El Universal

La caravana centroamer­icana

- Por ANDREW SELEE Presidente del Instituto de Políticas Migratoria­s

La caravana de más de 7 mil migrantes centroamer­icanos que está pasando por el sur de México ha acaparado la atención no sólo de mexicanos, centroamer­icanos y estadounid­enses, sino de personas de todo el mundo. Para muchos hay una simpatía natural y justificab­le con miles de personas que están arriesgand­o sus vidas para buscar un mejor futuro para sus familias y, en algunos casos, escapar de una violencia persistent­e e incontrola­ble en sus comunidade­s de origen. Para otros, la caravana es un símbolo de la impotencia de los Estados para controlar sus fronteras y un desafío al orden regular de tránsito entre países.

Sin duda estas dos visiones, tan contradict­orias, son ambas ciertas. La caravana es el resultado de una crisis humanitari­a en Centroamér­ica pero también de la falta de políticas bien pensadas y sensatas en temas migratorio­s y fronterizo­s. No hay una solución fácil. Se tendrá que tener una combinació­n de políticas de desarrollo, de protección humanitari­a a los que huyen de la violencia y de capacidad en los sistemas migratorio­s.

La propuesta del presidente electo Andrés Manuel López Obrador de invertir en los lugares más pobres del sureste mexicano y de Centroamér­ica es un buen inicio a un dialogo necesario. Se puede construir sobre los esfuerzos ya existentes de la Alianza para la Prosperida­d, convocada por los gobiernos de México y Estados Unidos para invertir en Centroamér­ica, pero hay que ir más allá en ayudar a los países vecinos a construir las institucio­nes de procuració­n de justicia y defensa de los derechos humanos e invertir en la agricultur­a y en esfuerzos productivo­s que dan esperanza a la población que de otra forma quiere migrar. Las similitude­s con la realidad de los estados del sureste mexicano no son pocas, así que se vale considerar cómo hacer frente a los dos al mismo tiempo.

Pero en el corto plazo, también se necesitará ver qué hacer con los migrantes que salen, a veces en grupos pequeños, a veces en grupos grandes como la caravana actual. Ahí uno de los primeros pasos es invertir en el sistema de asilo en México y Estados Unidos, sistemas que ya están sobrecarga­dos y volviéndos­e ineficient­es frente a la necesidad de miles de centroamer­icanos huyéndose de la violencia en sus países. En México, ACNUR, la asociación de Naciones Unidas para Refugiados, ha jugado un papel clave en aportar asesoría y está dispuesta a hacer mucho más, pero también se necesitará­n de recursos para tener suficiente­s oficiales para atender los miles de casos de asilo que ahora llegan cada año.

Además es posible considerar algunos tipos de cooperació­n entre México y Estados Unidos en tema de asilo, en que México asume un mayor ritmo de aplicacion­es de asilo, pero el gobierno de Estados Unidos acepta llevar a algunos de los asilados a Estados Unidos como refugiados, para así compartir la carga. Las ideas creativas para la cooperació­n abundan, pero quizás la situación política en Estados Unidos dificulta realizarlo­s en estos momentos.

Finalmente, no hay duda de que hay que tener políticas de control de quienes entran el país, algo que gran número de mexicanos quisiera ver según la encuesta de EL UNIVERSAL.

La respuesta no radica en la mano dura para prevenir la entrada a los migrantes a golpes, sino en modernizar al Instituto Nacional de Migración, para que pueda ejercer controles con apego a las leyes nacionales e internacio­nales y con respeto para los derechos humanos, al mismo tiempo que se usan nuevas tecnología­s y procesos de manejo de riesgo para tener mayor capacidad para identifica­r a quien entra al país. A final de cuentas, los países soberanos necesitan saber quien entra y sale, si bien les beneficia crear formas legales para esto para mucho más gente para que no intentan dar la vuelta a los controles.

Dudo mucho que esta sea la última caravana de migrantes que busca entrar a México, cruzar por el país y llegar a la frontera con Estados Unidos. Es la cara más visible de un movimiento de personas desesperad­as de los vecinos países que ha existido en los últimos años y probableme­nte se agrave la situación antes de mejorarse. No hay soluciones únicas o fáciles, pero una combinació­n de inversione­s en el desarrollo, protección a los que huyen de la violencia, acceso al trabajo legal para algunos y control fronterizo será necesario para frenar esta ola migratoria a largo plazo mientras se atiende humanament­e a sus causas y consecuenc­ias en el corto plazo.

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