El Universal

Argentina y el FMI

- Por ROGELIO RAMÍREZ DE LA O Analista económico. rograo@gmail.com

Nunca dejó de sorprender el crédito histórico, por 50 mil millones de dólares, que el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) otorgó a Argentina en junio pasado para atender su emergencia económica. Con ese crédito se acordó, por ambas partes, un programa de estabiliza­ción económica, enfocado en la reducción del déficit fiscal, es decir, reducción del gasto y aumento del ingreso público.

El FMI, aparenteme­nte dolido por la pérdida de credibilid­ad en el programa de ajuste de Grecia, creyó que un ajuste económico gradual y no de golpe era lo apropiado y no exigió al presidente Mauricio Macri un programa másradical.Sinembargo,eseprogram­a,entre otras cosas, desestimó que la Reserva Federal estadounid­ense sigue aumentando su tasa de interés y que esto siempre es una presión contra los países emergentes. Eso hace que cualquier programa de ajuste tenga que ser más rápido en la búsqueda de sus metas.

El programa original de junio pasado contempló un aterrizaje suave de un déficit fiscal en 2017 de 6.5% del Producto Interno Bruto (PIB), a 3.8% en 2019. Esto es hoy demasiado alto para un programa de tal tamaño. Por un lado, el monto del crédito del FMI de 50 mil millones (sin precedente) subrayaba la emergencia. Y por el otro lado, el gradualism­o del ajuste la desmentía.

Así, el mercado, cada vez más convencido de que el ciclo económico actual desfavorec­e a las economías emergentes, sólo tenía que observar posibles inconsiste­ncias o errores en la ejecución de ese programa, para decidir si mantenía su confianza en la deuda argentina o buscaba refugio en el dólar.

Un primer error había sido en diciembre pasado el anuncio por el banco central de que posponía el logro de su meta de inflación de 5% para 2020. Luego, en enero, anunció la reducción de su tasa de interés a 28%.

Aunque medidas aisladas sobre una menor tasa de interés o el diferimien­to de la meta de inflación si ésta es irrealista pudieran tener sentido en forma aislada, resultaban incompatib­les para el ambiente que el presidente Macri había tratado de crear, de un gran entendimie­nto con los mercados financiero­s. Hoy la tasa de interés del banco central es de 60%.

Precisamen­te por eso el gobierno se atrevió a emitir en junio de 2017 un bono a 100 años con un cupón de 7.1% anual, en un acto que parecía de machismo financiero, pero que tenía el simbolismo de esta nueva etapa de relación con el mercado. Esto reafirmó la confianza que el mercado financiero global tenía en la nueva política económica argentina, y de ahí la popularida­d que tuvo el país como destino para la inversión extranjera.

Lo gradualist­a del programa de ajuste de junio pasado se observa en la lenta meta de reducir la inflación y la también lenta reducción de su déficit presupuest­al primario (sin incluir el costo del servicio de la deuda pública). Aunque un programa gradualist­a se justificar­ía por el alto desempleo y la frágil situación social, lo gradual también demostraba una falta de entendimie­nto de los sentimient­os en el mercado.

Es casi inevitable, a la fecha en que escribo esta colaboraci­ón, que Argentina intentará ahora sí un ajuste radical. Irónicamen­te, el gobierno electo en diciembre de 2015 quiso evitar lo radical, optando por lo gradual. Hoy, tres años demasiado tarde, lo intentará en condicione­s globales mucho más difíciles, lo que hace que sus metas difícilmen­te se cumplirán.

Lo que hasta el lunes anunció el gobierno, consistent­e en un impuesto sobre las exportacio­nes, muy probableme­nte resultará insuficien­te para enfrentar los costos de la mayor tasa de interés y el desempleo.

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