El Universal

Despistado­s

- Por GABRIEL GUERRA Analista político y comunicado­r

Vivo en un país, queridos lectores, en el que todos somos expertos en algo. No importa en qué, ni importa cómo hayamos adquirido nuestros conocimien­tos, lo único relevante es que todos sabemos más que el promedio de los mortales acerca de lo que sea que deseemos.

Nos subimos al automóvil, al transporte público ola bici, y ya somos los más conocedore­s de diseño y trazado de rutas, de manejos de flujos vehiculare­s, de cuáles son los límites de velocidad que deben aplicar.

Abrimos un periódico o prendemos un noticiero en radio o TV, y no solo adquirimos instantáne­amente conocimien­tos superiores a la media acerca del tema que se trate en ese momento, sino también acerca de la dinámica de los medios de comunicaci­ón en México y el mundo.

¿Futbol? ¿Americano? ¿Beis? Si en usted o en mí estuviera, México hubiese jugado el quinto partido en el Mundial, los Dodgers serían campeones ylosBrow ns de Cleveland líderes de su grupo. Nadie nos pregunta, claro, pero de que sabemos, sabemos.

Pero ahora sí nos hemos revelado, apreciados lectores. En días recientes alcanzamos un estadio superior del conocimien­to, en que derrumbamo­s todos los misterios de la aeronáutic­a civil, la infraestru­ctura aeroportua­ria, la conectivid­ad, los ejes de desarrollo, los factores que determinan los flujos de turismo, de inversión extranjera y, por supuesto, también de los factores determinan­tes de la macroecono­mía. ¿Tipo de cambio? ¿Capitaliza­ción de mercado? ¿Crecimient­o del PIB? Vengan a mí, porque ya no me guardan secreto alguno.

Es normal y comprensib­le que cada quien tenga sus opiniones al respecto de cualquier cosa. Yo aplaudo que la ciudadanía se interese por su entorno, que lea, se informe, participe, cuestione. Sin ese espíritu inquisitiv­o y curioso la democracia no florece ni se propaga, se queda como planta de maceta.

El problema está en que cuando llevamos nuestras filias y fobias preexisten­tes a la discusión de otros asuntos, perdemos la perspectiv­a y por supuesto también la objetivida­d. Si hiciéramos un breve recuento de las contradicc­iones y gazapos en que han incurrido no solo nuestros amigos, parientes y vecinos, sino también muchas de las mentes más informadas(iba yo a decir brillantes) del país, no nos alcanzaría el tiempo.

Propongo por ello un pequeño ejercicio de esos que nuestro maestra o maestro de lógica nos hubiera dejado en la escuela: 1- ¿Revisaste la fuente? ¿Te cerciorast­e de que es seria, confiable e imparcial? 2- ¿Hiciste tus sumas y restas? ¿Cuadran las cifras? ¿Se siguen los argumentos? 3- ¿Contrastas­te la informació­n con otras fuentes? ¿Se trata de opiniones o de datos duros? 4- ¿Buscaste puntos de vista contrarios? ¿Los consideras­te o los descartast­e de antemano? 5- ¿Aguantan tus conviccion­es el escrutinio a que sometes a las de los demás? 6- Finalmente ¿estás seguro de que no estás solamente buscando argumentos y cifras que confirmen tus ideas previas?

La consulta sobre el aeropuerto nos colocó de regreso en el animo que privaba en México previo ala elección presidenci­al. Des calificaci­ones, fake news, enojo, encono y sobre todo el deseo irrefrenab­le de anotarse puntos a costa de los demás, sin importar mucho el costo para el país.

No voy a argumentar aquí a favor o en contra de una u otra opción, por dos sencillas razones: la primera, es que ya estarán ustedes hastiados de escuchar por qué la A o la B es lo mejor o lo peor que le pudo pasar a México, a las futuras generacion­es, al planeta Tierra y a nuestra galaxia.

La segunda, porque yo creo que mucho más importante que una decisión especifica sobre un asunto u otro, lo trascenden­te es que decidamos lo que queremos hacer con nuestro país de ahora en adelante.

Ya terminó el proceso electoral del 2018. Tendremos oportunida­d de ejercer contrapeso­s o aumentar apoyos en las intermedia­s de 2021 y de definir nuevos rumbos en 2024. Pero si nos vamos por la vía de las mentiras, del catastrofi­smo artificial, de la retórica ofensiva, van a ser seis muy largos años. Y ese mensaje, mis estimados, va para todos, del color, sabor o gusto que sean. No se hagan los despistado­s.

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