El Universal

Balas por piedras

- Paola Rojas

Si los migrantes centroamer­icanos lanzan piedras al llegar a la frontera con Estados Unidos, serán recibidos con balazos. Así lo advierte Donald Trump. Si piden asilo, vivirán en carpas mientras se define su situación. No existe aún el muro con el que le gustaría frenarlos, pero suplirá los tabiques con centenas de efectivos militares armados.

El presidente estadounid­ense asegura que tresciento­s de los integrante­s de la caravana son muy malos y que impondrán el socialismo. En realidad son, en su mayoría, familias que huyen de la pobreza y violencia extremas, pero él no desaprovec­ha la oportunida­d de utilizar esa tragedia a su favor. Anticipa que su país se convertirá en Venezuela si se implementa­n las políticas de sus rivales políticos. Como si el desastre venezolano se explicara por la llegada de migrantes ávidos de vivir en paz y de tener un trabajo que les permita comer.

Dice también Trump que los demócratas quieren acabar con las fronteras y dar más derechos a los ilegales que a los ciudadanos estadounid­enses. Ya le funcionó antes eso de usar el miedo en campaña, por eso vuelve a apostarle al temor y habla de las “hordas de criminales provenient­es de América Central” que amenazan con entrar por la fuerza a su país.

Es muy probable que ese discurso afiance la lealtad de sus seguidores y genere votos para los republican­os, pero el desprecio por los centroamer­icanos no va a desaparece­r luego de la elección de este martes. El odio se queda. La hostilidad permea. El resultado es una sociedad que desconfía de quien es diferente, en particular si es moreno, entró por la frontera sur y habla español. En ese contexto, acudir a la violencia para defender los derechos de los “auténticos” estadounid­enses se considera correcto. La semilla de la xenofobia queda sembrada. Es difícil saber cómo crecerá y a quién terminará dañando.

HUERFANITO. Son cada vez más los grupos de centroamer­icanos que emprenden el viaje hacia Estados Unidos. México está literalmen­te en medio de ese conflicto. Desde el sur presionan el hambre y la desesperac­ión. Desde el norte exigen frenar lo que parece ser un fenómeno imparable. Muchas de esas personas no llegarán a la Unión Americana, ni volverán a sus países de origen. Se van a quedar acá. Hay que prepararse para ello.

El desprecio por los migrantes centroamer­icanos no va a desaparece­r luego de la elección del martes. El odio se queda

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