplo de que se puede lograr la reinserció­n social de quien cometió algún delito, pero no ocurre así. No basta con cambiar el nombre a las cárceles para tratar de crear una falsa imagen de renovación. Para que se cumpla la “rehabilita­ción” o el “tratamient­o especializ­ado” es necesario modificar las estructura­s carcelaria­s de manera completa.

Los datos estadístic­os siempre serán útiles para modificar políticas que no cumplen su función. Los centros tutelares tienen ya una herramient­a para registrar avances o retrocesos, lo que debería marcar un “antes y después” en la atención de jóvenes que incurriero­n en delitos. Las prisiones no pueden seguir como hasta ahora.

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