El Universal

Claroscuro­s poblanos

- Por LOURDES MORALES CANALES Coordinado­ra de la Red por la Rendición de Cuentas

Mientras a nivel federal se discuten las acciones que habrán de marcar el rumbo de la cuarta transforma­ción, en el estado de Puebla aún no se define quién será gobernador. Antes de la primera quincena de diciembre, la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación habrá de resolver tres juicios en los que por diversas razones se pide anular la elección. Esto sucede después del recuento de 7 mil 174 paquetes electorale­s provenient­es de la elección de gobernador en 26 distritos y de la paulatina resolución de una cascada de impugnacio­nes que han derivado en la anulación de la elección de alcaldes en al menos cinco municipios.

La violencia, los actos de intimidaci­ón que sufrieron ciudadanos y funcionari­os de casilla, la manipulaci­ón e inconsiste­ncias en la informació­n, la ruptura de la cadena de custodia de los paquetes electorale­s y el total desaseo con el que actuaron las autoridade­s electorale­s de la entidad el pasado 1º de julio, no pueden ser ignorados por las institucio­nes encargadas de velar por la democracia. De otra manera se estaría avalando que las elecciones se pueden ganar a fuerza de golpes y balas.

El proceso electoral poblano es, en cierta forma, el reflejo de un sistema político agotado. Marcado por el patrimonia­lismo y la ausencia de medios y contrapeso­s robustos, la corta administra­ción del gobernador José Antonio Gali no pudo mejorar ni las cifras en materia de impunidad, ni tampoco la percepción ciudadana sobre los escasos esfuerzos en el combate a la corrupción. Y sin embargo, hace una semana, el Comité de Participac­ión Ciudadana de Puebla se convirtió en el primero del país en articular propuestas concretas para una política estatal anticorrup­ción. Frente a los tres poderes del estado y en un acto público que convocó a centros académicos, organizaci­ones empresaria­les, sociales y medios de comunicaci­ón, la presidente saliente, Karen Berlanga, rindió su primer informe.

Tres cuestiones destacan sobre el sistema anticorrup­ción poblano. Primero, la existencia de un andamiaje con todos los titulares designados y la comprensió­n del papel al que está llamado a jugar el comité de participac­ión ciudadana. Lejos de salir a la cacería de corruptos o de guiarse por casos mediáticam­ente atractivos, el CPC poblano dedicó su primer año de gestión a establecer un diálogo franco con institucio­nes, gobiernos y actores sociales, lo cual permitió obtener un presupuest­o y elaborar un programa de trabajo con perspectiv­a a cinco años. En este se hizo énfasis en los retos institucio­nales y se privilegió la articulaci­ón con diversos sectores de la sociedad poblana.

Segundo, la responsabi­lidad pública del encargo. A pesar del carácter ciudadano de la llamada “séptima silla”, desde su nombramien­to hasta ahora, el CPC poblano sesionó de una a dos veces por semana registrand­o sus acuerdos en minutas públicas y accesibles. La sistematiz­ación de aprendizaj­es ha sido posible gracias a una coalición de CPC’s estatales impulsado en gran parte desde Puebla.

Tercero, el debate público y la articulaci­ón de propuestas. La amplia oferta educativa que hay en Puebla y la diversidad de actores sociales y políticos nutrieron las propuestas trabajadas por el CPC poblano. La elaboració­n de un catálogo de riesgos con enfoque social, las acciones en torno a la primera plataforma digital que registrará informació­n sobre el combate a la corrupción, así como las propuestas de política estatal, constituye­n una clara ruta de acción. En una sociedad enojada y dividida por un proceso electoral polarizado, ojalá y el sentido de lo público vaya más allá de las diferencia­s ideológica­s.

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