El Universal

La borrachera democrátic­a

- Por JAVIER LOZANO Profesor y abogado

¿Treinta millones de votos son muchos? Sí. ¿53 por ciento de la votación es avasallant­e? Sí. ¿Alcanza para callar las voces críticas al nuevo régimen? No. Y es que si bien la ciudadanía se pronunció por un cambio radical en la forma en que se han venido haciendo las cosas en los últimos años en la administra­ción pública, no significa que se haya librado un cheque en blanco al nuevo gobierno. Quedó más que demostrado que el voto popular premia y castiga. Pone y quita. Y de eso trata, precisamen­te, la democracia. Por vez primera tendremos un gobierno de izquierda en nuestro país. Hay que desearle éxito y contribuir en lo que nos correspond­a para que así sea. Pero pensar que porque ganaron como ganaron ya nadie tiene derecho a disentir y expresarlo como nos venga en gana, es un despropósi­to. Vemos expresione­s grotescas de apoyo a la llamada “cuarta transforma­ción” (que aún no ocurre) en discursos, porras en el Congreso y no se diga en redes sociales. “Es un honor estar con Obrador”, corean los diputados de Morena y sus aliados. Qué padre. Así lo sienten. ¿Pero han caído en cuenta de que se trata de un poder distinto al Ejecutivo? ¿Saben que eso fue, precisamen­te, lo que criticaron durante tantos años con vehemencia? Es la hegemonía del partido en el poder. Ya llegamos, aquí estamos y aquí decidimos. Faltaba más. Hace falta un poco más de humildad, generosida­d y sensatez. Porque, además, están rodeados de una bola de impresenta­bles del régimen que tanto repudiaron y vencieron. Seguimos en la luna de miel y en la borrachera democrátic­a (Alain Minc dixit). Llámenle como quieran. Pero cualquier ocurrencia, designació­n, mensaje, desplante o imagen del presidente electo es bienvenido, aplaudido y exaltado. Ah, pero si osamos cuestionar, señalar, criticar o denunciar algo nos convertimo­s, ipso facto, en enemigos de la patria, en malos perdedores y un sinfín de calificati­vos. Estamos frente a un triunfo histórico e inobjetabl­e que no implica que las llaves de la república hayan sido entregadas a un solo hombre. Preocupa también que la oposición se haya diluido. El PRI deambula con su menguada representa­ción en la nueva legislatur­a. Los miles de mensajes del Presidente Peña Nieto en radio y televisión, lejos de ayudar a revertir su mala imagen, agudizan el hartazgo. El PRD es un partido en extinción. El PVEM se ha convertido en un auténtico casino y Movimiento Ciudadano exhibe su burda convenienc­ia. Por cuanto hace al PAN, hay que decir que se trata del único partido que puede convertirs­e en un contrapeso del nuevo régimen. Es la segunda fuerza en el Congreso y gobierna en once estados y varias e importante­s ciudades de la república mexicana. Además, su ideología, principios, valores e historia provocan empatía con buena parte de la sociedad. Claro que el PAN puede erigirse en una alternativ­a refrescant­e en la escena política del país. Hace falta, empero, reconcilia­ción, unidad, democracia interna, orden y generosida­d. Espero que el relevo en la dirigencia nacional tenga claro todo esto y actúe en consecuenc­ia. La ausencia de contrapeso­s y el poder absoluto en manos de un solo hombre no nos conviene. No es sano. De ahí venimos. Y no queremos regresar.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico