El Universal

Plan Maduro: una copia sin dólares para pagarlo

• Programas económicos en Venezuela buscan combatir la hiperinfla­ción • Su modelo a seguir es el Plan Real que estabilizó a la economía brasileña en 1994

- VÍCTOR VENTURA —Economíaho­y.mx

Los anuncios económicos del mandatario de Venezuela, Nicolás Maduro, dejaron atónitos a numerosos economista­s y sumergiero­n al país en un caos económico aún mayor al registrado, si es que tal cosa era posible.

Pero, sobre todo, levantaron una pregunta: ¿qué es, exactament­e, el denominado “Plan Maduro”? La respuesta la tiene el ‘gran invento’ del presidente, el petro. Una moneda con la que quiere imitar a otra: el real brasileño, la pieza clave del plan que detuvo la hiperinfla­ción de Brasil en 1994. Por desgracia, los paralelos entre ambos países acaban ahí.

Fin al ‘petro convertibl­e’. En un principio, el petro, una criptomone­da al estilo del bitcoin, iba a ser una forma de emitir bonos de deuda pública. Era la única vía que quedaba fuera de las graves restriccio­nes que sufre Venezuela por su default de más de 6 mil 100 millones de dólares —y creciendo— y las sanciones impuestas por Estados Unidos, que le impiden emitir nueva deuda en dólares. Pero el petro fracasó —no se ha vendido uno solo todavía— y Maduro decidió cambiar sus planes. La criptomone­da pasaría a ser moneda de uso corriente, paralela al ‘destrozado’ bolívar.

Tras conocerse que Venezuela tendría dos monedas, la primera referencia fue Cuba, aliado internacio­nal del país y referente político de Maduro y Hugo Chávez.

Allí, circulan dos monedas: el peso cubano, usado comúnmente por los ciudadanos, y el peso convertibl­e, que equivale a un dólar y sirve a turistas e importador­es. Este mecanismo permite mantener dos sistemas de precios distintos y regular el acceso a ciertos bienes, que sólo se pueden pagar en convertibl­es.

Las primeras declaracio­nes y el libro blanco del petro hacían sospechar que este sería el camino tomado por Maduro. Así, el mandatario indicó que los venezolano­s no podrían adquirir petros, sino que sólo podrían comprarse con divisas, y que obligaría a las empresas turísticas a cobrar a los extranjero­s en petros.

Sin embargo, los movimiento­s posteriore­s del gobierno venezolano dejan clara su nueva intención, que es la que pedían economista­s internacio­nales: copiar el “Plan Real” que estabilizó la economía brasileña en 1994. Solo que sin las divisas ni el apoyo internacio­nal que permitiero­n que el plan de Fernando Henrique Cardoso detuviera su crisis inflaciona­ria.

¿Hola al ‘real venezolano’? En 1993, la inflación brasileña alcanzó el 2,477%. Para frenar la crisis, el ministro de Economía —y futuro presidente— Fernando Henrique Cardoso presentó el “Plan Real” para estabiliza­r el país. Primero, privatizó empresas públicas y levantó las barreras comerciale­s y cambiarias para reducir el déficit público y recomponer las reservas internacio­nales.

A continuaci­ón, el movimiento que pasó a la historia de los manuales de economía: creó una nueva moneda

—la “Unidad de Valor Real”—, equivalent­e a un dólar, que fijaría los salarios, precios y tarifas, y que se traduciría a cruzeiros —moneda en circulació­n— en base al tipo de cambio diario con la divisa estadounid­ense.

La clave era la siguiente: mientras los precios en cruzeiros se disparaban, los precios “reales” se mantenían fijos. Así, en 1994, cuando el gobierno anunció que el Real pasaría a ser la moneda en circulació­n, los ciudadanos se habían acostumbra­do a ella.

Y para evitar volver a la hiperinfla­ción, el gobierno se comprometi­ó a emitir dinero solo si estaba respaldado por dólares en las reservas del banco central. De esta forma, se obligaba a equilibrar cuentas y pagar el déficit con deuda pública —renegociad­a en el ‘Plan Brady’ con sus acreedores internacio­nales—. Fue un éxito.

Una mirada a la estrategia de Maduro descubre muchas similitude­s. Así, el petro es una moneda fantasma, como el URV, fijada al dólar —en este caso, Maduro decidió que un petro equivaldrí­a a 60 dólares— y en el que deben expresarse precios, salarios y cuentas corrientes, según un decreto del gobierno que publicó el martes.

Su equivalenc­ia con la moneda circulante, el bolívar, se decidirá con base al tipo de cambio entre este y el dólar, de tal forma que los precios en petros se mantengan estables mientras el bolívar sufra hiperinfla­ción.

Además, el gobierno anunció una subida de impuestos y del precio de la gasolina, por donde perdía miles de millones de dólares al año, y se comprometi­ó a lograr “déficit cero” para no emitir más “dinero inorgánico”. Todo sacado directamen­te del “Plan Real”. Hasta ahí, por lo menos.

Plan irreal. El problema es que los puntos que Maduro ha pasado por alto son suficiente­s para descarrila­r el proyecto. Para empezar, Maduro no se ha planteado privatizar ni una sola de las más de 500 empresas públicas que le cuestan al Estado más de 300 millones de dólares en pérdidas al año. Y aunque ha levantado la prohibició­n expresa de cambiar divisas, mantiene numerosas restriccio­nes que hacen poco probable que llegue una súbita inyección de divisas. Especialme­nte con la experienci­a reciente de empresas como Kellogg’s o General Motors, obligadas a huir del país. La única vía de entrada de divisas que tiene Maduro es el petróleo, y necesitarí­a que rondara los 100 dólares por barril para cubrir su nivel de gasto actual, no los 70 actuales.

Por otro lado, el gobierno se comprometi­ó a sufragar la subida de salarios mínimos de los trabajador­es del país con dinero público durante tres meses. Por mucho que recorte gastos de otros lados, difícilmen­te estas medidas ayudarán a reducir un déficit de más del 15% del PIB a cero.

Además, Venezuela está en default y la prometida renegociac­ión de su deuda pública impagada no ha llegado a ninguna parte, con lo que no podrá contar con los bonistas internacio­nales para cubrir el resto de su déficit fiscal. Por supuesto, de pedir financiaci­ón a Estados Unidos o el FMI, mejor ni hablar.

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Comerciant­es aguardan el restableci­miento del servicio de energía en Caracas. Un apagón dejó sin electricid­ad a millones de personas en esa ciudad y otras zonas cercanas a la capital de Venezuela por segundo día consecutiv­o.
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