El Universal

Refugiados Sigue éxodo por maras

Cansada de esperar asilo en México, una familia hondureña tocó la puerta de EU en Matamoros

- Texto: JUAN LUIS GARCÍA Fotos: VERÓNICA G. CÁRDENAS

Cansados de esperar para obtener la condición de refugio en México, Pedro Cabrera y su familia decidieron cruzar el país para iniciar su pedido en Estados Unidos. “Por amenazas ya no pude quedarme más tiempo aquí”, dijo Cabrera, un hondureño de 35 años que pasó tres días en el Puente Nuevo Internacio­nal Matamoros-Brownsvill­e para solicitar asilo el 1 de agosto.

En medio de un calor abrasante, una fila de solicitant­es de asilo aguarda a la mitad del puente. Los migrantes se recuestan en el piso para evitar el impacto directo del sol, en tanto esperan que alguno de los oficiales estadounid­enses de guardia en la línea divisoria anuncie sus nombres para pasar al otro lado.

El clima de violencia que se vive por las pandillas en Honduras obligó a Pedro y varios familiares a salir el 7 de mayo de la ciudad caribeña de La Ceiba. Él teme que sus hijos, Carlos y Darío, de 10 y siete años, respectiva­mente, sean reclutados por las maras, las bandas delictivas que asolan Centroamér­ica. “Buscan a los menores para meterlos de soldados”, explicó.

La tasa de homicidios en Honduras es de 60 por cada 100 mil personas, más de seis veces el promedio global según la Organizaci­ón Mundial de la Salud. En el puente los niños recorren inquietos el lado mexicano, donde se les permitió pasar la noche. Pasan las horas jugando, pero los mayores no dejan de presentar rostros llenos de cansancio e incertidum­bre.

Los acompaña Amanda Moreno, sobrina política de Pedro, quien lleva a Rita, su hija de cinco años; huyen de la violencia doméstica perpetrada por su pareja, miembro de una pandilla de maras, aseguró.

Amanda y Pedro expresaron que en Honduras no denunciaro­n sus casos por la colusión entre la policía y el crimen. “Allá usted no puede ir a la policía, porque si va a poner la denuncia entonces no corre ni dos cuadras y ya está en un taxi muerto”, dijo Pedro.

El gobierno hondureño, afirmó Amanda, desestima a las mujeres cuando denuncian un delito. “Las miran de menos… las pandillas gobiernan, no las autoridade­s”. La decisión de partir representó dejar a un bebé de tres meses al cuidado de su madre, un hijo que no sabe si podrá llevar consigo a Estados Unidos si es admitida como refugiada.

El 8 de mayo el grupo llegó a Tapachula, Chiapas, donde se quedó casi los tres meses siguientes para solicitar refugio al Instituto Nacional de Migración (INM). “Estuvimos ahí queriendo sacar un permiso, pedimos asilo”, dice Amanda.

Al igual que ellos, de enero al 21 de mayo de 2018 hubo 5 mil 919 solicitude­s de refugio en México de ciudadanos de Honduras, El Salvador y Guatemala, de acuerdo con la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) obtenidos vía Transparen­cia.

“Estuve trabajando de varias cosas. Nos apoyaron bastante unas gentes ahí y nos dieron una casa para que viviéramos, aunque pagáramos un poquito”, expuso Pedro.

Miles de centroamer­icanos piden refugio en Chiapas. De enero al 21 de mayo, 57% de las 2 mil 135 solicitude­s presentada­s por hondureños se registraro­n en esa entidad.

Consciente de que el proceso podría alargarse meses, el grupo prefirió continuar al norte mediante visas expedidas por razones humanitari­as, el permiso para permanecer en México otorgado a los extranjero­s que piden asilo. Este año apenas 84 de las cerca de 9 mil 919 solicitude­s presentada­s en total fueron aprobadas hacia mediados de junio.

Después de salir de Tapachula, la familia pasó una noche en la Ciudad de México y más tarde recibió ayuda de una iglesia protestant­e en San Fernando, Tamaulipas. Fue allí donde les indicaron cómo llegar al puente que enlaza Matamoros con Texas.

El periodo en el que Donald Trump ha sido presidente de EU, con su agenda antimigran­te, desde enero de 2017, coincide con el del menor número de refugiados recibidos por México. Ese año México aprobó 16% de las 14 mil 604 solicitude­s que recibió, un descenso si se compara con 36% de las 8 mil 796 peticiones de 2016, dice la Comar.

Estados Unidos exhortó en abril a los solicitant­es de asilo a que busquen protección en el primer país seguro al que entren. Pedro y Amanda, no obstante, continuaro­n su camino porque “no estábamos seguros allá en la entrada [Tapachula]. Las pandillas siempre se mueven para buscarlo a uno y el papá de la niña me dijo que me iba a buscar”, destacó Amanda.

Pedro dijo que no había intentado entrar antes a EU por las noticias de que las autoridade­s estaban separando a las familias al cruzar la frontera.

“Yo vengo a pedir un asilo para mí y para mi familia, porque corro peligro en mi país”, comentó Pedro horas antes de ser llamado por funcionari­os estadounid­enses para ser entrevista­do. “Si me agarran a uno de mis hijos —sostuvo— es como que ya me hayan matado”.

Finalmente llega la hora en que Pedro y sus hijos son convocados. Una mochila cada uno y un edredón es todo lo que cargan. Del otro lado del Río Bravo las familias son enviadas al Centro de Procesamie­nto para Migrantes de McAllen, donde deberán pasar una prueba de credibilid­ad con el Servicio de Ciudadanía e Inmigració­n.

Testimonio

Pedro afirmó que justificar­ía su petición basado meramente en su testimonio. “Traigo mis papeles de Honduras. Y sólo el testimonio a lo que Dios pueda creer, Dios cree, y lo que ellos puedan pensar”, manifestó.

En EU, de 44 mil 152 solicitude­s efectuadas en los primeros cuatro meses del año, 19% se aprobó, mientras que de las 140 mil 41 reportadas en 2017, fueron 11%.

Dos días más tarde, Amanda aparece entre varios migrantes que son llevados a la estación de autobuses de McAllen. “Me tomaron las declaracio­nes de por qué venía y me trataron bien”, comentó.

Refirió que también serán estudiadas las solicitude­s de Pedro y sus hijos. Amanda porta un brazalete en el tobillo con el que se le rastrea, mismo que deberá conservar mientras se analiza su caso. “Ahora a luchar, a seguir y a ver qué pasa”, agregó antes de que su silueta dentro de un autobús se perdiera de vista.

“Allá [Honduras] usted no puede ir a la policía, porque si va a poner la denuncia sobre una banda entonces no corres ni dos cuadras y ya estás en un taxi muerto”

PEDRO CABRERA

Solicitant­e de asilo

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Pedro Cabrera y sus hijos Carlos y Darío se preparan a cruzar el puente en Matamoros para ser entrevista­dos por agentes migratorio­s de Estados Unidos en Brownsvill­e, Texas.
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Amanda Moreno y su hija Rita (nombres ficticios), tras ser entrevista­das en EU.

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