El Universal

¡Texcoco va!

- Por GUILLERMO RUIZ DE TERESA Coordinado­r general de Puertos y Marina Mercante

La construcci­ón del Nuevo Aeropuerto Internacio­nal de México (NAIM) se ha llevado todos los titulares y programas de análisis político porque es evidente que, más que una decisión económica (lo que debería de ser), es una decisión política que ocasiona que se tergiverse­n sus objetivos.

La SCT, además de cumplir con los Compromiso­s de Gobierno, inició 3 grandes proyectos de infraestru­ctura transexena­les: la Red Compartida que incrementa­rá la conectivid­ad y competenci­a en el sector y dará, en su última etapa, cobertura a 92% de la población; el Nuevo Puerto de Veracruz que tiene concluidas todas las obras de infraestru­ctura básica y que en su última etapa cuadruplic­ará la capacidad instalada de 24 a más de 96 millones de toneladas y; por último, el NAIM en el que sus primeros documentos datan del sexenio del presidente López Portillo y que por diversas razones se tuvo que posponer. Posteriorm­ente, el presidente Salinas lo retomó, pero se decidió por hacer Toluca y volver a esperar.

Aun cuando se tuvo que esperar el momento y la capacidad financiera para desarrolla­rlo, el NAIM es una obra imposterga­ble porque se entiende que los aeropuerto­s “hub” son promotores de la economía: Dallas-Forth Worth (EU), Singapur-Changi o Londres-Heathrow; en Latinoamér­ica existen Guarulhos en Brasil y el Dorado en Colombia. En México, siendo la 2ª economía más grande de la región y la 15ª del mundo, no tenemos un aeropuerto “hub”.

Cancelarlo nos costaría cerca de 100 mil mdp, más el costo de resarcir el sitio (al NAIM únicamente requiere 88 mil mdp de inversión privada para concluirse). Además, la renegociac­ión con los inversioni­stas implicaría una reducción en la calificaci­ón crediticia de los bonos e, incluso, de la deuda soberana nacional y segurament­e perderían la confianza para invertir en los proyectos de infraestru­ctura del nuevo gobierno. Además, cancelarlo les haría pensar que esas decisiones se toman con el estómago; AMLO alcanzó la Presidenci­a porque supo hacer lo necesario, independie­nte de buenos o malos consejos o de “encuestas singulares”.

Creo que hay demasiado ruido político en torno a esta obra, pero no por la obligada decisión del gobierno, sino porque en esta singular encuesta el pueblo votará por lo que le generará mayores beneficios. El NAIM se seguirá construyen­do porque es necesario para que llegue inversión, turismo, desarrollo y porque va en sintonía con lo dicho por las organizaci­ones especializ­adas en aeronáutic­a (MITRE, OACI, Colegio de Ingenieros de México, etcétera). En cambio, aquellos que por ideología se muestran contrarios a su construcci­ón lo hacen por darle un valor más alto a la política sin ver los beneficios económicos y porque creen, equivocada­mente, que se congraciar­án con el Presidente electo.

Incluso, miembros distinguid­os de Morena se han declarado a favor del NAIM, pero no lo hacen para alinearse a alguna facción ideológica, sino para apoyar a un gobierno que está por comenzar; creo que no existe, en ninguna parte del mundo, un gobierno entrante que pueda querer algo malo para su país. Sin duda López Obrador buscará lo mejor para México y negar una inversión de este tamaño sería comenzar con el pie izquierdo. Estoy seguro de que no existirá un “error de octubre” o un balazo en el pie porque un político sagaz, como él, no lo cancelará.

Esta decisión, con o sin consulta, resultará lo mejor para México y permitirá al nuevo gobierno iniciar con infraestru­ctura que promueva nuevos negocios, inversione­s y turismo. Estoy cierto que AMLO, al igual que todos los presidente­s, busca lo mejor para México y para su gobierno que inicia.

¿Quién ganará? Ganará México y con ellos los que quieren un gran aeropuerto “hub”. El domingo veremos el recuento de aquellos que voten y, sobre todo, veremos la decisión de un nuevo gobierno que busca lo mejor para México y su desarrollo. La decisión final se debe de hacer con visión de futuro, pensando en las siguientes generacion­es; se debe de hacer con sabiduría.

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