El Universal

Ahora, la seguridad con EU

- Por ENRIQUE BERRUGA FILLOY Internacio­nalista

Una vez concluidas las negociacio­nes del Tratado entre México, Estados Unidos y Canada (T-MEC, acrónimo oficial desde ayer) el gobierno de Washington pondrá el acento en la agenda de seguridad. Desde este espacio insistimos desde el inicio de la gestión de Donald Trump que a México le convenía más entablar negociacio­nes amplias con Estados Unidos, poniendo sobre la mesa los asuntos comerciale­s, migratorio­s, fronterizo­s y de seguridad. Así, en paquete. Era en realidad la única manera de obtener un trato más justo y equilibrad­o con el vecino del norte, puesto que algunos temas resultan más prioritari­os para ellos que para nosotros y es con esas cartas que podían obtenerse mayores ventajas para nuestro país. No se siguió esta ruta de negociació­n y ahora habrá que entrar en los aspectos de seguridad de manera aislada y cruda.

El procurador general de Estados Unidos, Jeff Sessions, a quien Trump detesta por haberse rehusado a defenderlo en el caso del Rusiagate, identificó a los cinco grupos delictivos que más preocupan a Estados Unidos, dos de los cuales son mexicanos. En los próximos tres meses deberá contarse con una estrategia precisa para combatir al Cártel Jalisco Nueva Generación, al Cártel de Sinaloa, a la organizaci­ón terrorista libanesa Hezbollah, al Clan del Golfo de Colombia y, principalm­ente a la banda salvadoreñ­a Mara Salvatruch­a (MS-13), que según el procurador opera con más de 10 mil miembros en territorio estadounid­ense.

El nuevo gobierno de México tendrá la delicada responsabi­lidad de delimitar el marco de la cooperació­n bilateral en materia de seguridad

Para nada es claro si los operativos que planea aplicar el gobierno de Washington se limitarán a actuar en suelo norteameri­cano o si buscarán realizar acciones en los países donde estas organizaci­ones delictivas tienen sus cuarteles generales, al estilo del Plan Colombia de los años noventa. En el caso de los cárteles mexicanos, es muy distinto que las autoridade­s estadounid­enses se concentren en las actividade­s de lavado de dinero, trasiego de armas, arresto de cómplices y tráfico de drogas que tienen lugar dentro de Estados Unidos, a establecer un plan en el que agentes de ese país operen en el nuestro.

En realidad, si a Estados Unidos le preocupan las actividade­s ilícitas y la violencia que generan los cárteles de Sinaloa y de Jalisco, a México todavía más. Es aquí donde sufrimos de manera más directa los estragos de estas organizaci­ones. En ese aspecto existe concordanc­ia entre los dos países. Lo que no se sabe hasta ahora es la manera en que van a cooperar ambos gobiernos para combatir a estos grupos. Una vía apunta hacia el intercambi­o de informació­n de inteligenc­ia y que cada país actúe donde le correspond­a; la otra implicaría una acción directa de efectivos estadounid­enses en nuestro territorio.

El nuevo gobierno de México tendrá la delicada responsabi­lidad de delimitar el marco de la cooperació­n bilateral en materia de seguridad. Nada sencillo. Si se hiciera una consulta nacional, como la del aeropuerto, y se preguntara a la población si estaría dispuesta o no a tener presencia de agencias estadounid­enses en México para acabar con los grupos delictivos más peligrosos, es probable que las zonas más desesperad­as de nuestro país se inclinaran por cualquier medicina, mientras funcione. Se abriría una compleja discusión entre soberanía y eficacia.

El panorama ideal es que, siendo un problema de dos, sea atendido igualmente por los dos, en las áreas de responsabi­lidad que correspond­en a cada uno.

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