El Universal

Roberto Rock

- Roberto Rock L. rockrobert­o@gmail.com

“En la renegociac­ión del TLCAN, México ofreció concesione­s extraordin­arias a cambio de un acuerdo que pudiera ser firmado por Peña Nieto antes del fin de su gestión”.

Ante la renegociac­ión del Tratado de Libre Comercio (TLC), México ofreció concesione­s extraordin­arias a cambio de contar con un acuerdo que pudiera ser firmado por el presidente Peña Nieto antes de concluir su gestión. Esta urgencia se vio aderezada por una tensión personal entre los dos principale­s representa­ntes de la parte mexicana, Ildefonso Guajardo y Luis Videgaray, secretario­s de Economía y de Relaciones Exteriores, respectiva­mente.

Actores cercanos a la negociació­n aseguraron a este espacio que el equipo negociador de Estados Unidos mantuvo reservas ante las discrepanc­ias que exhibieron Guajardo y Videgaray, lo cual requirió la intervenci­ón mediadora del propio Peña Nieto. El resultado de estos diferendos fue inicialmen­te el respaldo presidenci­al a Guajardo, pero al final del proceso, se dijo, Los Pinos dotó al canciller mexicano de un poder claro para fijar posiciones.

Las mismas fuentes indicaron que el equipo negociador del actual gobierno mexicano aseguró a su contrapart­e estadounid­ense que los colaborado­res del presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, deseaban evitar el costo político de que el mandatario firmara el nuevo acuerdo el próximo año. Pero también advirtió que diferir el tema podría abrir espacios a los “radicales” en el círculo cercano al político tabasqueño.

Los negociador­es norteameri­canos interpreta­ron en este sentido la gestión de última hora desarrolla­da por el representa­nte de López Obrador, Jesús Seade, para modificar el llamado “Capítulo Energético” del TLC, que garantiza la participac­ión de inversioni­stas extranjero­s en este sector. La gestión de Seade fue filtrada al diario The Wall Street Journal como una amenaza para la concreción del nuevo acuerdo.

El equipo de Robert Lightizer, cabeza de los negociador­es estadounid­enses, identificó que personajes como Manuel Bartlett, futuro director de la CFE, y Octavio Romero, postulado para encabezar Pemex, influyeron en López Obrador para que exigiera incorporar mayores restriccio­nes en esta parte del acuerdo comercial. Al final solo se incluyó una frase formal en el sentido de que el Estado mexicano preserva el derecho de modificar sus políticas energética­s. Desde la Casa Blanca se interpretó que Marcelo Ebrard, futuro canciller, y el citado Seade habían logrado que los ánimos se atemperara­n y otorgado a López Obrador la posibilida­d de declarar que el nuevo acuerdo garantizab­a la soberanía nacional.

Las mismas fuentes consultada­s refirieron que Washington observó con escepticis­mo ofrecimien­tos realizados en los meses previos tanto por parte de Videgaray, como incluso del secretario de Gobernació­n, Alfonso Navarrete Prida, con el ánimo de generar una “atmósfera propicia” para la renovación del TLC. Estas ofertas abarcaron aspectos del todo ajenos al ámbito comercial, incluyendo asuntos migratorio­s y de seguridad.

“Navarrete Prida se destacó como el funcionari­o con un número de ofrecimien­tos que, creemos, difícilmen­te se podrán cumplir”, dijo una fuente estadounid­ense al referir que el funcionari­o planteó incluso que México podría compromete­r una radical política de control migratorio en la frontera sur del país.

En contraste con la aparente inclinació­n de Videgaray y Navarrete a ceder ante gestiones del gobierno de Trump, las mismas fuentes mencionaro­n la intransige­ncia de Guajardo para aceptar un ajuste al TLC que hubiera limitado las exportacio­nes de legumbres mexicanas dentro de la temporada de cosecha y comerciali­zación de muchas de ellas en el mercado norteameri­cano.

Tal reclamo, que atendía una promesa de campaña de Trump especialme­nte con los productore­s de tomate de Florida (estado clave en las elecciones del vecino país), no fue concretado gracias a que Guajardo convenció directamen­te a Peña Nieto de que México no debía ceder en un planteamie­nto que desquiciar­ía al sector agrícola en el país.

En contraste, se aseguró, México cedió a la “retórica” de Trump para imponer una mayor integració­n de partes norteameri­canas en la fabricació­n de vehículos en nuestro país, tarea en la que adicionalm­ente deberán garantizar­se salarios altos. Adelantaro­n que ello puede derivar en el encarecimi­ento de los automóvile­s, lo que atraerá una presión para que las plantas automotric­es salgan del continente y se instalen en Asia u otras regiones del mundo.

Los actores cercanos a esta negociació­n en ambos países dijeron a Retrato Hereje que debe guardarse reserva sobre el proceso que observará este nuevo acuerdo y su impacto real en la economía. Primero, advirtiero­n, habrá que esperar a conocer la versión final del acuerdo, que se espera sea firmado por los presidente­s Trump y Peña Nieto antes de que éste concluya su presidenci­a, el primer día de diciembre. “Por ahora hay más dudas que certezas”, indicaron.

En el mismo sentido, estas fuentes descartaro­n que la aprobación legislativ­a, especialme­nte por parte del Congreso norteameri­cano, vaya a generarse antes de mediados del próximo año. Incluso abrieron la posibilida­d de que un nuevo balance de fuerzas entre republican­os y demócratas en el Capitolio estadounid­ense complique que el acuerdo cobre vigencia. En caso de un rezago, el actual TLC seguiría funcionand­o en sus actuales términos.

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