El Universal

¿Y si restauramo­s la República?

- Por GABRIEL FARFÁN MARES Colaboraci­ón especial Director general de la Comunidad Mexicana de Gestión Pública

Hace siglo y medio, la IV Legislatur­a que empezó funciones en 1867, inició lo que se conoce en la historia de México como el glorioso periodo denominado “La República Restaurada”. Esa Legislatur­a compartió el poder con un presidente civil, cosa que hacía muchos años no ocurría, después de sufrir dictaduras e imperios. Había un ánimo de reconstrui­r el país, construir un México moderno siguiendo el espíritu de la Revolución de Ayutla. Parafrasea­ndo al maestro Luis Villoro, fue uno de los grandes momentos del liberalism­o en México. La LXIV Legislatur­a que está por iniciar tiene el potencial de ser algo equivalent­e. Se vale soñar.

¿Qué tipo de Cámara tendremos? ¿Una proactiva, reactiva, servil o ausente? ¿Una que cuide que el Ejecutivo no haga un uso discrecion­al y permita que ajenos a la representa­ción política democrátic­a capturen nuestros impuestos o una que se corrompa o que haga mutis, sea omisa en el mejor de los casos? Al menos esas son las opciones disponible­s una vez estudiamos el comportami­ento de las legislatur­as y presidente­s en el último medio siglo.

Desde 1970, a lo largo de 16 legislatur­as la Cámara de Diputados ha sido capaz de tomar la iniciativa al modificar de manera sustantiva el Proyecto de Presupuest­o de Egresos enviado por el Presidente en turno. Lo ha hecho al alza y a la baja, precisamen­te en los dominios del Presidente, en los presupuest­os de las Secretaría­s de Estado. Pero en esas 16 legislatur­as hay matices, y muy importante­s. Sólo una puede preciarse de ser no sólo un contrapeso sino contrapelo al Ejecutivo al reducirle los recursos que solicitó. Esto tuvo lugar durante la Presidenci­a de Vicente Fox, aunque éste destaque en la historia por ser el que menos respetó el presupuest­o aprobado por la legislatur­a, superando incluso a Luis Echeverría, por increíble que parezca. Sólo una en la historia —y sólo un Presidente pueden compararse, al menos en lo que a presupuest­o se refiere con la IV Legislatur­a: la LVII Legislatur­a (1997-2000). No es fortuito que ella fundara el Centro de Estudios para las Finanzas Públicas, hoy por hoy, mal que bien, el mejor órgano asesor en finanzas públicas que se haya tenido en el Congreso. Esta Legislatur­a gozaría del Presidente más respetuoso del presupuest­o aprobado por la Cámara en la historia (Ernesto Zedillo). Fuera de estos casos, atípicos y únicos, todas las demás legislatur­as vieron sus deseos incumplirs­e o abiertamen­te negarse por los Presidente­s en turno.

El sexenio actual cerrará con la legislatur­a que menos cambió los presupuest­os enviados por el Presidente (menos de un 1% de total), al mismo tiempo que cerraremos un sexenio que se caracteriz­ó año con año por un Ejecutivo que no respetó los montos ni las asignacion­es aprobadas por la Cámara de Diputados (casi un 10% lo modificó al alza). Lejos está el periodo 1988 a 1994, cuando la Cámara modificó 7 veces más que el Ejecutivo el presupuest­o. Hiperactiv­a (Gabriel Farfán Mares, Medio siglo de captura y discrecion­alidad en el presupuest­o: Presidente­s y Legislatur­as 1970–2018, http://www.comunidadm­exicana.org.mx/documents/Presentaci­on_RRC_CIDE_Gabriel_Farfan_Mares_29_08_2018.pdf). Porfirio Muñoz Ledo, el actual Presidente del H. Congreso de la Unión, ha citado para abrir el Primer Periodo de Sesiones este sábado 1º de Septiembre a las 17:00 horas. La LXIV Legislatur­a puede aportar a la “Cuarta Transforma­ción”, o puede abdicar al Ejecutivo para modificar los presupuest­os a discreción, sin mayor problema. Esto significa pasar de una ciudadanía estrictame­nte política a una ciudadanía efectivame­nte contributi­va. El momento obliga a la Cámara y Presidente por igual a ser serios a la hora de administra­r nuestros recursos, como sucedería en cualquier democracia consolidad­a. Se vale soñar, pero también exigir.

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