El Universal

El pasado de Azcapotzal­co

El nuevo recinto, que es administra­do por la delegación con el apoyo del INAH, fue inaugurado el jueves con más de 400 piezas de dos coleccione­s formadas a lo largo de más de 100 años

- YANET AGUILAR SOSA —yanet.aguilar@eluniversa­l.com.mx Visita la fotogalerí­a www.eluniversa­l.com.mx

Abren museo que exhibe la riqueza arqueológi­ca de la delegación.

En Azcapotzal­co hay datos de asentamien­tos humanos de hace más de 400 años antes de Cristo, se ha hallado cerámica y elementos que dan cuenta de la presencia de poblacione­s en ese territorio que aún esconde bajo la tierra tesoros arqueológi­cos. De entre los cientos de piezas localizada­s en los barrios, pueblos y colonias de esa demarcació­n que fue tierra tepaneca, 400 se exhiben en un nuevo recinto: el Museo de Azcapotzal­co.

Ese museo que pertenece a la delegación —y está situado en Ex Hacienda del Rosario 1560, colonia Prados del Rosario, junto al Parque Tezozomoc— fue inaugurado el pasado jueves y espera la visita de la gente, que podrá entrar de manera gratuita de martes a domingo de 10 a 17 hrs.

A través de las figurillas de barro, sahumadore­s, bezotes, orejeras, cuentas de collar, silbatos, puntas de lanza, vasijas, un molar de mamut, fotos, documentos y un cráneo, entre otros elementos, se da cuenta del devenir histórico de Azcapotzal­co, desde el Pleistocen­o hasta el siglo XX.

Cada vitrina, cada maqueta y cada imagen confirma la riqueza histórica de ese pueblo que es central en la historia de México. Cada cédula deja claro no sólo las caracterís­ticas de los conjuntos de elementos, sino que precisa en qué lugar se halló cada pieza: en alguna esquina, junto al mercado o en una escuela del barrio.

En 1909, Manuel Gamio realizó la primera excavación en el barrio de Santa Lucía, en Azcapotzal­co, que marca el inicio de la arqueologí­a en México; luego, en 1919, Alfred Tozzer, a sugerencia del mismo Gamio, realizó excavacion­es en el barrio de Ahuizotla y ahí definió la cerámica que ahora se conoce como Coyotlatel­co, que correspond­e al periodo intermedio entre la caída de Teotihuacá­n y el surgimient­o de Tula.

“Aquí en Azcapotzal­co se definió el epiclásico y la cerámica Coyotlatel­co; aquí se definió la etapa cuatro de Teotihuacá­n; aquí se aportaron muchos detalles de la arqueologí­a mexicana. Por eso es que el tema final que planteamos en el museo sobre el siglo XX revisa la historia de la arqueologí­a en Azcapotzal­co, para informar a la gente de la importanci­a que ha tenido este territorio para la historia de la arqueologí­a y para el conocimien­to de Azcapotzal­co”, afirma el arqueólogo Luis Córdoba.

El encargado del guión museográfi­co dice también que en Azcapotzal­co Manuel Gamio excavó en forma estratigrá­fica —separó los materiales por capas y niveles métricos—, así sentó las bases de la arqueologí­a y precisó la presencia de tres culturas principale­s: la arcaica, la teotihuaca­na y la mexica. Además asegura que se han encontrado de forma constante figurillas de Chicomecóa­tl, diosa del maíz, lo que habla del gran culto que le tuvieron en esa zona; y no sólo a la diosa del fuego, como relatan las crónicas indígenas.

También hay un cráneo de tipo tzompantli que tiene perforados los parietales, y aunque se ha encontrado sólo uno, se sienta precedente de que en Azcapotzal­co había esos rituales de sacrificio; no por cientos, como en el Templo Mayor, pero deja ver cómo Azcapotzal­co es un reflejo a nivel local de la historia nacional.

“Aquí se hallaron restos de mamut cuando se construyó la línea 6 del Metro, también hay piezas del preclásico y del clásico, que correspond­e a la época teotihuaca­na, del posclásico temprano, que es la época Tolteca, y del posclásico tardío, la época de esplendor de los mexicas y los tepanecas en Azcapotzal­co”, afirma Córdoba, adscrito a la Dirección de Salvamento Arqueológi­co del INAH.

Las piezas arqueológi­cas que se exhiben en el nuevo museo forman parte de dos coleccione­s: una privada, integrada por 70 piezas del señor Octavio Romero, la cual incluye un molar de mamut, así como figurillas prehispáni­cas; y otra de 380 piezas, pertenecie­nte a la Dirección de Salvamento Arqueológi­co del INAH, localizada­s en varios barrios durante más de 70 excavacion­es en más de un siglo.

El recinto, que antes fue estación de policía y bodegas, se divide en dos salas equipadas, cuyos trabajos llevaron tres años de remodelaci­ón y una inversión de 6 millones.

Larga historia. La riqueza histórica de Azcapotzal­co es muy amplia, va de la época colonial hasta el siglo XX, por lo que esta zona registró varios hechos históricos importante­s, como la última batalla de la independen­cia.

Se sabe que en el centro de Azcapotzal­co se libró una lucha entre realistas e insurgente­s, éstos últimos vencieron y entraron a la Ciudad de México. Otro hecho muy revelador es que en esa última batalla falleció el general insurgente Encarnació­n Ortiz, conocido como El Pachó. Una copia de su acta de defunción se expone en el museo y otra se encuentra en el Archivo Parroquial de Azcapotzal­co, y eso no se conocía.

Un dato más que se sabía es que Fernando Montes de Oca, uno de los niños héroes, fue originario de Azcapotzal­co, pero con la búsqueda histórica se logró determinar que al parecer no nació aquí, lo que se aporta es un acta de matrimonio de sus papás, quienes se casaron en la Parroquia de Azcapotzal­co. Y de esa acta también se exhibe una copia.

Además se selecciona­ron textos de crónicas, imágenes, fotos antiguas, mapas. Se integraron algunos datos para la época colonial de documentos del AGN, fotografía­s antiguas de la Fototeca Nacional; y algunos mapas de la Mapoteca Orozco y Berra.

La historia continúa, a partir de los años 80, cuando se construyó la línea 6 del Metro y en la zona se intensific­aron las excavacion­es de salvamento y los hallazgos. Uno de los más grandes fue el de una zona de enterramie­ntos tepanecas (poco más de 300) con ofrendas; luego vino la línea 7, que corre por Aquiles Serdán, y después ha sido en obras de construcci­ón de condominio­s.

Pero hoy se conocen bien las zonas con mayor potenciali­dad arqueológi­ca que si se excavan pueden alimentar al museo con nuevas piezas. Se sabe que en los barrios de San Miguel Amantla, Santa Lucía y Ahuizotla existió un asentamien­to teotihuaca­no muy grande y quedan muchos tesoros bajo tierra. Otra zona con gran potencial es el centro de Azcapotzal­co, que comprende la cabecera, la plaza Hidalgo, la parroquia, la delegación y los barrios de Los Reyes, La Concepción, San Simón, San Francisco y Santa Apolonia.

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Figurillas de barro, sahumadore­s, bezotes, orejeras, cuentas, silbatos, puntas de lanza, vasijas, fotos, documentos y un cráneo cuentan la historia de la zona.
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El arqueólogo Luis Córdoba, adscrito a la Dirección de Salvamento Arqueológi­co del INAH, es el encargado del guión museográfi­co del recinto.
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En Azcapotzal­co se encontraro­n restos de un mamut cuando se construyó la línea 6 del Metro; en la exposición se exhibe un molar del mamífero.
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