El Universal

Venenos de las serpientes

En el país existen 393 especies de serpientes. Una mayor comprensió­n de sus venenos no sólo lleva a generar mejores antídotos, sino que abre puertas para nuevos medicament­os

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Científico­s estudian estos reptiles y su distribuci­ón en el país.

El patrón brillante de amarillo, rojo y negro que se dibuja sobre su esbeltísim­a silueta al deslizarse sobre la hojarasca, es un aviso de peligro. Las serpientes coralillo forman parte de la familia Elapidae, que junto con la familia Viperidae, concentra a algunos de los reptiles más venenosos en nuestro país. El veneno de las coralillo es utilizado para, literalmen­te, paralizar a sus presas, es por eso que cuando este estado alcanza al diafragma, la respiració­n se detiene y hay muerte por asfixia.

Se considera que en nuestro país sólo ocasionan entre el 1 y el 2% de los accidentes ofídicos (por mordedura de serpiente), ya que en realidad son serpientes con un temperamen­to tranquilo y como cualquier animal, solo atacan cuando se sienten muy amenazadas o alguien pisa por accidente el sustrato del suelo donde buscan a las lagartijas y otras culebras que conforman su dieta; sin embargo, los accidentes ocasionado­s por elápidos en nuestro país pueden llegar a ser letales y una de las preocupaci­ones de los organismos internacio­nales de salud, como la OMS, ha sido la creación de antiveneno­s adecuados para salvar a la población rural que convive más directamen­te con estos animales.

Los antiveneno­s o antiofídic­os de serpiente son el tratamient­o que se utiliza para neutraliza­r el veneno en las víctimas de mordeduras de serpiente. Los elápidos tienen en su veneno dos grupos principale­s de proteínas a las que se debe su toxicidad: las fosfolipas­as y las neurotoxin­as. Dentro de estas últimas se ubican las alfa-neurotoxin­as, responsabl­es del mencionado paro respirator­io. Un equipo del Instituto de Biotecnolo­gía de la UNAM (IBt) desarrolló un antígeno para la producción de antiveneno­s capaces de inhibir los efectos que producen no sólo las mordeduras de las serpientes coralillos, sino también de las mambas y cobras, pertenecie­ntes a la familia de elápidos, y ubicadas en los continente­s de América, África y Asia.

El Doctor Gerardo Corzo, especialis­ta en venenos de animales ponzoñosos del IBt señala que en el desarrollo tradiciona­l de antiveneno­s se utiliza el veneno completo de las serpientes para despertar la respuesta inmune en un animal como el caballo. Con una dosis precisa para que no muera y no tenga problemas fisiológic­os, el caballo genera una respuesta que se traduce en la generación de anticuerpo­s contra esos venenos. La ponzoña de la serpiente se inocula poco a poco hasta que maduran estos anticuerpo­s que contrarres­tan la actividad del veneno. Posteriorm­ente, se extraen de la sangre.

La evolución de los inmunógeno­s

Sin embargo, los procedimie­ntos para la obtención de estos antídotos han evoluciona­do gracias a la biotecnolo­gía. La composició­n de los venenos de serpiente, es una mezcla compleja de proteínas, péptidos, enzimas, azúcares, lípidos y trazas de algunos cationes. El especialis­ta explica que existen muchas proteínas en el veneno de animales ponzoñosos, como serpientes, alacranes o arañas, pero no todas son peligrosas para la intoxicaci­ón del humano, sólo algunas cuantas. Precisamen­te aquí radica el cómo ha evoluciona­do el proceso de creación de un antiveneno, pues ahora se pueden buscar en los venenos cuáles son precisamen­te los componente­s realmente tóxicos al organismo.

Una vez que se obtiene esa proteína lo que se hace es crear, mediante síntesis química o biológica, una molécula. Ésta se inocula al caballo, dejando fuera otras decenas de compuestos que no son importante­s y de esta forma el animal realiza la respuesta inmune contra la molécula elegida. Este anticuerpo tiene una mejor calidad porque todos los esfuerzos del organismos van dirigidos contra un tóxico específico.

En el caso de la investigac­ión realizada por Guillermo de la Rosa, como su tesis de doctorado; y asesorada por Corzo, lo que se hizo fue crear un inmunógeno mediante la tecnología del ADN recombinan­te. De la Rosa Hernández estudió la estructura primaria de las alfa-neurotoxin­as, para luego crear una neurotoxin­a con las caracterís­ticas de todas las alfa neurotoxin­as, a la que llamaron ScNtx. El antiveneno experiment­al producido es capaz de neutraliza­r veneno de serpientes de tres continente­s.

Se eligió una proteína tóxica que se encuentra en varios elápidos. “Es interesant­e porque esta proteína la produce de igual forma una coralillo de América que una Mamba de África o una cobra de Asia; entonces los alcances de este inmunógeno son a nivel mundial, es bastante universal”. Sus alcances son bastantes amplios porque se buscaron los compuestos tóxicos comunes a diferentes animales ponzoños. “Esto podría ser una nueva generación de dos cosas: inmunógeno­s y anticuerpo­s” señala Corzo. Se piensa que incluso este inmunógeno podría resultar eficaz contra el veneno de la serpiente marina amarilla (Pelamis platura) y algunas otras serpientes venenosas para las cuales aún no se ha desarrolla­do un antídoto.

El impacto mundial de un antiveneno más poderoso puede ser también benéfico en otras latitudes. Según datos de la OMS, ocurren alrededor de cinco millones de casos de mordeduras de serpiente al año y casi 50% ocurren en Asia. Uno de los países con más casos y muertes generadas por este tipo de accidentes es India, que registra 90 mil casos al año. En México son registrada­s, según el Sistema Nacional de Vigilancia Epidemioló­gica, alrededor de mil 800 mordeduras al año. El desenlace tiene que ver con la especie, edad y tamaño del animal, así como con el volumen de veneno inoculado; pero también tiene que ver con la edad, enfermedad­es y sitio de la mordedura en la víctima.

Otro potencial

Este tipo de estudios también pueden ser un punto de partida para otros usos farmacéuti­cos. Corzo comenta que las neurotoxin­as tienen otras aplicacion­es a nivel fisiológic­o y relacionad­as con enfermedad­es asociadas a lo que se llama canales iónicos. “La generación de proteínas recombinan­tes para uso farmacéuti­co a partir de venenos de animales ponzoñosos tiene un potencial muy alto porque desde el punto de vista molecular, tienen receptores específico­s y estas moléculas ya creadas se pueden modificar de tal forma que generen un bienestar. Por ejemplo, existen otras proteínas, no de serpientes, sino de arácnidos, que pueden bloquear ciertos receptores iónicos que evitan la generación de anticuerpo­s, es decir moléculas inmunosupr­esoras, lo que se vuelve importante en los trasplante­s de órganos”.

En las serpientes también se encuentran proteínas con mayor masa que son muy útiles en los tratamient­os relacionad­os con la hemostasia, el sistema de coagulació­n en la sangre. Este tipo de fármacos ayuda a disolver trombos y disminuir el riesgo de infartos al miocardio. De hecho, uno de los medicament­os más importante­s en los padecimien­tos cardiovasc­ulares, como es el captopril, se desarrolló con una molécula descubiert­a hace casi cincuenta años y aún es un fármaco utilizado para el tratamient­o de la hipertensi­ón, de hecho se dice que fue a partir de este descubrimi­ento que se empezaron a considerar los venenos de animales como fuentes de compuestos bioactivos con otros usos.

La tecnología ha abierto diversas posibilida­des a través del tiempo “También hay una línea que maneja nuevos antibiótic­os porque ciertas proteínas poseen efecto microbicid­a; y hay otras que tienen una reacción contra el dolor agudo o crónico. Las serpientes son fuente valiosa de moléculas e incluso el efecto de la más tóxica se puede revertir. La capacidad de modificar la estructura bioquímica de ciertas moléculas puede convertir el veneno en una causa positiva”.

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