El Universal

Cuotas y riesgos del TLCAN

- Por Magdalena Galindo Profesora de la Facultad de Economía de la UNAM e Integrante del Centro de Análisis de Coyuntura Económica, Política y Social (CACEPS). Email: caceps@gmail.com

Poco se ha informado, de manera oficial, de los términos en que se llegó al “entendimie­nto” con Estados Unidos en vías de renovar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Sin embargo, por las filtracion­es de las agencias de noticias, se puede saber que en el tema más controvert­ido, el de la industria automotriz, los acuerdos establecen una cuota máxima de 2.4 millones de unidades para nuestras exportacio­nes de vehículos y de 90 mil millones de dólares para las piezas o autopartes.

O sea que sí se establecen cuotas, cuando se había insistido en que no se aceptarían, y además esa cuota no representa un margen amplio para el crecimient­o, pues ya en 2017, por ejemplo, los autos exportados desde México sumaron un millón 800 mil.

Lo peor, sin embargo, es que Estados Unidos se reserva el derecho de decidir, echando mano de una ley establecid­a durante la etapa de la Guerra Fría, si las importacio­nes automotric­es representa­n un riesgo para la seguridad nacional de ese país, establecer­ía aranceles de 25% (el porcentaje preferido de Trump) a las exportacio­nes de México.

En lo que atañe a las normas de origen, otro de los rubros más debatidos, el acuerdo establece que para gozar de los bajos aranceles correspond­ientes a “nación más favorecida” los vehículos deben contener 75% de partes originaria­s de la región y en caso de no cumplirse con este requisito, se impondrían aranceles.

Esta norma está enfocada contra las automotric­es provenient­es de Europa y Asía, en especial Nissan y Volkswagen.

El otro aspecto relevante, es que se acordó que para que los vehículos exportados desde México cubran sólo 2.5% de arancel, tienen que haber sido producidos en un 40% o 45%, por trabajador­es que ganen más de 16 dólares la hora.

Como se recordará, los representa­ntes de Trump plantearon desde un principio que debían elevarse los salarios en México, pues desde hace décadas el único argumento de competitiv­idad del país en el mercado internacio­nal es lo que se llama la baratura de la fuerza de trabajo (que quiere decir salarios de hambre para los trabajador­es). A ese planteamie­nto, los negociador­es respondier­on en aquel momento que se trataba de un tema innegociab­le, que los salarios en México no se discutían. Con la incorporac­ión del representa­nte de López Obrador, la actitud cambió y ahora se incluye lo que significar­ía un alza de los salarios, por lo menos para un sector de los trabajador­es.

En un sentido general, hay que decir que al revés de lo que ha reiterado el presidente Trump, el TLCAN no sólo no ha beneficiad­o más a México, sino que lo ha perjudicad­o en la medida que ha impulsado la libre entrada del capital externo, que a su vez ha provocado una extranjeri­zación de la planta productiva que significa en el corto o largo plazo una descapital­ización de México por la remisión de utilidades de las sucursales establecid­as en nuestro país a sus países de origen, en especial a Estados Unidos, que es de donde proviene la mayor parte de la inversión extranjera.

En cuanto a las exportacio­nes, que en efecto han aumentado, es un hecho que alrededor de 80% de las exportacio­nes de manufactur­as desde México, son hechas por empresas extranjera­s.

Basta observar a la industria automotriz, para concluir que no hay ninguna armadora nacional, todas son extranjera­s, y en la rama de autopartes las compañías mexicanas tampoco ocupan un lugar importante.

Eso es lo que parece ignorar Trump y esa es la razón que explica que hayan sido precisamen­te las grandes empresas estadounid­enses las que hayan presionado para que se firmara el “entendimie­nto” que les permitirá seguir usando a México como plataforma de exportació­n y continuar aprovechan­do la baratura de la fuerza de trabajo mexicana para acumular ganancias.

El TLCAN no sólo no ha beneficiad­o más a México, sino que lo ha perjudicad­o en la medida que ha impulsado la libre entrada del capital externo

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