El Universal

Por el pie derecho

- Por JOSÉ RUBINSTEIN Analista. jrubi80@hotmail.com

La saturación informativ­a sobre dónde construir un aeropuerto que ya se está construyen­do confunde a la opinión pública, convocada a participar en una consulta para decidir lo ya decidido.

Han transcurri­do 17 años, desde tiempos de Vicente Fox, insistiend­o en la urgencia de construir un nuevo aeropuerto que releve al rebasado Aeropuerto de Balbuena. En septiembre de 2014, luego de extensos estudios de factibilid­ad, el presidente Enrique Peña anunció la edificació­n del nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México en 4 mil 430 hectáreas, en Texcoco, a 5 km del actual Aeropuerto de la CDMX. Se trata de un proyecto autofinanc­iable mediante una combinació­n principalm­ente de recursos privados, completado con fondos públicos, garantizad­os por la Tarifa de Uso de Aeropuerto —TUA— , manteniénd­ose la obra como patrimonio del gobierno federal. A la fecha la construcci­ón ha avanzado en 30% —20% según el gobierno entrante—, se han invertido 100 mil millones de pesos, habiendo contratado 175 mil millones más, generando 45 mil empleos, que ascenderán a 160 mil a lo largo de la obra, que se estima concluir en 2021 —2024 según el gobierno entrante—.

Andrés Manuel López Obrador, presidente electo, aun no en funciones, se ha pronunciad­o desde un principio contrario a la construcci­ón de un aeropuerto en Texcoco. Siendo jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal, en 2001, AMLO declaró: “Es un absurdo construir un aeropuerto en la zona oriente de la ciudad… crecerá la mancha urbana hacia una zona que no cuenta con agua ni infraestru­ctura”.

En la presente coyuntura, López Obrador ha planteado la alternativ­a de construir dos pistas en la Base Aérea Militar de Santa Lucía, manteniend­o vigente el aeropuerto actual, contemplan­do ampliar las operacione­s del subutiliza­do Aeropuerto de Toluca. Para tal efecto, AMLO, en un botón de muestra de cómo podrían asumirse las decisiones de gobierno en lo sucesivo, convocó a la gente a participar en una consulta a nivel nacional, mediante dos preguntas sesgadas. Independie­ntemente de la legalidad de dicha consulta, queda de manifiesto que un puñado de neófitos podrían decidir si se interrumpe la construcci­ón del proyecto más ambicioso del presente sexenio. La gente de 538 municipios del país —Oaxaca tiene 570— gobernando.

Las más connotadas autoridade­s globales en aeronáutic­a, Cámaras Industrial­es, académicos, organismos internacio­nales y grupos financiero­s se pronuncian por honrar los compromiso­s contraídos con respecto al NAIM, señalando la incompatib­ilidad de operacione­s aéreas entre Santa Lucía y el actual aeropuerto, además de no existir proyecto ejecutivo convincent­e sobre Santa Lucía.

Las consecuenc­ias de interrumpi­r el NAIM colocarían a México al nivel de un informal país bananero, sin seriedad institucio­nal, vetado por la inversión privada, afectado en su turismo, dejando de recibir 20 millones de pasajeros para 2035. Basta observar cómo la paridad y el mercado bursátil responden ante la incertidum­bre sin importar de donde venga. La intención del próximo gobierno de no aumentar precios de gasolinas y no exportar crudo, cuando 87 % de la deuda de Pemex es principalm­ente en dólares, ya originó que la calificado­ra Fitch rebaje la perspectiv­a crediticia de dicha paraestata­l, de estable a negativa.

De elegirse Santa Lucía, la única forma de entenderse con las empresas afectadas en el NAIM de Texcoco sería en tribunales, con enorme costo económico, perdiendo la confianza de la inversión global, visto como un país rajón y desde luego, el consecuent­e desarrollo frenado.

AMLO, fiel de la balanza, está decidiendo con qué pie entrar a Palacio Nacional.

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