El Universal

Una charla transfront­eriza con Zadie Smith

- PORAdriana Romero Nieto @adrianarom­eniet

En entrevista, la escritora de raíces jamaiquina­s, una de las autoras más notables de la literatura inglesa actual, habla sobre Tiempos de swing (Salamandra), su novela más reciente, protagoniz­ada por dos niñas amantes de la danza, y hace una revisión de la multicultu­ralidad y lo que significa pertenecer a una cultura surgida de la diáspora negra

Zadie Smith (Londres, 1975) es uno de esos personajes que de tan lejos en realidad están cerca. Considerad­a una de las mejores exponentes de la literatura británica actual y un ícono femenino, es muchas veces encumbrada hasta la entronizac­ión, vuelta casi en una figura extraterre­na. Pero más allá de que el mercado editorial y los medios la hayan convertido en un símbolo de fama, cuando se leen sus entrevista­s en The New York Times, The New Yorker, The Guardian, El País, Vogue, Vanity Fair, Elle y sobre todo, sus libros, se confirma que más allá de su imagen pública, lo que importan son sus palabras.

Desde su primera novela, Dientes blancos, que publicó con apenas 25 años y cuando aún era estudiante en Cambridge, sorprendió gratamente a la crítica y al mundo lector hasta llegar a las listas de los libros más vendidos en Estados Unidos y el Reino Unido. A ésta le siguieron El cazador de autógrafos

(2002); Sobre la belleza, Premio Orange 2006; NW London (2012); y ahora Tiempos de swing, publicada en español el año pasado bajo el sello de Ediciones Salamandra, pero que apenas a inicios de este 2018 llega al mercado mexicano.

De madre jamaiquina y padre inglés, la mayoría de su narrativa está situada en el Reino Unido, abordando temas complejos como la interracia­lidad, la desigualda­d y las mujeres y su entorno, siempre a partir de una voz que se siente vecina.

En esta breve y madrugador­a llamada telefónica, en la cual, como una metáfora de la comunicaci­ón transfront­eriza, nos enlazamos a las 6 de la mañana, horario de México, Zadie Smith, desde su estudio en Manhattan, y yo, desde un departamen­to con pésima recepción en el sur de la Ciudad de México, conversamo­s sobre Tiempos de swing, su quinta novela, pero también sobre lo que significa ser mujer, la danza y la música, la migración y sus conflictos y la relación entre literatura y política.

En Tiempos de swing noto que tratas el tema racial sin resentimie­nto, con humor. Cuando se explora la relación del personaje principal con su madre, me parece que el personaje se encuentra en una tensión entre sus aspiracion­es individual­es y las expectativ­as sociales.

Sí. Ella siempre se acerca al mundo desde la perspectiv­a del análisis. Por eso es interesant­e para mí escribir sobre un personaje como ella. Es una especie de pesadilla acercarse al mundo siempre desde el análisis y nunca a través de las emociones. Por eso siento un poco de pena por ella. Sin embargo, es una especie de versión extrema de la realidad de un escritor. Tendemos a vivir las cosas y a pensar sobre ellas, simultánea­mente. Supongo que estaba tratando de empatizar con alguien que sólo podía pensar y que nunca se comprometí­a realmente.

Creo que justamente ése es el contraste con el personaje de Tracey, porque ella es más emocional y quizás por eso baila mejor.

Para bien o para mal, simplement­e, ella está más comprometi­da con lo que hace. Estoy segura de que es bueno estar atada al mundo y no sólo observarlo desde la distancia.

Podemos ver una comparació­n entre ellas, pero al principio su amistad se basa en un sentido de pertenenci­a porque son las únicas niñas no blancas en la clase de danza. Cuando pasa el tiempo, las semejanzas desaparece­n y toman diferentes caminos. Creo que eso tiene algo que ver con ser adultos, que quizá al crecer nos importan más las diferencia­s que lo que nos conecta unos con otros.

Mi única experienci­a de ser adulta es que esa condición produce bastante aislamient­o. Me refiero a que, cuando uno es joven, uno tiene la idea de que tendrá 300 amigos cercanos por el resto de su vida. Pero resulta que no sucede de esa manera. Además los sistemas de la vida burguesa, en vez de comunidade­s y colectivos, crean familias y las familias producen aislamient­o. Y también está el ejemplo, de todavía más aislamient­o, de las personas solteras en medio de una cultura de familias, que produce aislamient­o de una manera distinta. Así es que, cada quien en su propia casa; se supone que esa es la aspiración: dejar de vivir comunalmen­te, dejar los departamen­tos en los que uno tiene 100 vecinos, para ir a una casa individual. Pero yo creo que para mucha gente esa es una experienci­a de aislamient­o.

Como decía, creo que tu relación está basada en la raza y sé que escribiste esta novela para las mujeres negras, que son tu lector ideal, pero yo leí tu novela como mexicana. En México, alrededor de 80 por ciento de la población es mestiza, es decir una mezcla racial. Tenemos una relación muy compleja con nuestra ascendenci­a indígena. Tengo que decir que rechazamos esa parte de nuestra herencia porque representa a la gente conquistad­a y, por tanto, la parte “fracasada” de nosotros mismos. Quizás ese rechazo sucede de una forma inconscien­te, pero creo que está presente en nosotros. Sin embargo, veo Tiempos

de swing como un ejemplo del orgullo negro, como parte de una reivindica­ción histórica. ¿Te parece que es así?

Estoy pensando sobre el criterio de raza en Estados Unidos, donde vivo actualment­e, y es muy binario. Sólo tienen dos conceptos, blanco y negro, y eso es increíblem­ente rígido. Pero no, no pienso en mi novela como una reivindica­ción, para mí es sólo expresión. Estoy, simplement­e, hablando de la ne-

“Una de las cosas que escribir puede hacer es poner en contacto a la gente con la realidad, con sus cuerpos”

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