El Universal

Las caravanas que vienen

- Por CARLOS HEREDIA ZUBIETA Profesor asociado en el CIDE

El hambre y la violencia son los instigador­es de la caravana migrante hondureña. Otro factor en la raíz de este éxodo es, paradójica­mente, la estrategia de contención, detención y deportació­n seguida en México a partir de 2014, que se convirtió en un vía crucis para los migrantes.

Cuando la mejor idea que tuvo la Secretaría de Gobernació­n para disuadir a migrantes de seguir su camino hacia el norte fue que el tren La Bestia aumentara su velocidad de recorrido, quedó claro que no estaba sobre la mesa asomarse siquiera a los factores estructura­les de esta sangría cotidiana.

Si uno se asoma a San Pedro Sula, punto de partida de la Caravana, de inmediato ve el abismo. El índice de homicidios en esta localidad excedió a 100 por cada cien mil habitantes, de los más altos del mundo. “En San Pedro Sula es mucho más fácil que a un joven lo maten de un balazo mientras se dirige ala parada del autobús, a que pierda la vida tratando de llegar a Houston a través de México”, me dijo en 2016 una activista hondureña.

Son cuatro los factores de expulsión de migrantes en Guatemala, Honduras y El Salvador:

1. La economía extractiva que depreda recursos naturales y el círculo vicioso de las remesas, que se perpetúa porque el mejor negocio de las oligarquía­s centroamer­icanas es exportar pobres;

2. El deterioro ambiental en el corredor seco centroamer­icano, que se manifiesta en desastres “naturales” agravados por la nula sustentabi­lidad en las políticas agropecuar­ias;

3. El secuestro del Estado por la élite política y oligarquía­s económicas. En Honduras el golpe de Estado contra Mel Zelaya en 2009 y la reelección fraudulent­a de Juan Orlando Hernández enviaron la señal de que las vías pacíficas organizaci­ón popular para el cambio están cerradas.

4. La violencia de las maras, pandillas y del crimen organizado que ejercen control territoria­l secuestran­do,extorsiona­ndo, asesinando y hostigando a los ciudadanos de a pie.

A la caravana no le faltan padrinos, dicen Donald Trump, Fox News, Mike Pence y Juan Orlando Hernández, el presidente hondureño. Ya selecciona­ron a su galería de villanos favoritos, desde el depuesto presidente hondureño Manuel Zelaya hasta el filántropo George Soros, y ya encarrerad­os afirman que vienen en la Caravana los maras y terrorista­s del Medio Oriente. Afirmacion­es peregrinas sin prueba alguna, como el propio Trump reconoce.

Trump amenaza con que de no “cooperar” México con la tarea de deportació­n de migrantes centroamer­icanos, podría detener el proceso de firma y ratificaci­ón del T-MEC. Vaya paradoja: la renegociac­ión del pacto comercial norteameri­cano excluyó a los intereses de los trabajador­es migratorio­s, pero hoy los usa como monedas de cambio.

En México se dio un oportuno viraje de la represión en el primer momento, a la decisión de procesar las solicitude­s de refugio de quienes desean quedarse en nuestro país. Sin embargo, en el ocaso del sexenio, el terrible abandono y deterioro que acusan el INM y la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados, ésta última acéfala en el momento más crítico de su tarea en todo el sexenio, merman seriamente su capacidad de respuesta.

Entiendo que el gobierno entrante no quiere echarse a cuestas un problema más que le toca enfrentar a quienes todavía están en funciones, pero el presidente electo podría dar certidumbr­e al proceso de refugio si designa a los titulares de INM y Comar.

No funcionará la estrategia de disuasión vía el desgaste contra los migrantes, que utilizan Trump abiertamen­te y algunos sectores del gobierno mexicano veladament­e. Si seguimos dándole la vuelta a los factores que detonaron el éxodo, nosotros mismos seremos responsabl­es de la gestación de nuevas caravanas.

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