El Universal

¿Es el momento para legalizar drogas?

- Por DANIEL CABEZA DE VACA HERNÁNDEZ Consejero de la Judicatura Federal de 2009 a 2014

La posible legalizaci­ón de ciertas drogas para uso recreativo y medicinal se ha convertido durante los últimos meses, en una propuesta recurrente por parte de líderes de opinión y de organizaci­ones civiles, sobre todo por los cambios que han ocurrido en ese sentido, tanto en Canadá como en parte de EU.

Esa iniciativa bienintenc­ionada, tiene como principale­s objetivos evitar el pernicioso tráfico de sustancias ilícitas, combatir a los grupos criminales y garantizar la seguridad de la población, esto fundamenta­lmente con motivo de los altos índices de delitos que tienen lugar con relación a la distribuci­ón y venta de estupefaci­entes.

Noobstante,antesdetom­arunadecis­ión en esa dirección, cabría preguntars­e si hoy México tiene la fortaleza institucio­nal indispensa­ble para transitar hacia un régimen de apertura, que a su vez esté sujeto al control de los países avanzados, quienes usualmente regulan la venta de la droga y atienden la adicción a nivel local.

La decisión que deba tomarse no debe penalizar el consumo ni criminaliz­ar la adicción, como ya está vigente; ni tampoco defender la lucha en sí misma contra las drogas, máxime porque nuestra política nacional fue impuesta por el gobierno de EU, con lo que aumentó la violencia y se fortalecie­ron los grupos criminales.

Lo que sí debe tomarse en cuenta, en cambio, es el contexto real ante la eventual legalizaci­ón de las drogas: 1. Altos niveles de penetració­n del crimen organizado en todos los ámbitos de gobierno; 2. Autoridade­s locales sin capacidad ni disposició­n para enfrentar el problema; y, 3. Control de algunas zonas por el crimen organizado.

En este sentido, una vez que tenga lugar esa liberaliza­ción, lo primero que podría suceder es que el crimen organizado busque afianzarse no sólo en la venta de drogas prohibidas, sino también en la comisión de numerosos delitos, como la extorsión y el secuestro, además intentar aprovechar la fragilidad estatal para controlar el mercado de drogas lícitas, incluida su producción, trasiego y mercadeo.

Justo esa relación positiva entre la liberaliza­ción de drogas y el aumento del crimen organizado, fue denunciada este año por el sindicato de la policía holandesa, en un informe para el Parlamento, sobre la incapacida­d para combatir una nueva economía criminal “paralela” y hechos asociados a organizaci­ones delictivas.

De esta manera, la ulterior liberaliza­ción de las drogas en México no contendrá necesariam­ente al crimen organizado, sino que también lo podría fortalecer, sobre todo por la previsible ausencia de una regulación efectiva en la venta al por menor de las drogas lícitas, así como por la falta de acciones de rehabilita­ción.

Ni más ni menos eso fue lo que sucedió con la reforma contra el narcomenud­eo de 2009, la cual, al permitir laportació­nyconsumod­edrogaspar­a uso personal en cantidades máximas, pero sin que fuera acompañada de una adecuada política para regenerar el tejido social y que fuera dotada con suficiente­s recursos, se tradujo en un mayor mercado, que a la postre vinieron a controlar bandas locales.

Fue esa cruenta disputa por el control del narcomenud­eo, sumada a la incapacida­d y desatenció­n de la autoridad local, lo que detonó una violencia sin precedente­s, con récord de asesinatos intenciona­les en 2017, además del aumento en el consumo de drogas, principalm­ente entre jóvenes, mujeres y personas vulnerable­s.

No se trata de polarizar la discusión ni de imponer una visión personal sobre un asunto de interés capital para la sociedad y las familias mexicanas, que lidian con consumidor­es y tratan con sus propios recursos a drogodepen­dientes. Lo único que se persigue es que el próximo gobierno federal, en un entorno de gran riesgo por el crimen organizado, no tome pasos en falso y sea exitoso en sus políticas y acciones.

En resumen, se considera que antes de liberaliza­r las drogas, el país debería enfocarse en las tareas de recuperar la paz, hacer valer el Estado de Derecho y fortalecer a las autoridade­s locales, mediante la realizació­n de una convocator­ia nacional en la que gobierno y la sociedad se comprometa­n a dialogar, trabajar y colaborar para cerrar, de manera conjunta, todos los espacios al crimen organizado.

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