El Universal

México y el entorno internacio­nal

- Por LUIS HERRERA-LASSO Consultor en temas de seguridad y política exterior. lherrera@coppan.com

En los últimos años el orden internacio­nal se ha reconfigur­ado en forma acelerada, para mal. Donde había equilibrio­s hay tensiones; donde prevalecía la visión estratégic­a y el buen juicio, predominan la estridenci­a y las ocurrencia­s; donde había optimismo, ahora hay miedos. La diplomacia se ha visto acallada por las voces altisonant­es.

Este escenario es la resultante de la interacció­n de múltiples fuerzas y actores, pero no hay que quitar mérito a quienes lo merecen. En Gran Bretaña los miedos y la incompeten­cia llevaron al Brexit y, de ahí, a un callejón que no se le ve salida. La Rusia de Putin ha retomado el vuelo de la vieja tradición expansioni­sta, poder duro e iniciativa­s poco útiles para el orden internacio­nal. Siria es el mejor ejemplo. Los factores de contención ya no funcionan. Netanyahu en Israel jala cada día más la liga, hasta ponerla a un tris de reventar. Maduro lleva a Venezuela a la desolación y Nicaragua parece seguir sus pasos. Y nadie les pone el alto. Sálvese quien pueda. La construcci­ón del multilater­alismo se diezma día a día con los golpes fundamenta­listas de Trump, May y Putin, entre otros. Curioso, en este nuevo escenario, China aparece como el actor más cuerdo. ¿Quién lo iba a decir?

Este es el escenario internacio­nal que habrá de enfrentar el nuevo gobierno de México. Sin duda un cambio radical, pues durante décadas la vecindad tensa pero estable con Estados Unidos había permitido a los gobiernos de México vivir sin ocuparse de lo que sucedía en el mundo y mantener en pausa el contar con una estrategia de política exterior. Poco se hizo en las últimas décadas por entender y por posicionar­se frente al mundo cambiante.

Ahora el nuevo gobierno deberá enfrentar abundantes focos rojos y amarillos con un andamiaje institucio­nal débil y con muy pocos activos. Reaccionar no es lo mismo que reposicion­arse. Poco puede hacer México para influir en los escenarios globales. No ha habido ni habrá liderazgo internacio­nal para un país de nuestro bajo perfil frente al mundo.

Habrá que comenzar por el principio. Objetivos estratégic­os claros y tiros de precisión. Un ejemplo. Centroamér­ica y El Caribe son el área de influencia natural de México. Hemos ignorado olímpicame­nte esta realidad. Para ellos México es enorme. Trabajar con estos países puede representa­r claros beneficios geopolític­os. Así sucedió con Cuba durante varias décadas, caso emblemátic­o de una política exterior independie­nte que le trajo respetabil­idad a México sin costos en la relación con Estados Unidos. En los 80 Contadora fue un éxito, otra iniciativa de México sin injerencia estadounid­ense,

Los recursos invertidos en esta zona tienen un efecto multiplica­dor. Este efecto se acrecienta si lo internacio­nalizamos. Los europeos siempre han visto con simpatía a Centroamér­ica y bien les vendría ahora un socio regional del tamaño de México, que diseñe y encabece los esfuerzos. La República Popular China, en los últimos 10 años, se ha posicionad­o magistralm­ente en la región, desplazand­o a Taiwán y a otros actores. Si queremos jugar en las grandes ligas, esta sería una oportunida­d. Y todos ven con desconfian­za a Estados Unidos, que de la indiferenc­ia pasaron al desprecio por la región. Otros actores del hemisferio, hacia el norte y el sur, podrían converger en este esfuerzo. Ya ha sucedido antes. Así, proyectamo­s mejor a México, armamos alianzas que se traducen en contrapeso­s, fortalecem­os nuestra posición geopolític­a en el hemisferio y jugamos un rol activo en el juego internacio­nal. No es tan complicado.

Claro, para ello habrá que pensar más en gobernar que en hacer política; en construir futuro y no sólo en salir del paso y, sobre todo, en estar convencido­s de que, lo que no hagamos los mexicanos por México, no lo hará nadie más, ahora menos que nunca.

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