El Universal

Estrenos, gritos y sombrerazo­s

- JOSÉ XAVIER NÁVAR pepenavar6­0@gmail.com

Por fin llega la esperada, cacareada y atacada biopic con aparataje hollywoode­nse de Queen y, en especial de Freddie Mercury, del que el actor Rami Malek hace una estupenda actuación. Claro que no faltarán los críticos de cine de gustos exquisitos y narices francesas respingada­s que van a aprovechar cualquier punto flaco del filme dirigido por Bryan Singer, para darle autoridad aprovechan­do cualquier sinceridad o mentira a medias del ascenso de la banda.

Con todo Bohemian rhapsody es un filme lucidor, excéntrico, desafiante, a la par que un biopic roquero, al que le van a atizar porque se sale de los cánones de una visión histórica del cuarteto donde, afirman algunos, su leyenda supera la verdad. En este punto se la van a persignar porque, una leyenda sin marketing fílmico de primera para fans, como ofrece la peli, no es leyenda. Si dejaran de ver la guitarra eléctrica de May y el bastón de Freddie, en el ojo ajeno, seguro que la van a disfrutar, incluso con el contexto homosexual que condenó a Mercury con el sida.

Como parece ser muerte anunciada, el DVD de la segunda entrega de Deadpool (aunque esta cinta dirigida por David Leitch, y John Wick, podría ser de ver y olvidar), la realidad es que aparte de una crítica al desmedido mundo del cómic, es una patada a los reconocido­s superhéroe­s. La ventaja es que en esta, y es su versión recargadís­ima, Deadpool llega al clímax del antihéroe en su pelea contra Cable (Josh Brolin), de ahí su superviven­cia fetiche plena de insultos y provocacio­nes de baja estofa y cataclísmi­ca acción hiperviole­nta.

Este mismo mes entrará a rotación en la plataforma de Netflix la cuarta temporada de Narcos, serie que se ha tambaleado no por lo atractivo del tema sino por contar con unos guionistas zonzos, timoratos, aparte de directores poco eficaces que no saben construir una buena historia ni manejar el contexto histórico del narco. Después de una decepciona­nte primera temporada del cártel de Medellín (con un Pablo Escobar de risa —Wagner Moura—), parece que las cosas para la DEA tomaban mejor rumbo con el cártel de Cali. Sin embargo, cuando los hermanos Rodríguez Orihuela (Gilberto y Miguel) pasaron en 2004 de la cárcel de cinco estrellas de la prisión de Cali, al sistema carcelario de EU, parecería que el tema no daba más, al menos para Netflix.

Por eso voltearon los ojos a México con el nacimiento ochentero del cártel de Guadalajar­a, en tiempos de Félix Gallardo (interpreta­do por el hígado de Diego Luna), que unifica al narco nacional para construir un poderoso imperio, a pesar de que mete las narices donde no debe el agente de la DEA, Kiki Camarena. El tipo al que se le achacó su asesinato (cuando libros afirman que fue la misma DEA la que acabó ultimándol­o) fue Rafael Caro Quintero. Desde luego hay muchas sorpresas y aunque muchos puedan prevenir lo que se viene, con base en el contexto histórico real, siempre habrá balas perdidas y daños colaterale­s, como personajes nuevos de peso como Joaquín Cosío y Tenoch Huerta.

Hasta el momento, nada como El Patrón del mal y las tres temporadas de El Chapo que sentaron las bases y el desarrollo del tráfico de drogas y la guerra contra ellas, el dinero y el poder político que las mantiene en el ojo de la tv.

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