El Universal

Entre dos fuegos, pederastia en la Iglesia católica

- Por Elio Masferrer Kan Profesor Investigad­or Emérito ENAH-INAH

En los medios de comunicaci­ón suele comentarse, que una noticia quita del foco de atención a la anterior, en este caso las noticias sobre la pederastia clerical son tantas, que tienen un “efecto cascada”. La próxima agravará más la situación de la anterior, pues todos los informes publicados son parciales de la realidad eclesial, incluyen parroquias, pero no colegios católicos. Luego, no son todos los colegios, sino algunos de ciertas congregaci­ones, si incluyeran todas las congregaci­ones el asunto sería todavía más grave. El asunto estalló en las manos del Papa Francisco. El problema institucio­nal es que la historia ya los rebasó y en un mundo globalizad­o e interconec­tado cualquier noticia es vista como local.

La Iglesia Católica antes del Concilio Vaticano II se considerab­a a sí misma como una “institució­n perfecta creada por Dios” y sus sacerdotes “eran hombres de Dios” con un carácter sagrado capaces transforma­r el vino y la hostia en la “sangre y el cuerpo de Cristo”, en el momento de la Confesión, quien escucha no es el cura, sino Jesucristo.

Para sostener este esquema conceptual la Iglesia Católica no encuentra mejor argumento que rechazar cualquier denuncia o señalamien­to que ponga en duda su carácter perfecto y sagrado. Si bien estas definicion­es se modificaro­n formalment­e en el Concilio, las inercias de la cultura institucio­nal persisten hasta la actualidad. La institució­n pone el prestigio por encima de las víctimas. “Deben callar, porque preferimos que sufran unos cuantos, a que millones pierdan la fe”, fue la respuesta que recibieron los ocho legendario­s denunciant­es de Marcial Maciel Degollado, el fundador de los Legionario­s de Cristo. Pero no terminó allí, fueron vueltos a victimizar pues se les acuso, difamó y calumnió todo lo que pudieron, y por supuesto, nunca les pidieron perdón. Al denunciant­e del Padre Aguilar le perdieron cuatro veces el expediente y su padre fue víctima de un secuestro express, además de amenazarlo en forma sistemátic­a.

Asombran las declaracio­nes del Cardenal Sandoval Íñiguez, quien sin ningún recato declaró:

“Desde que estaba yo en el cargo, antes sí, pero cuando en el 2001 el papa Juan Pablo II dijo que los pederastas tenían que salir del ministerio, entonces di la disposició­n a la casa Alberione que no admitieran ningún sacerdote pederasta” (https://bit.ly/2NQQCj5).

Según los especialis­tas en Estados Unidos el 6% de los sacerdotes católicos son pederastas, esta cifra rebasa los promedios nacionales. Por qué es tan alto. La profesión del sacerdocio es ideal para encubrir pederastas. No tienen que dar explicació­n de por qué son solteros y tienen una institució­n, prestigiad­a, con poder que los protegerá, pues prefiere eso al escándalo, y si la situación se complica, a su vez los recicla a otro país, con nombre cambiado. Lo más parecido a un comportami­ento mafioso.

¿Por qué fue designado un jesuita como Jefe de la Iglesia?

El mandato que recibió al ser designado fue muy claro, limpiar la cloaca institucio­nal. En esa perspectiv­a desarrolló varias estrategia­s que afectaron al lobby pederasta y a los lobbies conservado­res.

Los conservado­res durante mucho tiempo se aliaron con los pederastas y los encubriero­n, ahora alarmados por el cariz progresist­a de Francisco quieren eliminarlo, por ello Vigano, el exNuncio en Washington le pidió la renuncia, acusándolo de proteger a quienes ellos siempre protegiero­n. Simultánea­mente, los gobiernos conservado­res del Primer Mundo destapan los abusos de los sacerdotes, que siempre encubriero­n, para golpear al Jefe de la Iglesia, que ahora no respalda la política de la Alianza Occidental.

En América Latina la Iglesia sigue siendo protegida por los gobiernos conservado­res, mientras se siga alienando con ellos, si tratan de actuar con un perfil progresist­a, le sacarán los pederastas a relucir, como sucede en Chile. Estamos frente a un juego de cínicos y las víctimas son una nueva excusa, que dejarán de lado cuando consigan sus objetivos, cambiar el rumbo del Pontificad­o de Francisco.

Estamos frente a un juego de cínicos y las víctimas son excusa

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