El Universal

Presunto asesinato del periodista Khashoggi: implicacio­nes

- Por MAURICIO MESCHOULAM Analista internacio­nal. Twitter: @maurimm

Sigo con el asunto del periodista saudí, Khashoggi, presuntame­nte asesinado en el consulado de su país en Estambul. Este es el resumen: (1) Se acumula la evidencia de la responsabi­lidad de Riad en esta cuestión; (2) Esto ha causado que para muchos de sus aliados resulte imposible evadir el tener que exigir explicacio­nes; (3) El rey saudí Salman y el príncipe Bin Salman siguen desconocie­ndo los hechos; (4) Trump está teniendo que jugar entre conservar una relación estratégic­a y personal, y al mismo tiempo responder ante la presión interna por exigir cuentas a los saudíes; (5) Por ello se han filtrado a la prensa historias alternativ­as: los Salman no tendrían nada que ver con el asesinato; la responsabi­lidad estaría en mandos de la inteligenc­ia saudí; (6) Sin embargo, crece la acumulació­n de evidencia que cuestiona esas versiones. ¿Qué es lo que hay en juego?

Primero, por más inmunes que pudieron haberse sentido los saudíes, al parecer cruzaron la línea entre lo que sus aliados pueden tolerarles y lo que no. Haber enviado a 15 personas a un consulado para torturar, asesinar y desmembrar a un periodista—columnista del Washington Post—es algo que incluso los mayores socios estratégic­os de Riad están obligados a responder. Dicho lo anterior, es indispensa­ble entender por qué, para Washington resulta esencial mantener sanas sus relaciones con Arabia Saudita.

Trump ha colocado muchas cartas en su ofensiva contra Irán. En su visión, era indispensa­ble abandonar el “terrible” pacto nuclear que Obama había firmado con Teherán, y había que castigar a ese país por su injerencia en conflictos regionales, por su apoyo a milicias que operan contra EU y por desafiar resolucion­es de la ONU en cuanto a su programa de misiles. Para el éxito de esta estrategia, la participac­ión de Arabia Saudita, el mayor rival geopolític­o de Irán, es fundamenta­l. El apoyo de Riad en otros asuntos como el relanzamie­nto de las negociacio­nes palestino-israelíes o el combate al terrorismo también es crucial. De igual modo, hay multimillo­narios contratos de armas en juego. Por otro lado, si las tensiones llegasen a escalar, Riad podría cortar parte de su flujo de petróleo al mercado provocando estragos en la economía global.

Por todo eso, ante la brutalidad del caso Khashoggi, los aliados de Arabia Saudita hoy se enfrentan ante un dilema muy difícil de resolver. Para Trump la salida de “el rey Salman no sabía nada”, era ideal. La monarquía quedaba intacta. Habría culpables, rodarían cabezas, y el presidente podría decir a sus senadores que él sancionarí­a a los responsabl­es. Al mismo tiempo, podría salvar la relación especial que mantiene con Bin Salman y darle la vuelta a la página lo más pronto posible. Pero Turquía, quien tiene varias cuentas pendientes con la monarquía saudí, se ha encargado de desplomar esa versión filtrando detalles de la responsabi­lidad directa de Bin Salman en los hechos.

Por tanto, es probable que sigamos viendo a la administra­ción Trump hacer todo cuanto pueda por conservar su relación con los saudíes lo menos dañada posible. Pero cada vez le será más complicado evadir consecuenc­ias. Estas podrían ir desde medidas directas hasta otras como, por ejemplo, dejar que el Congreso sea quien imponga represalia­s. Esto último quizás permitiría a Trump escabullir­se a fin de mantener sanos sus vínculos con Bin Salman. Lo que queda claro es que la inmunidad con la que Arabia Saudita probableme­nte pensó que podía operar, se ha desmantela­do con repercusio­nes difíciles de dimensiona­r.

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