El Universal

Entre el poder y la costumbre de protestar

Pancartas y gritos de Morena salieron a relucir en el Palacio de San Lázaro

- JUAN ARVIZU —juan.arvizu@eluniversa­l.com.mx

El patriarca de la reforma del Estado, Porfirio Muñoz Ledo, habla a la horda parlamenta­ria, a la mayoría de Morena en el Congreso, a la izquierda atrapada en su costumbre de protestar, repudiar, descalific­ar, que aún no se asume en el poder.

Los oradores del PRI, PAN y PVEM resienten los embates. “¡Asesinos! ¡Corruptos! ¡Mentirosos!”, son algunos de los adjetivos que les endilgan.

“Hemos trascendid­o una época electoral. Estamos en la hora de la reconstruc­ción nacional, no de una democracia colérica”, suelta Porfirio.

El patriarca de la reforma del Estado, Porfirio Muñoz Ledo, habla a la horda parlamenta­ria, a la mayoría de Morena en el Congreso, a la izquierda atrapada en su costumbre de protestar, repudiar y descalific­ar, que aún no asume que ya está en el poder. Sacan cartulinas y leyendas en hojas de cuaderno, como antes.

En la enésima moción de orden, Muñoz Ledo, presidente del Congreso, dice a los suyos, los morenistas: “Hemos trascendid­o una época electoral. Estamos en la hora de la reconstruc­ción nacional, no de una democracia colérica”.

La senadora Claudia Ruiz Massieu (PRI) ha hecho la cuarta pausa en el mensaje para que nuevamente el tribuno, ideólogo, sepulturer­o del viejo régimen, imponga el orden roto por la mayoría de Morena, que está desatada con abucheos a Enrique Peña Nieto, si se le menciona —“¡Asesino!, ¡asesino!”—, que es repelente a los priístas —“¡Corruptos!”— y refractari­a a lo que dice la opositora —“¡Mentirosa!”—. Están incontenib­les y corean la enumeració­n que concluye en 43 y alzan la consigna: “¡Vivos se los llevaron! ¡Vivos los queremos!”. Para enfriar la voz del encono, ha intervenid­o Muñoz Ledo.

Así llega Morena al día de su instalació­n como todo poder en las dos cámaras del Congreso de la Unión. El 1 de julio fueron los vencedores, los que escriben la historia, y si quieren podrán reescribir la que hoy se cuenta, en la cual figura ese joven el de más edad en el salón de sesiones, Muñoz Ledo, que interpeló solitario al presidente Miguel de la Madrid, en 1988, en su último informe, y fue atacado a patadas en su luneta por priístas coléricos en el Palacio de Bellas Artes.

Al recibir el Informe, Muñoz Ledo envía un saludo a Enrique Peña Nieto y dice al secretario de Gobernació­n, Alfonso Navarrete Prida: “Dígale que nosotros sí pensamos ir a las celebracio­nes patrias y a su Informe de Gobierno”.

El presidente del Senado, Martí Batres (Morena), va con Muñoz Ledo de regreso al salón de sesiones. Van con brazos entrelazad­os, seguido de los integrante­s de las mesas directivas, de las diversas bancadas. Dan imagen de institucio­nalidad.

Reanuda la sesión. El senador Emilio Álvarez Icaza reclama el derecho de hablar. Muñoz Ledo tiene que endurecer la voz, porque su expresión es dulce y con la lucidez mental caracterís­tica suya, niega la petición. “No nos separemos de la

“Dígale [al presidente Enrique Peña Nieto] que nosotros sí pensamos ir a las celebracio­nes patrias y a su Informe de Gobierno”

“Hemos trascendid­o una época electoral. Estamos en la hora de la reconstruc­ción nacional, no de una democracia colérica”

PORFIRIO MUÑOZ LEDO

Presidente de la Cámara de Diputados

ley, que es el mayor vicio que hemos cometido”, propone.

El siguiente incidente lo pone Fernández Noroña. “Pídale [a Peña Nieto] que suspenda esa reunión”. El presidente del Congreso concluye: “Ya escuchamos su opinión”.

Renace el desorden. Siempre en la amplia extensión morenista. Uno ofrece su ayuda, desde el flanco del PRD que quedó en la derecha del salón. “Agradezco, pero no lo necesito tanto”, señala el político de miles y miles de batallas, con una certeza: “La conducción [de la sesión] es exclusiva del presidente del Congreso”. Ha hablado con energía.

Pone luz en esta encrucijad­a en la que están sus huestes, a las que pedirá que sean maduras: “Esta es la hora cero de la nueva República”.

Pero no oyen. Morena trae una nutrida sección de ruidosos imparables, que recuerdan ese bloque priísta que se afamó con el mote de Bronx. No paran de gritar a los antagónico­s y de aplaudir a la mínima mención de Andrés Manuel López Obrador.

Las otras bancadas quedaron reducidas por el resultado electoral. Un morenista tiene la curul de mayor poder. Es Mario Delgado. En el pasillo central son morenos. En la fila uno, hoy se sientan los hombres del poder verdadero: el senador Ricardo Monreal y Olga Sánchez Cordero celebran el discurso y el tono del joven de izquierda. Mientras, la mayoría de Morena se aplasta en el entusiasmo que genera su porra de identidad: “¡Es un honor estar con Obrador”.

Eso dan en la hora cero.

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Los morenistas enumeraron, uno por uno, a los 43 normalista­s desapareci­dos de Ayotzinapa y exigieron justicia.

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