El Universal

La tragedia de los niños migrantes

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Los migrantes, especialme­nte los indocument­ados, son alrededor del mundo uno de los sectores sociales más vulnerable­s y como se ha documentad­o en incontable­s ocasiones, frecuentem­ente son víctima de abusos y violacione­s de toda índole a sus derechos humanos. Al convertirs­e en seres desposeído­s por hallarse lejos de sus familias y lugares de origen, los migrantes, quienes únicamente van en busca de mejores oportunida­des de vida, casi siempre son vejados, engañados, maltratado­s y explotados.

Si esto sucede con personas adultas, capaces relativame­nte de valerse por sí mismas y de defenderse en caso de ser necesario, imaginemos la enorme —¿absoluta?— vulnerabil­idad en que se encuentran quienes, también siendo migrantes, además son menores de edad, apenas niños en la mayoría de los casos, que atraviesan miles de kilómetros persiguien­do una mejor vida, engullidos por la inercia de sus comunidade­s, en la que migrar es el único camino posible a seguir.

Se trata sin duda de una letal combinació­n la de niñez y migración, misma que por desgracia, hoy lo sabemos, es una tendencia bien consolidad­a. Es en este contexto que, según informació­n de la Secretaría de Relaciones Exteriores, de enero de 2001 a julio de este año, 223 mil 497 menores de edad mexicanos han sido repatriado­s, provenient­es de 45 naciones de los cinco continente­s. De este total, 223 mil 132 vienen de Estados Unidos, es decir, el 99%. La Cancillerí­a detalló que de 2001 a 2006, en el periodo de Vicente Fox, 74 mil 728 menores de 18 años fueron repatriado­s, mientras que en el sexenio de Felipe Calderón esta cifra subió a 84 mil 825. En la presente administra­ción suman hasta julio de este año un total de 63 mil 579 menores regresados al país.

Al analizar estos números uno se pregunta cómo es que el gobierno mexicano, ante una problemáti­ca tan grave y por demás evidente, no ha implementa­do acciones de ningún tipo, ya no digamos eficaces, para evitar que menores se aventuren a la frontera norte, a un viaje lejano que fácilmente puede depararles ser víctimas de trata o la muerte. Sobra decir que ante esta ausencia de acciones efectivas del Estado mexicano, las mafias de tratantes tienen el camino libre.

Por ello, es urgente que el gobierno mire hacia los estados expulsores de estos menores migrantes, les brinde oportunida­des para que no tengan que abandonar sus comunidade­s e informe a la sociedad, a las familias que estén pensando en enviar a sus hijos solos, sobre los enormes riesgos del periplo.

Urge pues un replanteam­iento de las políticas migratoria­s tanto en México como en Estados Unidos.

Un niño no tendría jamás que intentar atravesar un país entero “en pos del progreso”, arriesgand­o la vida.

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