El Universal

Señales de y nubarrones para AMLO

- Luis de la Calle Twitter: @eledece

El trato que han propinado los mercados de capitales a Argentina, Brasil y Turquía este año (cambios en la cotización con respecto al dólar en los últimos 12 meses de 127% para el peso, 32% para el real y 78% para la lira) representa una fuerte advertenci­a para la economía mexicana. Hay, además, un creciente coro de economista­s que temen una recesión, o por lo menos desacelera­ción, de la economía de Estados Unidos en los próximos 24 meses, si no es que otra severa crisis financiera.

Existen varias razones que explican estos nubarrones pesimistas que se atisban en el horizonte. En primer lugar, la naturaleza transitori­a del impulso a la economía estadounid­ense producto de la disminució­n de impuestos que irá perdiendo eficacia con el paso del tiempo y quizá se haya ya agotado en 2020. En segundo, el impacto negativo del fuerte incremento en el déficit público de Estados Unidos, que se espera superior a 5% del producto interno bruto en 2019. En tercero, la sólida expectativ­a de incremento­s en la tasa de interés de referencia de la Reserva Federal —hoy se anunciará uno— en por lo menos cinco ocasiones antes del fin del año próximo en vista de aumentos en precios y salarios, y para generar espacio con el objetivo de poder disminuirl­a cuando sea necesario en el futuro. En cuarto, el efecto negativo que la nociva política comercial de Donald Trump tiene en decisiones de inversión y cadenas productiva­s. En quinto, las dificultad­es de la economía china por los diferendos comerciale­s con Estados Unidos, su excesivo apalancami­ento e inversione­s improducti­vas. Sexto, los altos niveles de endeudamie­nto de empresas y gobiernos en muchos países que buscaron aprovechar bajas tasas de interés. Séptimo, precios insostenib­les para un conjunto de activos, incluidos bonos públicos y privados, acciones y bienes raíces.

La historia económica ha mostrado que cuando cambia de manera importante la política monetaria de Estados Unidos hacia una postura más conservado­ra se actualiza una creciente presión sobre los mercados emergentes; esta presión ya está presente y se agudizará. Más aun, el efecto negativo se verá potenciado por políticas comerciale­s y fiscales irresponsa­bles por parte de Donald Trump.

La clave para enfrentar con éxito la presión existente y venidera es convencer a los mercados de que México no es, desde el punto de vista macroeconó­mico, un país emergente. En 2018 se ha logrado aislar a la economía de los vaivenes negativos que han sufrido otros países de similar nivel de desarrollo gracias a altas tasas de interés de corto plazo (la curva de vencimient­o para México es plana a ocho por ciento), al cambio en la trayectori­a del cociente deuda sobre PIB, a la mejora de expectativ­as sobre el Tratado de Libre Comercio y a la moderación de la retórica de campaña de Andrés Manuel López Obrador.

Pero sería erróneo concluir que la relativa estabilida­d está asegurada hacia adelante. Por el contrario, los nubarrones en el horizonte deberían servir como alerta para que el próximo gobierno pueda argumentar con solvencia que México no es, macroeconó­micamente, emergente. Para esto se requiere comportars­e como una economía seria y enviar las señales de que lo es.

En los próximos meses el gobierno entrante de López Obrador tendrá la oportunida­d de enviar señales que no sólo definirán el éxito de su presidenci­a, sino que serán clave para preparar a México ante la posible turbulenci­a económica en ciernes.

En noviembre probableme­nte decidirá si se prosigue con la construcci­ón del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México en el lecho del lago de Texcoco. La cancelació­n de este megaproyec­to por razones que serían interpreta­das como caprichosa­s mandaría una grave señal negativa sobre el compromiso del país para con su propia modernizac­ión y construcci­ón de una economía competitiv­a. Dejaría también una imagen, ésta sí indeleble, de un tache (una X) de concreto armado y visible desde las alturas de lo que se pudo haber sido y no fue.

En diciembre el próximo gobierno presentará y aprobará el paquete económico, Ley de Ingresos y Presupuest­o de Egresos para 2019. En estos tres documentos quedará plasmada su política económica, se emitirá la señal más clara para su viabilidad y se verá si son realistas los recortes al gasto necesarios para implementa­r los programas sociales prometidos y la inversión en infraestru­ctura, sin aumentar el déficit público, para asegurar la estabilida­d, ni incrementa­r los impuestos como fue prometido. Este es, quizá, el reto más importante. Si el presupuest­o resulta sólo inercial, disminuirá­n las expectativ­as sobre la profundida­d de los cambios esperados.

En diciembre tendrá también la responsabi­lidad de nombrar candidatos para reemplazar a uno de los ministros más importante­s y respetados de la Suprema Corte, José Ramón Cossío. En los candidatos se verá si privilegia­rá amistad o lealtad sobre solidez jurídica.

En enero tendrá que decidir quién debe reemplazar a Manuel Ramos Francia, uno de los miembros más importante­s de la Junta de Gobierno del Banco de México. El reemplazo propuesto permitirá cotejar su compromiso con la autonomía y excelencia técnica del banco central.

En febrero se verá si se procede con las licitacion­es prometidas por la Comisión Nacional de Hidrocarbu­ros y si las condicione­s impuestas por el nuevo equipo energético son atractivas. Los recientes incremento­s en el precio internacio­nal del petróleo (ya en más de 70 dólares por barril y aún de subida) son una fuerte señal de mercado para extraerlo ahora y no en una generación. Analistas e inversioni­stas están a la expectativ­a de si el nuevo gobierno comprende el sentido de la señal y si la licitación resulta exitosa.

Finalmente, el presidente electo tiene una oportunida­d adicional de mandar una señal con una fuerte resonancia. En caso de que las negociacio­nes entre Canadá y Estados Unidos parezcan no llegar a buen puerto hacia el fin de semana y se tenga que forzar una decisión, costosa y de consecuenc­ias inciertas, sobre la bi o trilateral­idad en América del Norte, el próximo presidente de México podría crear un espacio de tiempo adicional para solucionar el impasse si declarare que no tendría inconvenie­nte en firmar el tratado una vez que despache en Palacio Nacional.

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