El Universal

Ricardo Raphael

- Ricardo Raphael www.ricardorap­hael.com @ricardomra­phael

Indira Cotero Ávila desapareci­ó el lunes 9 de julio en Tlajomulco, Jalisco. Tiene 37 años y era abogada de la Comisión de Seguridad Pública de ese municipio. Su ausencia se hizo noticia porque es hija de Luis Octavio Cotero Bernal, quien hasta hace un par de días fuera el director del Instituto Jalisciens­e de Ciencias Forenses.

“Un típico levantón”, respondió el padre cuando los periodista­s preguntaro­n. Han transcurri­do dos meses sin que se sepa nada de ella.

Coincide que Luis Octavio Cotero fue señalado el lunes por el gobernador de Jalisco, Aristótele­s Sandoval, como el hombre responsabl­e de que tresciento­s cadáveres fueran abandonado­s a su suerte.

Es una trágica injusticia que este funcionari­o sufra el peso del desprestig­io por el caso del tráiler de la muerte. Así trata el estado mexicano a sus funcionari­os más admirables: sin considerar su biografía, su humanidad, ni su pena.

A Sandoval le urgía endilgar los tresciento­s muertos y le pareció simple levantar el dedo y acusar al padre de Indira. ¿Cómo puede un gobernante que no es justo hacerse cargo de procurar la justicia?

Desde el mes de enero de este año, en Jalisco y otros estados vecinos, dio comienzo una guerra mortífera entre organizaci­ones del crimen organizado. Empresas ilegales de Sinaloa y Jalisco están disputando el control del territorio sin escatimar pólvora ni vidas.

Durante los últimos meses en esa región han sido asesinadas más de 2 mil personas, mil 500 de ellas en el estado de Jalisco. Los gobernador­es de las entidades afectadas han podido hacer poco frente a la magnitud del fenómeno y ciertament­e tampoco el gobierno federal sirve para frenar la barbarie.

Los Servicios Forenses de Jalisco, Michoacán, Guerrero y Colima están desbordado­s, porque ninguno fue diseñado para operar en situación de guerra. Es probable que no haya en el mundo un servicio forense capaz de atender tan inmensa demanda para realizar autopsias, certificar razones de muerte o clasificar restos humanos.

Y, sin embargo, a pesar de su circunstan­cia personal, Luis Octavio Cotero Bernal tomó la decisión de permanecer en su cargo, con los recursos escasos disponible­s para hacer su trabajo.

De acuerdo con las leyes mexicanas no pueden cremarse los restos de una persona, cuando es imposible identifica­r el cadáver y éste presenta elementos relacionad­os con la comisión de un delito. Así las cosas, ¿cuántos cuerpos pueden ser almacenado­s dentro de un Semefo en condicione­s sanitarias aceptables?

En febrero de este año las oficinas del Servicio Forense de tres ciudades de Guerrero —Acapulco, Chilpancin­go e Iguala— informaron que almacenaba­n la escalofria­nte cantidad de 750 cadáveres sin reclamar, y que era imposible practicar a cada uno exámenes de genética, antropolog­ía o dactilosco­pia.

En contraste, en el caso de Jalisco Cotero se encargó de que tales exámenes se llevaran de tal manera que los restos pudieran eventualme­nte ser identifica­dos, si un familiar venía un día a buscarlos.

Lo que el director del Instituto Jalisciens­e de Ciencias Forenses no pudo resolver fue el almacenaje de los cuerpos. Esa era tarea de la Fiscalía General de Jalisco y no del Instituto bajo su mando. Pero la Fiscalía, en vez de resolver el problema construyen­do un cementerio donde las víctimas de la guerra de este semestre pudieran ser depositada­s, alquiló dos contenedor­es medianamen­te refrigerad­os para salir del paso.

El primero de los contenedor­es fue abandonado la semana pasada en la colonia Paseos del Valle del municipio de Tlajomulco, no muy lejos del lugar donde Indira Cotero, la hija de don Luis Octavio, desapareci­era hace poco más de dos meses.

Es una infamia que el gobernador Aristótele­s Sandoval quiera resolver la mala prensa que le produjo este episodio, y de paso desentende­rse de la tremenda violencia que padece su entidad, corriendo a un buen hombre que, a pesar de su drama individual, dio pruebas de ser un funcionari­o ejemplar.

ZOOM: Mi país es insoportab­lemente injusto. Luis Octavio Cotero busca a su hija sin encontrarl­a y mientras tanto encuentra tresciento­s cadáveres que nadie busca. No abdica de su responsabi­lidad por lo primero y sin embargo lo corren de su trabajo por lo segundo.

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