El cine del 68 y la vanguardia memorial
El Movimiento estudiantil encontró en el género documental una de sus herramientas más potentes para la preservación de la memoria: imagen, palabra, testimonio e investigación, siempre para contar algo nuevo sobre este episodio en que los jóvenes irrumpie
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En Memorial del 68 (Difusión Cultural UNAM, 2006-2018), definitivo compendio fílmico documental en 107 minutos que ha realizado sobre el tema titular el portentoso documentalista nayarita ya septuagenario Nicolás Echevarría (largometrajes indigenistas: María Sabina, mujer espíritu 79, Poetas campesinos 80, Niño Fidencio, el taumaturgo de Espinazo 81 y Eco de la montaña 13; y dos ficciones fuera de serie: Cabeza de Vaca 90 y Vivir mata 01), con idea y producción factótum del director fundador del Centro Cultural Universitario Tlatelolco Sergio Raúl Arroyo y como resultado de numerosos guiones sucesivos del propio cineasta basados en un trabajo de investigación del historiador Álvaro Vázquez Mantecón, se resumen por fin de manera terminal las más de 100 horas de entrevistas testimoniales videograbadas a 56 protagonistas del Movimiento Estudiantil Popular de 1968, exmiembros de su dirigente Consejo Nacional de Huelga (CNH), realizadas entre 2006 y 2008, además de un reaprovechamiento crítico y muy selectivo, tras su revisión exhaustiva, de los 146 mil fotogramas del épico documental estudiantil emblemático El grito (armado por el participante incansable Leobardo López Aretche antes de suicidarse en el 70), aparte de algunos descartes de ese monumental trabajo, e imágenes utilizables de cuanto archivo de fotofijas y sonoro y cinematográfico e impreso existe sobre el tema en México y en el extranjero (50 horas de material fílmico de noticieros, documentales y TVemisiones; cuatro mil 150 imágenes fotográficas de grabados, volantes y obra gráfica dispersa; recopilaciones de periódicos, revistas y libros; discursos, registros fonográficos, programas de radio), cuyo perentorio acopio ya había producido un espectáculo museográfico para varias pantallas, exhibido durante diez largos años en el mencionado Centro, y una serie de cinco programas para TVUNAM, con más de 4 horas y media de duración total (que han sido transmitidos varias veces desde 2008), y así entonces, en dos versiones (la primera en una sola pantalla diseñada para su TVtransmisión, otra en dos pantallas para ser exhibida en plazas y espacios públicos) y como en El grito, el movimiento estudiantil es final y decisivamente reenfocado, puesto en perspectiva histórica, y vuelto a ver, y a ser vivido, y reinterpretado en síntesis inteligente, de nuevo desde adentro, desde el punto de vista de los universitarios y un poco desde afuera, pero a posteriori, tanto puntualizadora y reflexiva cuan conmovedora y lúcidamente, más allá de aberraciones foráneas tipo el retrodocumental Ni olvido, ni perdón del suizo Richard Dindo (04, hecho para coinculpar al CNH de la masacre del 2 de Octubre), convocando los auspicios de una vanguardia memorial.
La vanguardia memorial ayuda a redefinir y a fijar poderosamente en la revaloración postraumática político-social y en el recuerdo indeleble los principales hitos del Movimiento, uno a uno y con enorme cuidado y claros y decisivos resultados, con seguras conclusiones provisionales y evidencias como las siguientes: la circunstancia-contexto mundial era una aspiración y un fundamento (“Acababa de tomar Fidel (Castro) el poder, y veíamos la posibilidad del hombre nuevo que buscaba el Che (Guevara)”: Luis Tomás Cervantes Cabeza de Vaca), los jóvenes hicieron por primera vez irrupción como tales en la vida de un país en aparente calma aunque regido por la insostenible figura autoritaria patriarcal pronto desbordada y acorralada y criminal de Gustavo Díaz Ordaz (“Era sobre todo la imagen de la rebeldía, todos habíamos pasado por la etapa de James Dean”: Luis González de Alba), el primer encarcelamiento era una estrategia para detener a los rojillos que podían perturbar el buen curso de la Olimpiada (“Tráiganselos para acá, les damos una encerradita, y aquí los tenemos”: Fausto Trejo), la marcha del rector Javier Barros Sierra como reacción contra el desproporcionado bazookazo desencadena realmente la protesta de inmediato asombrosamente bien organizada, la tenaz labor rizomática de las brigadas ubicuas en la urbe y por toda la República Domingo 7 de octubre de 2018 alimenta con su chispa inagotable los apoyos populares a las manifestaciones cada vez más tumultuosas, las movilizaciones nunca enfiladas directamente contra la impunidad ni contra la corrupción ni contra la violencia perversa generalizada ni por la democratización de la nación (como quizá hubiera sido medio siglo prianista después) sino muy concreta y exclusivamente contra la represión que contestó con la escalada de otra aún más brutal (el pliego petitorio de ningún modo ingenuo lo demuestra: cese de los jefes policiales, derogación de los artículos referentes al delito de disolución social y demás), la permanencia nocturna en el Zócalo el 27 de agosto como una ocurrencia-provocación jamás programada y barrida ipso facto por tanquetas (explicada por el mismísimo convocador del irresponsable mitin relámpago Sócrates Amado Campos Lemus), la incomprensiva condena gubernamental respondida contundentemente por la elocuencia de la insólita manifestación silenciosa del 13 de septiembre (porque el “Todo tiene un límite” de Díaz Ordaz “es su trasfondo, no era una ocurrencia”: Raúl Álvarez Garín), la toma de C.U. del 18 de septiembre por el Ejército con permitido Himno Nacional al arriar la bandera en contraste con la belicosa mortandad en el Politécnico, la masacre de la Plaza de las Tres Culturas como descoordinación asesina de los aparatos represivos del Estado (la Federal de Seguridad, el Batallón Olimpia encabezado por un Comandante Yanes disparando desde el edificio Chihuahua, el Ejército repeliendo el ataque sin dejar de bloquear las salidas, con 8 mil efectivos, los francotiradores del Estado Mayor Presidencial desde la azotea de la torre de Relaciones Exteriores) hasta engendrar la incontrolable lluvia de metralla y allanamientos por horas, y la continuación languideciente del movimiento hasta el 4 de diciembre como una agónica derrota anunciada.
La vanguardia memorial impone con gran eficacia y belleza la razón coral, el discurso prismático entre diversos enfoques personales, la sinfonía de voces que desborda las minucias de un cine testimonial cualquiera, pues aquí las declaraciones reclaman verosimilitud al tiempo que adquieren asertividad, eficacia, limpidez (diría Octavio Paz) y diáfana palpitación propia, en una especie de anticine delibe-